Europeísmo progresista en acción

A pesar de su importancia obvia, el Brexit es una mera cuestión secundaria cundo se lo compara con la desintegración apagada pero más fundamental que está ocurriendo en toda la Unión Europea. El centro político no contiene a los estados miembro clave. El nacionalismo está en marcha en todas partes. Hasta los gobiernos pro-europeos, en la práctica, han abandonado todos los planes para una consolidación genuina, y están cada vez más a la deriva hacia la renacionalización de los sistemas bancarios, la deuda pública y la política social.

Con el Brexit desde el norte y el despliegue de un anti-europeísmo xenófobo por parte del gobierno de Italia desde el sur, “una unión cada vez más estrecha” se está convirtiendo en un símbolo absurdo de la desconexión entre la realidad y la propaganda del establishment de la UE. Y el eclipse político de la canciller alemana, Angela Merkel, le está agregando impulso a esta dinámica.

Mientras que la mayoría de las miradas están puestas en lo que sucede en Londres y Roma, Alemania es la que ofrece las mejores pistas para el estado debilitado de la UE. Alemania está experimentando una crisis paradójica. La usina de Europa está atestada de dinero. Un impresionante excedente de cuenta corriente está produciendo un tsunami de ingresos de capital. El gobierno federal está en superávit. Los ahorros extranjeros provenientes de toda Europa buscan un refugio seguro en los bancos alemanes. Los hogares alemanes están ahorrando. Hasta las corporaciones alemanas acumulan efectivo.

¿Entonces por qué el centro político de Alemania no se sostiene? ¿Por qué los principales partidos están perdiendo apoyo a raudales? ¿Por qué el descontento, la xenofobia y la precariedad están aparentemente triunfando?

La respuesta no es difícil de discernir: el hábitat de Alemania, Europa, está en una crisis sistémica cada vez más profunda, con efectos que están calando en la sociedad alemana y deprimiendo a regiones y comunidades enteras. Las políticas inhumanas de austeridad que se experimentaron y pusieron a prueba en Grecia, poco después, se extendieron al resto de Europa, incluida Alemania.

La política de tener un excedente presupuestario federal durante tiempos deflacionarios ha conducido a una infraestructura en decadencia y a servicios públicos en franco deterioro, lo que queda reflejado en los hospitales sobrecargados y en las escuelas desfinanciadas. Las repercusiones de los bajos niveles de inversión en la gente y en tecnologías verdes han dejado a una mayoría de alemanes con la sensación de sentirse atrapados.

Desde que comenzó la crisis del euro, un muro de dinero ha venido impulsando los precios de las acciones alemanas, los precios de la vivienda en las principales ciudades y la desigualdad. Por cierto, a la mitad de la población cada vez le cuesta más llegar a fin de mes. Abunda la liquidez, pero los alemanes comunes y corrientes y la inversión en el medio ambiente apenas reciben unas pocas gotas.

No debería sorprendernos la crisis paradójica de Alemania. Las economías europeas están absolutamente interconectadas, y también lo están los destinos de sus pueblos. Como podría haber dicho Hegel, ningún pueblo europeo puede ser próspero y libre cuando otros países europeos están condenados a la depresión permanente que crea la austeridad eterna.

La devaluación interna en los países del sur no pudo reequilibrar sus economías por la simple razón de que, si bien los salarios y los precios cayeron, digamos, en Grecia y España, la deuda no, hundiendo así a poblaciones enteras en la insolvencia. Para preservar la UE, el Banco Central Europeo tuvo que intervenir con tasas de interés negativas y compras de activos. Pero las tasas de interés negativas resultaron en un achicamiento de los fondos de pensión alemanes, a la vez que las compras de activos magnificaron la desigualdad en Alemania. Esta combinación de baja demanda, tasas de interés negativas, creciente desigualdad y asimetrías en aumento dentro y entre países europeos es la verdadera causa del creciente nacionalismo.

Ésta es la razón por la que se percibe un tufillo de desintegración en todas partes, no sólo en la deprimida Grecia o en una Italia hoy gobernada por populistas racistas, sino también en una Alemania peligrosamente dividida. La precondición para terminar con la desintegración de Europa es la liberación de millones de alemanes de una existencia precaria en medio de una tremenda riqueza. Y el prerrequisito para liberarlos es el abandono de la falsa creencia de que la Europa del norte está en choque con la Europa del sur.

La verdadera batalla transcurre al interior de cada país de la UE. Es una batalla entre progresistas y autoritarios, ya sean austeros del establishment o racistas insurgentes. Éste es el verdadero conflicto que se esconde detrás de la fachada de política de identidad y del pánico moral por los migrantes.

Quienes somos activos a la hora de construir un movimiento político progresista paneuropeo creemos que sólo una transnacionalidad en la acción puede contrarrestar los discursos sectarios y nacionalistas que esconden la lucha subyacente. En la práctica, esto significa desarrollar una agenda política paneuropea única y formar un vehículo electoral transnacional único que dispute elecciones en toda Europa sobre la base de esa agenda.

Afortunadamente, ésta ya no es una empresa teórica. El Movimiento Democracia en Europa 2025, DiEM25, ya ha formulado una agenda de estas características, un Nuevo Acuerdo Verde para Europa, y ha constituido una formación electoral transnacional, Primavera Europea. En mayo de 2019, cuando se realice la elección del Parlamento Europeo, Primavera Europea participará a través de los partidos nacionales que hayamos establecido, o con quienes nos hayamos aliado, en todo el continente.

El pasado fin de semana, la Asamblea de nuestro partido alemán, Demokratie in Europa, me eligió para encabezar su lista de candidatos para el Parlamento Europeo. Mi candidatura simboliza el fin de la división norte-sur y epitomiza la nueva política transnacional que es singularmente capaz de salvar la democracia europea, la democracia alemana y, por cierto, la democracia griega, italiana y francesa. En los próximos meses, haré campaña en Grecia, como líder de nuestro partido griego (MeRA25) que se presentará en las elecciones nacionales de Grecia, en Alemania como candidato para el Parlamento Europeo y en el resto de Europa en nombre de Primavera Europea.

Cuando mis compatriotas griegos me pregunten por qué me presento simultáneamente en las elecciones nacionales de Grecia y en Alemania como candidato para representar a los alemanes en Bruselas, mi respuesta será: porque nuestra crisis europea es una sola, aun si se manifiesta de manera diferente en Grecia y en Alemania. Y cuando los votantes alemanes me pregunten “¿Por qué un griego busca nuestros votos aquí en Alemania para representarnos en el Parlamento Europeo?”, mi respuesta será: porque las políticas que están privando a tantos alemanes de toda esperanza primero se experimentaron y se pusieron a prueba en el laboratorio distópico que fue Grecia.

Es hora de que los europeos sean audaces y valientes y estén preparados para hacer lo que nuestros antepasados no lograron cumplir en los años 1930: poner la política democrática transnacional al servicio del europeísmo progresista.

Yanis Varoufakis, a former finance minister of Greece, is Professor of Economics at the University of Athens.

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