Evitar el despido, no abaratarlo

El texto del real decreto de medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo dedica prácticamente el doble de espacio a actuaciones para que las personas en desempleo y los jóvenes encuentren un puesto de trabajo que a lo relacionado con el despido. Esta es la proporción lógica, dado que la reforma pretende mejorar las condiciones para que se cree empleo y para que se hagan más contratos indefinidos, y conseguir que el despido sea la última opción a la que recurren las empresas en periodos de crisis.

¿Por qué se pone entonces el acento en el despido? No quiero creer que quienes lo hacen actúan con una demagogia que poco ayuda a mejorar la productividad, ni a modernizar nuestro mercado de trabajo, ni a la creación de empleo, ni a dar oportunidades a los jóvenes, ni a convertir en estable el empleo precario¿

Las condiciones de despido no son uno de los elementos relevantes de la reforma. Las indemnizaciones siguen siendo de 45, 33 o 20 días para trabajadores con contrato fijo. No se reduce ninguna y los trabajadores seguirán recibiendo la misma indemnización que hasta ahora si se extingue su contrato indefinido. La novedad radica en que tendrán menos coste para los empresarios, ya que una parte de la indemnización irá a cargo de un fondo que se nutre de cotizaciones empresariales. De la misma manera que todos los trabajadores y trabajadoras cotizamos por el desempleo, pero solo los que lo precisan hacen uso de la prestación, todas las empresas aportan recursos a un fondo al que recurren solo las que se ven obligadas a despedir.

Hay trabajadores que verán mejorados sus derechos, ya que se incrementará progresivamente la indemnización por despido para las personas con contrato temporal, que pasarán de recibir el equivalente a 8 días de trabajo a 12. El 2015 se llegará al 50% más de indemnización por despido. También se reconoce el derecho al desempleo a los jóvenes que finalizan contratos en formación.

La nuestra es una economía que, de la misma manera que permite que se cree mucho empleo y empresas en épocas de fuerte crecimiento, también hace fácil que se destruyan numerosos puestos de trabajo en etapas de crisis como la actual, de ahí la necesidad de un análisis riguroso, profundo y sereno de la realidad del mercado laboral español.

Los primeros elementos a tener en cuenta son aquellos que nos diferencian sustancialmente de los países de nuestro entorno. Países que son, a la vez, nuestros aliados y nuestros competidores en un mercado global. El más relevante de esos elementos es la tasa de paro, pero no la de hoy, cuando la crisis se ha cebado en los puestos de trabajo; ese dato nos ha diferenciado de Europa durante más de un cuarto de siglo. Entre 1980 y el 2009 la tasa media de paro en España ha estado siempre por encima del 15%. Solo hace falta recordar que, con 2.500.000 desempleados en nuestras estadísticas, más de tres millones de personas vinieron de fuera a trabajar porque el mercado laboral necesitaba más trabajadores y trabajadoras. Para evitar esta elevada tasa de paro, el decreto afronta una de las principales deficiencias de nuestro mercado laboral: que el despido es la primera opción para la empresa cuando las circunstancias hacen descender la producción o las ventas.

Diversos mecanismos, que en otros países aplican con buenos resultados, convierten el despido en la última de las opciones. Flexibilidad interna, adaptación de las condiciones de trabajo, moderación salarial, reducciones horarias, son medidas que aplicadas temporalmente ayudan en estas situaciones a mantener los puestos de trabajo. Lo que no debe entenderse como un sinónimo de precariedad. Además, debemos sumar recursos, ante todo entre los servicios de empleo autonómicos y el estatal, y también con las agencias de colocación y las empresas de trabajo temporal.

Otro de los elementos diferenciales respecto a Europa es la dualidad de nuestro mercado laboral. Los trabajadores con contrato indefinido tienen determinadas ventajas laborales que no existen para los que tienen contrato temporal. El peso de determinados sectores en nuestra economía no nos permite renunciar a los contratos temporales, pero debemos evitar que se consolide una especie de temporalidad permanente.

El Gobierno ha promovido medidas que impulsarán el cambio de modelo productivo, pero también es necesario definir mejor el uso de la contratación temporal y evitar el encadenamiento de contratos que perjudica claramente al trabajador. La reforma no tiene por objeto recortar los derechos de 15 millones de trabajadores y trabajadoras que tienen un contrato estable, sino dar oportunidades a los más de ocho millones atrapados en la temporalidad o en el desempleo.

Estas son solo dos de las anomalías que la reforma laboral debe corregir, no pensando en mañana, sino en un horizonte a largo plazo. Ayer mismo, el Consejo Europeo, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, aprobó la estrategia 2020, el conjunto de objetivos que compartimos todos los países de la UE, objetivos que deben permitirnos consolidar el modelo de Estado del bienestar al que no estamos dispuestos a renunciar.

En el momento actual, en el que hemos vuelto a tasas positivas de crecimiento, aún modestas, es fundamental que la reforma contribuya a crear un clima de confianza en nuestro potencial de crecimiento y en recuperar la creación de empleo cuanto antes.

Celestino Corbacho, ministro de Trabajo e Inmigración.