Extraña conmoción por una reina plebeya

Por Henry Kamen, historiador (EL MUNDO, 13/11/03):

Es notorio el sentimiento de sorpresa, e incluso de conmoción, con que el público español recibió la noticia de que el Príncipe de Asturias había elegido como futura esposa a una ciudadana corriente. Hacía ya mucho tiempo que las revistas del corazón examinaban con sumo cuidado a todas las hijas solteras disponibles de la realeza europea con el propósito de ayudar al Príncipe en lo que ellos consideraban un problema. En realidad el problema era sólo suyo. Hubo un período de la Historia cuando las familias reales europeas intentaban casarse entre ellas, ya que solamente el principio dinástico mantenía unidos los territorios. El ejemplo más notable es el de la familia Habsburgo, que intentó proteger sus posesiones casándose con miembros de otras ramas de la misma familia. Pero esa práctica desapareció hace ya mucho tiempo, cuando el principio de la sucesión dinástica dejó de ser importante.

Durante los últimos 300 años no ha sido raro que miembros varones de familias reales europeas se casen con plebeyas. España, como siempre, era diferente, y se desconocía esta práctica. Con el actual compromiso matrimonial es la primera vez en 500 años que un heredero varón de la Corona española ha decidido casarse con una plebeya. En estas circunstancias, Letizia Ortiz se convertirá en la primera Reina no noble de toda la Historia de España. Algunos periodistas llegan al punto de ver el enlace como una unión entre los elementos democráticos y reales que ciertamente reforzarán la monarquía. No estoy seguro de que estén en lo cierto.

Detengámonos algo más en las circunstancias. Los conceptos de noble y no noble son bastante faltos de significado, porque hacen referencia a categorías artificiales creadas por decisiones arbitrarias.Ya en el siglo XVI los escritores argüían que el concepto de nobleza no era una cuestión de sangre o de herencia, sino de conducta y de vida correcta. De la misma manera, el concepto de realeza y de Familia Real era y es una ficción creada por las decisiones humanas. No puede existir mejor ejemplo que el de la propia Historia de España: el caso de José I, rey de España desde 1808 hasta 1813. José no era ni noble ni real, procedía de una familia plebeya normal y su madre por casualidad se llamaba Letizia; también se casó con la hija de un mercader. Pero su hermano era el emperador Napoleón, y por tanto José llegó a ser noble y real, y Rey primero de Nápoles y después de España. Fue el primer Rey plebeyo de España, si deseamos verlo de esta manera; pero también era no plebeyo, ya que su status era real. Ser real, en otras palabras, es una cuestión primero de denominación (que José tenía) y segundo de linaje (que él no tenía). No existe ninguna razón para que Letizia Ortiz, como José I, no se convierta en real por nominación. Se requeriría solamente, si lo entiendo correctamente, que el actual Rey decidiera nombrarla real. Tomemos otro ejemplo español. Cuando Alfonso XIII quiso casarse con Victoria Eugenia, a quien había conocido en Londres, ésta era noble pero no real. La Reina Victoria de Inglaterra puso remedio al problema y nombró a su nieta Alteza Real, lo cual por supuesto la convirtió en miembro real. Cuando se contrae matrimonio, todas las condiciones deben ser congruentes. Existen reglas fijas sobre la materia, pero siempre pueden romperse. La Reina Victoria no mostraba mucho respeto por las reglas y las rompía siempre que lo deseaba.

