Europride: apoteosis y decepción

Esta tarde tendrá lugar en Madrid el Europride, la gran celebración europea del Orgullo Gay. Para ser exactos, la expresión preferida ahora es Orgullo LGTB, siglas éstas más inclusivas, pues aúnan las reivindicaciones de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales. El Europride de Madrid representa la culminación simbólica de un proceso de lucha por la igualdad de todos ellos en España.

Aún dejando de lado las exageradas cifras de previsibles asistentes que anuncian los organizadores, el hecho es que el acontecimiento constituirá una auténtica apoteosis para un movimiento social que, hace justamente 20 años, apenas lograba reunir a algo más de un centenar de personas. Será, sin embargo, una apoteosis no exenta de sombras. Significados activistas que se entregaron por completo a la lucha por la igualdad de gays y lesbianas han sido marginados, e incluso objeto de conspiración, por parte de aquellos compañeros de lucha que han acumulado provecho personal y poder como resultado de la enorme proyección social y política que ha adquirido la cuestión gay en los últimos años.

El escritor Ricardo Llamas, uno de los intelectuales más valiosos en ese movimiento, hace años que abandonó el activismo. Lo mismo se puede decir de otras figuras significativas que, en medio de una profunda decepción, han dejado de colaborar con las organizaciones del mundo LGTB y, en particular, con la Federación Estatal de Lesbianas, Gays y Transexuales (FELGT). Es el caso, por ejemplo, del teniente coronel Sánchez Silva, cuya sonada salida del armario contribuyó significativamente a la normalización de la cuestión gay en la sociedad española. Y es también el caso del sacerdote José Mantero, otra persona que se lo jugó todo con una salida que tuvo una enorme repercusión internacional, y cuyas duras críticas y acusaciones hacia el activismo organizado han causado perplejidad. Es, por tanto, ahora un momento adecuado para recapacitar.

La ya famosa FELGT asumió un papel hegemónico en el proceso que llevó a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005. Dicho papel de liderazgo le vino dado en parte por una brillante estrategia de marketing, de imagen. Su impresionante nombre -Federación Estatal- sugiere un carácter oficial y representativo que, de hecho, no tiene (al menos no más que otras organizaciones y federaciones). Tales organizaciones y federaciones, en buena parte como resultado de la estrategia de la FELGT, han sido sistemáticamente marginadas por los medios de comunicación y por las instituciones, al haberse generado la impresión de que la FELGT es el portavoz único del movimiento LGTB. Tal ha sido el éxito de su estrategia que ha logrado catapultar a uno de sus ex presidentes -Pedro Zerolo- al mundo de la alta política, lo que ha tenido resultados indiscutiblemente positivos para el movimiento gay español, especialmente en lo concerniente al matrimonio.

La Federación Colegas y la Fundación Triángulo son ejemplos de federaciones, también estatales, es decir, que están implantadas por todo el país, y llevan a cabo una intensa labor política y educativa. Además, existen otras federaciones a escala autonómica, como la Coordinadora Gai-Lesbiana de Cataluña, y organizaciones, como el Colectivo No Te Prives, de Murcia, que van por libre en sus ya décadas de activismo. De un modo ciertamente injusto, tales organizaciones, con sus múltiples actividades, algunas de ramificaciones internacionales, han permanecido invisibles para los medios de comunicación.

La labor de las organizaciones que componen la FELG ha sido, no hay duda de ello, decisiva para la consecución de toda una serie de logros por la igualdad. Por ejemplo, la organización asturiana Xega fue pionera allá por 1997 (cuando aún no era miembro de la FELGT) en reivindicar el derecho al matrimonio. Pero la Federación, como tal entidad, con el reconocimiento y privilegios que ha obtenido, ha generado ya superestructuras en las que entran en juego el poder, el dinero y las ambiciones políticas. Y ello ha hecho que los intereses personales y corporativos comiencen a primar sobre los de aquellas personas a quienes dicen representar. Cuando la sana crítica interna se sustituye por la autocomplacencia y la exigencia de incondicionalidad quedan abiertas las puertas al fanatismo y a los favoritismos.

De varios países latinoamericanos han llegado quejas de acciones partidistas de la FELGT, tales como invitaciones pagadas a activistas de organizaciones ideológicamente afines a la FELGT a venir a España (con fondos procedentes de subvenciones estatales) y marginación simultánea de otras organizaciones, lo que ha generado divisiones y enfrentamientos entre los activistas de esos países. Pero no sólo de Latinoamérica han llegado tales protestas. Como ya señalaba antes, incluso dentro del activismo afín a la FELGT se producen quejas de activistas que se han visto marginados, e incluso objeto de conspiración. Como en un suma y sigue, las acusaciones de incompetencia y corrupción se suceden.

Publicaciones de base, como la revista Nación Gay, ya venían advirtiendo desde hace años de lo que veían como alarmantes signos de la situación a la que ahora se ha llegado. Pero el activismo gay y las multitudes de simpatizantes ponían en aquel entonces toda su energía en la consecución de los objetivos legales, de modo que la necesidad de estar unidos se veía como más importante que la crítica interna.

Afortunadamente, existe todavía un sano activismo de base, movido por personas idealistas y sin pretensiones de ganancia personal. La organización Milhomes de A Coruña, por ejemplo, lleva a cabo desde hace tiempo una intensa campaña de reivindicación de la figura de Tomás Fábregas, un activista gallego que en los momentos más difíciles de la era del SIDA contribuyó al reconocimiento en Estados Unidos de ciertos derechos para personas con esa enfermedad. Falleció en San Francisco y, mientras que allí ha sido objeto de público reconocimiento, en su tierra natal permanece prácticamente ignorado. También, por encima de conspiraciones y partidismos, se mantienen figuras ya casi legendarias como Jordi Petit, que cuenta con un merecido prestigio internacional, y con el reconocimiento oficial de la ciudad de Barcelona, y que de toda una vida dedicada al activismo no ha sacado -ni buscado- ningún beneficio personal. Figuras como ésa no deberían ser nunca relegadas a un segundo plano.

Para el mundo gay, la obtención del derecho al matrimonio más que un logro histórico ha supuesto una salida de la prehistoria, esa tremenda prehistoria en que se encuentran millones de homosexuales en el resto del mundo. Por eso es, a mi modo de ver, muy importante la eliminación del requisito de residencia para la celebración de un matrimonio entre dos extranjeros. Con independencia de que tal matrimonio sea o no reconocido en sus países de origen, ello tendría un doble efecto. Por una parte, permitiría ver realizado un sueño de la máxima importancia a muchas parejas de otros países, principalmente de nuestro entorno geográfico, debido a la cercanía, y, seguramente, también de Latinoamérica, por la cercanía cultural. En segundo lugar, podría dar lugar a litigios en sus países de origen por el reconocimiento de tal vínculo, lo que podría conducir a la larga a su reconocimiento legal. El requisito de residencia no es en absoluto necesario, como lo demuestra el hecho de que Canadá no lo tenga. Es tan solo un modo de dificultar la realización del matrimonio.

Esperemos que la apoteosis del Europride sirva para dar fuerza a objetivos como éste y, en general, a todo aquello que sirva para eliminar la injusta discriminación que siguen sufriendo gays, lesbianas y transexuales, así como para reforzar un activismo ético cuyo objetivo sea la lucha por la justicia y no la ambición de poder.

Juan Antonio Herrero Brasas, profesor de Ética Social en la Universidad del Estado de California.