Excéntricos con gato

Por si no están al tanto: el próximo martes, 20 de febrero, es el día internacional del gato. No porque febrero sea desde siempre el mes en que los gatos buscan pareja (a maullido limpio, por cierto), sino que la fecha se la debemos a un gato en particular, Socks, adoptado por el expresidente de Estados Unidos Bill Clinton, y que murió el 20 de febrero del 2009. Fue uno de los primeros gatos que se hizo famoso en las redes sociales. De hecho, el día internacional del gato tampoco existiría sin ellas.

Al día internacional del gato no le faltan ni buenas intenciones ni discrepancias. Las primeras, en cuanto a su finalidad. Según el Fondo Internacional para el Bienestar Animal, fue creado "para concienciar sobre los cuidados que hay que procurar a los felinos y promover la adopción". Las discrepancias vienen de la elección de la fecha. Parece ser que hay distintos días del gato en diferentes partes del mundo –dice muy poco de los humanos que ni siquiera en esto logremos ponernos de acuerdo—: en Europa se celebra el 8 de agosto, en Estados Unidos el 20 de febrero y en Inglaterra, cómo no, juegan a la contra y han elegido celebrarlo el 29 de octubre.

Los catlovers o amantes de los gatos, que son legión en internet, no ven en ello ningún inconveniente: celebran felices tres días del gato al año subiendo montones de fotografías y vídeos. Ver vídeos de gatos en internet se ha convertido en un entretenimiento de lo más común. Hay grabaciones de todo tipo: temáticas de los más diverso (gatos saltando, gatos maullando, gatos que se asustan al ver un calabacín…) y resúmenes de los mejores del año.

Además de muchos, los catlovers son muy trabajadores: el hashtag #catsofinstagram recoge ya más de 73 millones de fotos y vídeos de felinos domésticos. La misma cuenta en Twitter tiene más de un millón trescientos mil seguidores. También se pueden encontrar cuentas de gatos célebres, como Grumpy Cat (el gato gruñón, aunque es en realidad una gata), conocido por su expresión de constante mal humor. Su perfil oficial tiene cerca de un millón y medio de seguidores.

En realidad, motivos nobles para amar a los gatos no faltan. Los hay históricos: muchas sociedades los han amado, incluso divinizado, como los antiguos egipcios. Estéticos: la belleza de los felinos es hipnótica. Sociológicos: su amistad con los humanos dura 9.000 años y se basa en el mutuo beneficio. Rabiosamente contemporáneos: está demostrado que el ronroneo gatuno calma el estrés humano. Médicos: precisamente porque nos relaja tener un gato cerca, su compañía nos libra de enfermedades cardiovasculares. Filosóficas: acariciar un gato es una buena manera de practicar eso tan moderno del mindfulness, o la conciencia plena (para ambos, gato y humano).

Así que tener gato parece que está de moda, como demuestran las cifras: es la mascota que más crece en todo el mundo. No es extraño: son animalitos adaptados a los tiempos del individualismo. Se las apañan bastante bien sin los humanos, incluso varios días; apenas necesitan cuidados, son elegantes, discretos, tranquilos, no conocen la palabra prisa. De hecho, son tan discretos que muchos les toman por desagradables o ariscos. Me dan ganas de escribir una acalorada defensa del minino, pero me la reservaré para el próximo día del gato, en agosto.

Luego están las rarezas. En Japón, donde tienen a los gatos en un pedestal, hay bares en los que pagas por el privilegio de acariciar a los gatos que allí viven. Si pagas un poco más, puedes darles de comer. Hay largas colas para entrar en esos locales. También en Japón se han puesto de moda las pelucas para los gatos y no es raro ver a pobres felinos domésticos con la cabeza de Marge Simpson. El último grito —seguro que lo adivinan— es la peluca al estilo Trump. Uf.

Confieso que comencé a tener gatos porque algunos de mis escritores más admirados los tenían. Joyce Carol Oates está todo el tiempo compartiendo en Twitter fotos de los suyos. Doris Lessing dijo al recibir el Nobel que a su gato le había sentado muy mal el premio. Beppo era el gato blanco al que Borges le dedicó poemas. Lo mismo que Bukowski, cuyos versos con gatos son tan numerosos que han dado pie a una antología temática. Walter Scott mandó retratar al óleo a su gato Hinx.

Neil Gaiman habla constantemente de los suyos en su blog. T. S. Elliot les dedicó un poemario, en el que luego se basó el musical Cats. Bohumil Hrabal amaba a los gatos hasta el punto que juntó una colonia entera en su casa de campo. Una vez que le entrevisté, hace más de 20 años, me presenté con un suéter de gatos. Pidió hablar conmigo la primera, ante la estupefacción de mis colegas. En fin. Diría que la excentricidad del escritor y la del gato conectan a la perfección. Igual el 20 de febrero también podría ser el día de los excéntricos (escritores o no) con gato.

Care Santos, escritora.

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