Euskadi pactada frente a ETA

Euskadi pactada frente a ETA. Es, probablemente, la única afirmación que se puede formular después de las últimas elecciones municipales y forales. Por si era necesario un recordatorio de la realidad social, cultural y política de Euskadi, el resultado electoral pone de manifiesto que la política en Euskadi sólo puede existir mediante el pacto. Y que si la política sólo puede existir pacto mediante, Euskadi como sujeto político sólo puede ser fruto del pacto.

Pero vayamos por partes. Después de muchos años de hegemonía nacionalista, aunque siempre se haya tratado más de un esfuerzo por ejercer hegemonía que de una hegemonía real y efectiva, después de que la única excepción a dicha hegemonía -dejando de lado, por el momento, los gobiernos de coalición entre nacionalistas y socialistas bien en toda la comunidad autónoma, bien en uno o dos de los territorios- haya sido la Diputación foral de Álava, volvemos a encontrarnos con una sociedad vasca que sólo quiere ser gobernada por medio de pactos.

Las mayorías absolutas en algún nivel de las instituciones vascas han sido excepción. Lo normal ha sido la necesidad de pactar. Y si bien es verdad que el nacionalismo central, el del PNV, se ha jactado de encontrarse en la posición de poder pactar en distintas instituciones con partidos diferentes según las necesidades, pues él, el PNV, era el eje articulador central de la política vasca, ahora parece que ni esa afirmación es sostenible. Teóricamente, al menos, son pensables otros pactos que dan mayorías suficientes para gobernar, pactos en los que el PNV no es pieza inevitable.

Continuando con el análisis, se ve además algo que ya han advertido algunos partidos al comentar el resultado electoral -por ejemplo el propio PNV y el PSE-: no parece fácil aplicar una misma y única lógica a todos los pactos necesarios en los distintos niveles institucionales en los diferentes territorios. La imposibilidad de una única y exclusiva lógica que guíe todos los pactos necesarios pone de manifiesto la complejidad del mapa político vasco tras estas elecciones -algo que por otra parte debiera ser evidente desde hace bastantes años-. Ni el tripartito del Gobierno vasco es extensible sin más a todas partes, ni una alternativa tripartita al PNV es posible en todos los lugares, ni tan siquiera la exclusión a priori del PP parece fácilmente posible.

Ante una situación de tal complejidad, que a más de uno puede llevar a pensar que no se trata simplemente de una sociedad políticamente compleja, sino de una sociedad con atisbos de desestructuración política, es interesante atender a las ideas que los líderes políticos van articulando como guías de sus posibles pactos. Se trata, eso sí, de una selección arbitraria.

El presidente del PNV ha hablado de que los pactos los dicta la necesidad y ha recordado a su partido que el tripartito del Gobierno vasco no es extensible a todos los lugares y a todas las instituciones. Los líderes del PSE -Patxi López, José Antonio Pastor- han hablado de la posible alternativa al PNV, y también de la posible concordancia ideológica con IU/EB-Aralar, pero también de que no puede tratarse de cambios de cromos. La presidenta de Eusko Alkartasuna habla de pactos nacionales, entiendo que quiere decir pactos que apunten a la apuesta de EA por lo que debiera ser Euskadi, más allá de las posibilidades concretas que se puedan dar en un territorio, véase Guipúzcoa. Desde IU/EB-Aralar se oía, antes de las elecciones, que el derecho a decidir de los vascos era la prueba del nueve de la capacidad de pacto, mientras que ahora suenan más las campanas del progreso.

No les va a resultar fácil, dada la fragmentación del mapa electoral y dadas las distintas lógicas desde las que se aproximan a los pactos, dar con un resultado coherente. Y quizá tampoco sea tan deseable un resultado lógico y del todo coherente: si los ciudadanos han apostado, en esa suma impredecible que son las elecciones democráticas, por la complejidad, por la falta de lógica, si se quiere por la incoherencia, no sería bueno que los partidos la construyeran contra la voluntad de los electores. Sólo cabe apuntar a dos continuidades: el voto no nacionalista no desciende. En todo caso aumenta. Y ni siquiera el PNV está a salvo de sufrir en las elecciones, un aviso a quienes construyen un resultado electoral como la base de un futuro sin quiebra alguna posible.

