'Euskadi is different'

Es este título copia de un lema usado otrora en una campaña publicitaria para fomentar la venida de turistas extranjeros a España. Solía ir acompañado de imágenes de imponentes monumentos históricos o bien de atractivos parajes naturales. Pero con él no pretendo aludir a la panoplia de «tots els colors del verd» que, como cantó Raimon, caracterizan el paisaje vascongado, ni al árbol de Gernika ni al Guggenheim, signos de identidad de sus raíces históricas y de su apuesta por la modernidad, respectivamente. Ni tampoco a la admirable tozudez del Athletic de Bilbao, empeñado en mantener sus esencias ante unos rivales rendidos a la globalización.

Ciñámonos al terreno económico. Las cifras de paro que hemos alcanzado en el conjunto del Estado son de un calibre considerable, nada menos que en torno al 20%. Sin embargo, en las provincias vascongadas está por debajo de la mitad de ese porcentaje. Un relativo paraíso dentro del tsunami. Sería injusto centrar en el favorable trato fiscal y presupuestario que el concierto, y sobre todo el cálculo del correspondiente cupo, les otorgan como única razón de tan amplia diferencia, aunque sin duda algún papel juega. Cierto también que en el País Vasco, en los tiempos en que los perros se ataban con longanizas, la especulación inmobiliaria nunca alcanzó las disparatadas dimensiones conocidas en otras comunidades, por lo que el estallido de la burbuja no ha dejado en la calle a demasiado personal. Pero hay que reconocer que también ha jugado un papel importante el buen quehacer de las fuerzas sociales y políticas que siempre tuvieron claro que debían centrar sus esfuerzos y los recursos, pocos o muchos, de que disponían en modernizar su infraestructura industrial, potenciar la formación profesional de sus recursos humanos y proteger aquellas organizaciones privadas que, como las cooperativas de Mondragón, comulgasen con estos objetivos. ¿No será que la txapela protege la mente de ensoñaciones que conducen a adoptar conductas que no son consecuentes con su historia y sus valores? Si así fuera, habría que extender el uso de tal prenda.

Últimamente las cajas de ahorros españolas están en el ojo del huracán. Hay dudas sobre su viabilidad y el Banco de España ha puesto en marcha medidas de presión para obligar a un buen montón de ellas a practicar toda clase de coyundas y/o después transformarse en bancos. Predomina entre los responsables de nuestra política bancaria la opinión de que buena parte de la culpa de este desaguisado estriba en la excesiva injerencia de las instancias políticas autonómicas en la administración de estas instituciones, por lo que se ha condicionado toda inyección de recursos necesarios para superar la crisis a la adopción de medidas que, en último término, desvinculen a estas entidades financieras del Gobierno de su comunidad.

En este panorama tan turbulento las tres cajas vascas son una excepción, pues muestran una salud envidiable. Tienen unos recursos propios bastante por encima del mínimo exigible, por lo que no tienen problemas de capitalización, y parece que no pasan angustias en su liquidez. Una de ellas se ha permitido el lujo, con la bendición -o quizá a instancias- del Banco de España, de acudir al salvamento de una entidad andaluza a punto de naufragar. Pero lo cierto es que cada una de las tres cajas es absolutamente dependiente de su respectiva diputación foral, que es quien se encarga de nombrar y supervisar estrechamente a sus gestores, lo que desmiente el tópico que circula por las cercanías de la plaza de la Cibeles sobre la incompetencia de las autoridades políticas no estatales para ejercer estas funciones.

Algunos argumentarán que tan buena salud se debe al gran volumen de recursos que las respectivas diputaciones, recaudadoras de la mayoría de los impuestos, les dan a administrar. Sin duda, algo habrá contribuido esta circunstancia. Pero los hechos demuestran que históricamente estas cajas han sabido evitar algunos escollos en los que sus homólogas hispanas han tropezado. Por ejemplo, cada una de ellas renunció a entrar en los territorios de las otras dos, con lo que no se ha producido la profusión de oficinas que se ha dado en otras latitudes, como por ejemplo en Catalunya. Y en todo momento las riendas de cada una de estas tres entidades se han puesto en manos de personas que, siendo quizá ideológicamente próximas al partido dominante en la respectiva diputación, gozasen de experiencia profesional y tuviesen suficiente sentido de la responsabilidad como para no perder de vista tanto el papel que corresponde a una caja de ahorros como las restricciones que una buena gestión del riesgo impone a las operaciones que puede realizar. La burguesía vasca supo en su día crear unos bancos que ayudaron a su fortalecimiento industrial; hoy los políticos de aquellas latitudes han dado un ejemplo de buen hacer del que otros deberían aprender. El hecho diferencial vasco es una realidad en muchos planos. También en el económico.

A. Serra Ramoneda, catedrático de Economía de la Empresa y presidente de Tribuna Barcelona.

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