Europa yerra el rumbo digital

Europa no pasó la primera gran prueba de diseño de una buena política de tecnologías digitales. En mayo, la Comisión Europea anunció que crearía un mercado digital único con 500 millones de consumidores, capaz de aportar 415 000 millones de euros (463 000 millones de dólares) al PIB de la Unión Europea y crear unos 3,8 millones de empleos. Por desgracia, una decisión reciente sobre una cuestión clave del mundo digital (la privacidad de los datos) amenaza descarrilar el proceso.

En junio, los ministros de justicia y asuntos internos de la UE votaron a favor de conservar un alto grado de poder nacional sobre la protección de la privacidad digital, en vez de crear un único conjunto de reglas para los 28 países de la UE. Si el Parlamento Europeo aprueba la propuesta, volverán a introducirse normas nacionales divergentes. Más preocupante aún, se abriría la puerta a la prohibición de actividades de minería de datos inocuas de las que depende la publicidad en línea.

La publicidad digital permite a los ciudadanos de la UE acceder a información, material educativo, canales de comercio y sitios de entretenimiento sin pagar por sus servicios directamente. La inversión en publicidad digital en Europa crece rápidamente; los ingresos de la industria se multiplicaron por más de cuatro desde 2006, mientras la economía europea en su conjunto se estancaba. La embestida de privacidad de la UE amenaza poner fin a todo esto. Además de la carga administrativa derivada de nuevos costos e impedimentos burocráticos, se abre también la posibilidad real de que las nuevas normas destruyan el modelo de negocios de muchas de las empresas digitales más destacadas de Europa.

Sería una pena, y una fácilmente evitable. En 2012, la Comisión Europea presentó una propuesta para reemplazar la legislación de protección de datos vigente en la UE, cuya última versión databa de 1995, cuando el papel de Internet en la economía era minúsculo. El texto inicial era prometedor: buscaba armonizar el fragmentado marco legal europeo, ayudar a las empresas creando un único punto de contacto con las autoridades y garantizar a los consumidores el uso adecuado de sus datos.

Por desgracia, muchas de las cláusulas más beneficiosas se descartaron luego. El importante principio de crear un punto de contacto único quedó totalmente desvirtuado tras la reunión de ministros celebrada en junio. En vez de permitir a las empresas tratar con la autoridad de protección de datos del país en el que tengan su casa matriz o su principal sede europea, los estados miembros insisten en que los organismos de regulación nacionales mantengan el control. Según la nueva normativa propuesta, cualquier autoridad nacional “afectada” (concerned) puede objetar las decisiones de otra, lo que genera un complejo procedimiento arbitral en el que participarían las agencias de los 28 países.

Los ministros también adoptaron una definición amplia del concepto de datos personales, que incluiría las cookies (pequeñas cantidades de datos almacenados en la computadora del usuario) y la dirección IP (el código que identifica a las computadoras cuando se conectan a Internet), aun cuando ninguna ofrece un vínculo a una persona en particular. En el mejor de los casos, esta definición amplia e indiscriminada amenaza crear obstáculos innecesarios para las empresas de publicidad digital radicadas en la UE; en el peor, ilegalizará su modelo de negocios.

Aplicar a los datos normas innecesariamente estrictas pone en situación de desventaja a las empresas europeas. Google, Facebook y otros cibergigantes estadounidenses tienen los medios para obtener consentimiento explícito de los usuarios para la recolección de datos. Pero el sector digital europeo está dominado por empresas del tipo business-to-business, con marcas poco conocidas que procesan datos de consumidores pero no tienen contacto directo con los usuarios. Esto terminará obligando a las empresas digitales europeas a trabajar con las grandes plataformas estadounidenses y volverse todavía más dependientes de ellas.

El Reino Unido, Suecia, Noruega y los Países Bajos son líderes mundiales en Internet, pero muchos otros países europeos están muy rezagados. Por eso la economía digital aporta sólo un 4% del PIB de la UE, en comparación con un 5% en Estados Unidos y 7,3% en Corea del Sur. Las nuevas normas asegurarán que las empresas europeas queden muy atrás respecto de sus competidores internacionales.

Europa se enfrenta a una decisión importante. Es verdad que la UE debe garantizar a sus ciudadanos el uso correcto de sus datos, y tomar medidas en ese sentido ayudará a que la economía digital crezca. Pero los creadores de políticas del continente deben recordar que no habrá un único mercado digital mientras existan normas que refuercen divergencias entre naciones respecto de la privacidad y obstaculicen el uso de datos anónimos para la publicidad digital. Toda una generación de emprendedores digitales europeos está en juego.

Christopher Engman is CEO of the Swedish online account marketer Vendemore. Traducción: Esteban Flamini.

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