¿Por qué se preocupaban tanto en el pasado de que los príncipes se casaran sólo dentro del pequeño círculo de familias reales? Hoy a nadie le preocupa esto. Si el príncipe desea casarse con una plebeya, no está rompiendo ninguna regla. Se reconoce en todo el universo que el amor tiene prioridad sobre la condición social. Uno de los cuadros más famosos del pintor inglés de la época victoriana, Sir Edward Burne-Jones, tiene como tema la leyenda de un rey Cophetua que se casó con una doncella mendiga.El cuadro, del año 1884, puede hoy admirarse en la Tate Gallery de Londres. En cada Familia Real de Europa, los dirigentes varones se han casado en algún momento con plebeyas. Tal vez el caso más famoso en Francia sea el del gran Luis XIV, quien al final de su vida se casó con una plebeya, Madame de Maintenon. En Inglaterra, el caso del Duque de Windsor en el siglo pasado es bien conocido, y por supuesto hay otros. El hecho es que, si los príncipes tuvieran que elegir sólo entre la así llamada nobleza del mundo, les sería muy difícil encontrar cónyuges. Este ha sido por ejemplo el caso de la Familia Real rusa. Rusia es una república, pero la familia rusa, los Romanov, todavía existe. Y todos los varones herederos de las distintas ramas de la familia Romanov se han casado con plebeyas, porque no podían encontrar compañeras nobles adecuadas.

Sin embargo, hay otras estimaciones que debemos tener en cuenta.Es totalmente normal y aceptable que un heredero varón se case con una plebeya. Pero según una tradición bien establecida, hay sanciones si así lo hace. Hace un siglo o más, los príncipes alemanes, que querían asegurarse de que el poder político no escapara del control de sus familias, determinaron las sanciones.Ya que todas las familias reales de Europa han estado en algún momento entroncadas con los alemanes (la Reina actual de España es de descendencia alemana), las reglas se han aceptado normalmente en todas partes. Según las reglas, los matrimonios morganáticos (esto es, matrimonios de condición social desigual) eran perfectamente válidos, pero acarreaban consecuencias. En la ceremonia de la boda, por ejemplo, el varón no debe tomar a la novia con la mano derecha, como es normal, sino con la izquierda, para mostrar su condición desigual. Tales enlaces matrimoniales eran conocidos como «matrimonios de mano izquierda» (Ehe zur linke Hand). En un matrimonio morganático, la novia no noble no puede compartir el título del marido o la propiedad y los hijos también pueden verse afectados. Las reglas se le aplicaron al Duque de Windsor.Las reglas también se aplican a todas las esposas plebeyas de la Casa de Romanov, cuyos hijos han perdido de automático el derecho a suceder al hipotético trono de Rusia.

Ya que no soy un experto en Derecho constitucional, no tengo ninguna idea de cómo se tratará en España la cuestión del matrimonio morganático. De aplicarse las leyes, Letizia Ortiz sería Reina, pero no podría reinar, así que de hecho solamente sería reina consorte. El status de sus hijos tendría también que ser regulado porque, si ella no fuera realmente Reina, entonces sus hijos no serían realmente príncipes con derecho a sucesión. En el pasado, cuando los Reyes de España se ausentaban o estaban enfermos, la Reina podía actuar en su lugar y firmar documentos en su nombre.Este fue el caso de la esposa de Felipe V, Isabel Farnesio, y también de la esposa de Alfonso XIII, Victoria Eugenia. Pero, ¿tendría Letizia el mismo derecho de actuar por su esposo? Esta es una de las muchas y dudosas cuestiones que deben solventar el Tribunal Constitucional y el Gobierno de España. El Tribunal, por ejemplo, quizá tenga también que revisar su polémica decisión de 1997 respecto al derecho exclusivo de los varones a suceder a los títulos. ¿Tales títulos incluyen la Corona de España?

A la postre, por supuesto, el matrimonio morganático es también un concepto artificial, porque la verdadera autoridad en asuntos de Gobierno y monarquía no es la monarquía en sí misma, o las tradiciones de la monarquía, o las reglas aceptadas por las casas nobles. Existe una sola autoridad: el Estado, cuyos deseos en el mundo moderno vienen dictados por el Gobierno del día. El Gobierno y las Cortes, en nuestra constitución democrática, deciden las reglas. Y si el Estado desea que Letizia sea una verdadera Reina, será una verdadera Reina, no meramente una Cenicienta que de repente se transforma por arte de magia en Princesa, siempre vigilante antes de que el reloj dé las doce.