Convenía continuar este artículo analizando la coherencia de los discursos postelectorales -por ejemplo la referencia de J. A. Pastor a la concordancia ideológica del PSE con EB/IU-Aralar, me imagino que olvidándose de la incoherencia estructural de IU, que apuesta por el derecho a decidir de los vascos, pero que reniega de la posibilidad de romper la caja única de la Seguridad Social-, pero la ETA que nos tenía acostumbrados a su ingerencia en los procesos electorales mediante atentado, ahora lo ha hecho después de las elecciones mediante comunicado que amenaza con atentados. Y nos rompe el discurso.

La situación se ha clarificado, al menos por parte de ETA: ya no nos obliga a hacer exégesis de sus verdaderas intenciones calibrando el valor de los hechos -el atentado y los asesinados de Barajas-, y las palabras -el mantenimiento de la tregua-. Se acabó. Todo está claro: ETA vuelve al lugar de donde probablemente nunca se ha movido: o el futuro de Euskadi se escribe en su gramática y desde su lógica, o no hay futuro. Desautoriza a todos los que creímos ver atisbos de cambio en su proclamación del alto el fuego: nada. Vimos nuestros sueños y nuestras esperanzas, nuestros deseos. No la realidad de lo que es ETA: una organización que vive de mantener viva la lógica que desmiente radicalmente la lógica de la democracia, la lógica de la imperfección, la lógica del compromiso, la lógica del pacto, la lógica del mestizaje, la lógica de la complejidad.

ETA ha escrito que ella es la verdad de la Historia y del pueblo vasco: si ella desaparece, desaparecen el pueblo vasco y la historia vasca. Para que esto no suceda y no haya más atentados, el futuro del pueblo vasco, de la sociedad vasca debe ser escrito desde la lógica de ETA. Ninguna otra cosa vale. ¿Qué pretensión más absurda, que la historia futura pueda ser escrita desde la perspectiva de las víctimas de ETA! Se acabaría la historia vasca, se acabaría el pueblo vasco.

Fuera de ETA y de su lógica no hay historia vasca, no hay pueblo vasco, ni siquiera hay democracia. Sólo habrá la una, y el otro, y la democracia de verdad cuando se cumplan las exigencias de ETA: actuar en política como Batasuna, sin tapujos y mientras siga existiendo ETA como prueba de que el futuro de la sociedad vasca se escribirá desde la lógica de ETA, desde la aceptación de sus exigencias.

Unas exigencias en las que la imposibilidad de lo que se exige -el 'zazpirak bat', la unidad territorial, el socialismo, el Estado vasco unificado- no deja de jugar el papel de la exigencia incumplible que justifica el mantenimiento y la legitimidad de la lucha que no cesa, que no puede cesar: porque la liberación de la subjetividad colectiva siempre se enfrentará a cualquier objetivación del poder como es el Estado, cualquier Estado por muy democrático que se crea.

ETA ha clarificado su posición. Es el turno de todos los demás de clarificar la nuestra. El Estado en su conjunto -legislativo, ejecutivo, judicial, partidos políticos, opinión pública, asociaciones, sociedad en su conjunto- debe clarificar también su posición: es preciso derrotar a ETA porque lo que busca ETA es la derrota del Estado de Derecho. No hay término intermedio. No es posible traducir desde el romanticismo las exigencias de ETA a determinados defectos del Estado de Derecho: es el mismo Estado en cuanto tal lo que combate el nacionalismo revolucionario de ETA. Cuando ETA vuelva a estar débil se podrá hablar con ella, en el contexto de su debilidad y manteniendo todos los elementos que provocan esa debilidad. Pero no es posible ningún diálogo mientras ETA mantenga su propia gramática y su propia lógica: en ellas sólo cabe la derrota del Estado de Derecho.

Por eso sólo se podrá hablar con ETA cuando se la haya obligado a aceptar que en democracia no existe otro lenguaje, otra gramática y otra lógica que la del Estado de Derecho. En una situación de conflicto, antes que entender la posición del contrario, es preciso saber muy bien cuál es la posición propia, lo que uno tiene que defender. Y me temo que ésa sigue siendo nuestra asignatura pendiente.

Joseba Arregui