Europa y su mal dirigida manía por la inversión

En la actualidad el mantra en Bruselas, y a lo largo de Europa, señala que la inversión es la clave para la recuperación económica. El eje central de la nueva estrategia económica de la Comisión Europea se encuentra en su plan que fue recientemente presentando, mismo que tiene el objetivo de aumentar la inversión en €315 mil millones ($390 mil millones) durante los próximos tres años. Sin embargo, la propuesta de la Comisión está mal dirigida, tanto en lo referido a su énfasis en la inversión, como en la estructura de financiación que propone.

El plan de la Comisión – una iniciativa que caracteriza al presidente Jean-Claude Juncker en el inicio de su mandato – no trae consigo ninguna sorpresa. Considerando que la eurozona se encuentra, aparentemente,  atascada en una interminable recesión, se ha arraigado profundamente en el discurso público la idea de que para una recuperación sostenible es de crucial importancia que las inversiones potencien el crecimiento. El supuesto subyacente es que siempre es mejor tener una mayor inversión, ya que aumenta el stock de capital y consecuentemente ello aumenta la producción.

En este momento, en Europa este no es necesariamente el caso. Las autoridades de la Unión Europea (y muchas otras autoridades) argumentan que Europa – y en particular la eurozona – sufre de una “brecha de inversión”. Supuestamente la evidencia irrefutable es el déficit anual de €400 mil millones relacionado al año 2007.

Sin embargo,  la comparación es engañosa, porque en el 2007 se vivió el pico de una burbuja crediticia que llevó a una gran cantidad de inversiones antieconómicas. La Comisión reconoce este hecho en la documentación de apoyo del paquete Juncker; en dicha documentación la Comisión sostiene que para determinar los niveles de inversión que son deseables hoy en día, se deben usar como punto referencial las cifras de los años previos al auge crediticio. De acuerdo con dichos parámetros, la brecha de inversión tiene un tamaño que es sólo la mitad de la cifra antes mencionada.

Desafortunadamente, incluso los años anteriores al auge no se constituyen en una buena guía para la economía europea en la actualidad, porque algo fundamental cambió más rápidamente de lo que generalmente se estima: las tendencias demográficas de Europa.

La población en edad de trabajar de la eurozona estuvo creciendo hasta el año 2005, pero va a disminuir a partir del 2015 en adelante. Dado que la productividad no ha repuntando, tener menos trabajadores se traduce en tasas de crecimiento potencial significativamente más bajas. Y, a su vez, una tasa de crecimiento más baja implica que se necesita menos inversión para mantener el ratio capital/producción.

Si la eurozona mantuvo su tasa de inversión en el mismo nivel que el de los años previos al auge, pronto habrá mucho más capital en relación con el tamaño de la economía. Uno podría estar tentado a decir: ¿Y, qué? Es siempre bueno tener más capital.

Sin embargo, un stock de capital en siempre crece en relación con la producción significa que los rendimientos del capital son cada vez más bajos y por lo tanto, en el transcurso del tiempo, se tienen cada vez más préstamos en mora en el sector bancario. Dada la debilidad del sistema bancario europeo, la acumulación de demasiado capital no es un lujo que la UE puede permitirse.

Incluso dejando a un lado la interrogante sobre si más es siempre mejor, ¿qué puede hacer el plan Juncker para tener un impacto positivo a corto plazo sobre la inversión agregada?

Las investigaciones académicas sobre los determinantes de la inversión generalmente han llegado a la conclusión de que la variable clave es el crecimiento (o las expectativas de crecimiento), y que las tasas de interés desempeñan un rol que a lo mucho llega a ser secundario. Una consecuencia inmediata de esto, por supuesto, es que es muy poco probable que la política monetaria tenga un fuerte impacto sobre la inversión.

De hecho, la señal de mercado es clara: hoy en día no existe un déficit de fondos disponibles en la mayor parte de la UE. Los países de la periferia de la eurozona, lugar donde aún podría haber escasez crediticia, representan menos de una cuarta parte de la economía de Europa. Por lo tanto, la falta de fondos no es la razón por la que la inversión continúa siendo débil.

Se supone que el plan Juncker va a destrabar, con €21 mil millones de financiación de la UE, proyectos que tiene un valor 15 veces superior a dicha cifra (€315 mil millones). Esto suena a algo improbable. El sistema bancario de Europa ya cuenta con más de €1 millón de millones de capital. Es poco probable que la adición de €21 mil millones, en forma de garantías provenientes del presupuesto de la UE, tenga un impacto significativo en la buena disposición de los bancos en cuanto a financiar inversiones.

El plan Juncker apunta, de manera especial, a proyectos de infraestructura; estos proyectos, a menudo, revisten más riesgos que otras inversiones. Sin embargo, estos riesgos no suelen ser financieros, ellos reflejan las potenciales barreras políticas y regulatorias que los proyectos pudiesen tener que confrontar a nivel nacional. Estos problemas no pueden ser resueltos por una garantía proveniente del presupuesto de la UE (garantía que en ningún caso podría ser mayor a una quinceava parte del valor del proyecto).

La razón por la que todavía no hay una buena interconexión entre las redes de energía eléctrica de España y Francia no es la falta de financiación, sino la falta de voluntad de los monopolios a ambos lados de la frontera en cuanto a abrir sus mercados. Muchos proyectos ferroviarios y de carreteras también están avanzando lentamente, debido a la oposición local y no por falta de financiación. Estos son los verdaderos obstáculos para la inversión en infraestructura en Europa. Las grandes empresas europeas pueden obtener fácilmente financiación a tipos de interés cercanos a cero.

Una convocatoria a realizar mayores inversiones es siempre superficialmente más atractiva. No obstante, hay razones fundamentales para pensar que la tasa de inversión de la eurozona se mantendrá permanentemente deprimida. La frecuentemente invocada brecha de inversión es, en su gran mayoría, el resultado de una ilusión, y las barreras a la inversión que aún permanecen tienen poco que ver con la falta de financiación.

El desempeño económico de Estados Unidos y el Reino Unido brinda una lección importante para la eurozona. Las recuperaciones de ambas economías fueron impulsadas en gran parte por un repunte en el consumo que sobrevino inmediatamente después de que los balances financieros de los hogares se fortalecieran, en especial  en  EE.UU. La reactivación de la inversión llegó tras la reanudación del crecimiento del consumo. Si los formuladores de políticas en Europa toman con seriedad la tarea de la recuperación económica, deberían centrarse en el consumo, no en la inversión.

Daniel Gros is Director of the Brussels-based Center for European Policy Studies. He has worked for the International Monetary Fund, and served as an economic adviser to the European Commission, the European Parliament, and the French prime minister and finance minister. He is the editor of Economie Internationale and International Finance. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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