Excesiva prisa alemana por el Nord Stream 2

En ocasiones todos podemos ser víctimas de engaño; es lo que le sucederá a la Unión Europea si aprueba el proyecto Nord Stream 2, que prevé duplicar el suministro de gas natural desde Rusia a Alemania a través del Báltico. Las cinco empresas europeas incluidas en el proyecto (cada una de ellas con una participación del 10%) afirman que su sociedad con la empresa rusa Gazprom (dueña del 50% restante) es una iniciativa comercial como cualquier otra. Pero es algo mucho más peligroso que eso.

Hace una década, cuando se anunció el acuerdo para la construcción del primer gasoducto Nord Stream, el entonces primer ministro de Polonia, Radek Sikorski, comparó el proyecto con el pacto Molotov‑Ribbentrop de 1939 (el tratado de no agresión entre la Alemania hitlerista y la Unión Soviética estalinista). Cuando la UE suscribió el acuerdo, a Sikorski lo acusaron de exagerar grotescamente.

Hoy, después de la anexión rusa de Crimea y mientras desde Moscú se sigue desvirtuando la soberanía ucraniana, la comparación de Sikorski no parece tan desmesurada. La realidad es que Gazprom se está convirtiendo cada vez más en una herramienta (además de fuente de ingresos) de la política del Kremlin, que ha usado reiteradamente el suministro de gas como medio de extorsión política; en particular, para mantener a raya a repúblicas exsoviéticas como Ucrania.

El argumento para la construcción del Nord Stream 2 es que cubrirá la creciente demanda de gas de la UE. Pero la capacidad de los gasoductos ya tendidos entre la UE y Rusia es más del doble de la demanda actual de Europa. Según datos propios de Gazprom, en 2015 Rusia exportó a Europa occidental poco más de 100 000 millones de metros cúbicos (MMC) de gas natural, mucho menos de la mitad de la capacidad instalada.

El consumo de gas natural de la UE no justifica construir un gasoducto de 55 000 MMC. En 2014, el consumo cayó un 23%, a 387 000 MMC, desde un máximo alcanzado en 2010 de 502 000 MMC; fue su menor nivel desde 1995. De hecho, la tasa de utilización de la capacidad de Nord Stream fue solo 43% en 2013, 65% en 2014 y 71% en 2015.

Algunos dirán que el consumo de gas en Europa crecerá. ¿Será así? El 80% de todo el consumo de gas de la UE corresponde a siete países de Europa occidental (de los que Alemania es el mayor), todos los cuales tienen alta eficiencia energética y programas de adopción de energías renovables. A menos que Europa decida ponerse a derrochar gas natural barato, su consumo seguirá reduciéndose. Por otra parte, duplicar la capacidad de Nord Stream a 110 000 MMC permitiría en teoría a Europa importar todo el gas ruso, solamente a través de ese gasoducto.

Y ese es precisamente el riesgo, si se construye Nord Stream 2. Es casi seguro que en muy poco tiempo los gasoductos Hermandad y Yamal (que conectan a Rusia con Ucrania y Polonia respectivamente) comenzarán a tener dificultades económicas. Sin las comisiones por derecho de paso de las que dependen, sufrirán un veloz y grave deterioro por falta de mantenimiento. Polonia, Eslovaquia, Bielorrusia y Ucrania (con sus 100 millones de personas) quedarán privados de una importante fuente de ingresos, lo que los debilitará económicamente y los hará más vulnerables a la presión del Kremlin.

El único ganador real será Rusia, que se asegurará conseguir más dinero europeo por más tiempo. Las inversiones de Occidente en gasoductos nuevos atarán el sistema energético europeo al gas natural ruso, y tal vez desalienten la transición a un uso eficiente de la energía.

La propaganda corporativa y la de Rusia tratarán de hacer creer a la opinión pública alemana que el Nord Stream 2 será una especie de cordón sanitario energético que aislará a Alemania de los problemas de sus vecinos orientales (aunque sean socios dentro de la UE). Pero con Nord Stream 2 esos problemas serán inevitables. Una Ucrania más pobre será más fácilmente víctima de la agresión rusa. Y el control ruso de Bielorrusia será aun más fuerte si cerrara el Yamal.

Además, los alemanes y el resto de los europeos tendrán que hacer frente a las consecuencias. Al comprometerse a comprar más gas ruso del necesario y por más tiempo, la UE ayudará a financiar el rearme de Rusia, que es una amenaza directa a la paz en Europa.

Según el Índice Mundial de Militarización del Centro Internacional de Bonn para la Conversión, Rusia es uno de los países más militarizados del mundo. Durante el primer trimestre de 2016, Rusia gastó un 37% de su presupuesto federal en fuerzas militares y de seguridad; la gran mayoría de ese gasto se financió vendiendo gas y petróleo a Europa.

O sea que nosotros los europeos financiamos las guerras de Rusia en Ucrania y Siria, su ocupación militar de Crimea, Osetia del Sur, Abjasia y Transnistria, y sus provocaciones con aviones de combate en el Báltico y otros lugares. Cuanto más gas compramos a Rusia, más dinero tiene Vladímir Putin para la modernización del ejército y la “guerra híbrida” (la complementación de las fuerzas convencionales rusas con tropas irregulares y armas cibernéticas).

La pregunta que Alemania y sus dirigentes deben hacerse es si se toman la paz en serio. Si la respuesta es afirmativa, es esencial que dejen de financiar los ejércitos rusos (con o sin uniforme).

¿Se toman en serio los alemanes la UE, que garantizó siete décadas de paz en lo que antes era con diferencia una de las regiones más violentas del mundo? ¿Se toman en serio la lucha contra el cambio climático y la defensa del futuro del planeta? Si la respuesta es afirmativa, deben empezar a consumir mucho menos gas natural, no más.

Nord Stream 2 se contradice con todo lo que el gobierno alemán dice valorar por encima de todo: la subsistencia de la UE, la paz en Europa y el medioambiente. Los políticos alemanes deberían recordar las palabras que, según se dice, pronunció otro ocupante del Kremlin (Lenin): “Los capitalistas nos venderán la cuerda con que los ahorcaremos”.

Juraj Mesík is a climate and energy adviser at the Slovak Foreign Policy Association. Traducción: Esteban Flamini

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