Factor humano y productividad en la industria 4.0

Las máquinas se han ido introduciendo en el proceso productivo de forma progresiva desde la primera revolución industrial, fundamentalmente sustituyendo la mano de obra o ampliando sus capacidades. Lo que ha representado un tremendo incremento de productividad que, junto con la globalización, ha transformado profundamente el propio sector industrial mediante la externalización de actividades productivas, especialmente las de servicios para la industria, y ha incidido en un notable incremento de la competitividad y, consecuentemente, en el off-shoring hacia países con mejores condiciones de productividad.

La productividad seguirá siendo esencial para sobresalir en este entorno tan competitivo, pero ¿de dónde han de venir las mejoras necesarias en la llamada industria 4.0?

La eficiencia de las máquinas será prácticamente la misma en cualquier parte del mundo, ya que sus fabricantes serán globales, y la utilización local del trabajo continuará siendo cada vez más reducida, por lo que su aportación a la productividad diferencial será también reducida. En este contexto, la productividad tendrá que venir de otros factores, como la integración de las máquinas en el sistema productivo, especialmente en la logística de los proveedores; la excelencia en su mantenimiento, que permita aumentar su disponibilidad; el incremento de su flexibilidad, para adaptarse a los continuos cambios de la demanda, etcétera. Y es aquí donde tienen un papel fundamental los recursos humanos, pero con perfiles muy diferentes a los actuales.

Contrariamente a lo que cabría esperar, en un entorno altamente tecnificado las habilidades que se requerirán han de tener un componente más emocional y menos racional. Porque los temas puramente mecánicos y racionales se acabarán automatizando, mientras que los emocionales quedarán en el entorno humano, al menos en el estado actual de la tecnología. Es decir, que lo previsible se automatizará, mientras que se necesitarán más habilidades humanas tendentes a solucionar lo que no se puede prever.

En efecto, se precisarán capacidades de conocimiento, naturalmente, pero mucho más de imaginación para idear soluciones o para innovar nuevos procesos; de liderazgo, naturalmente, pero especialmente en entornos complejos; de trabajo en equipo, naturalmente, pero fundamentalmente enfocadas a la realización de trabajo colaborativo. Por ejemplo, según un reciente estudio del World Economic Forum, las habilidades menos requeridas en el 2020 serán las físicas (4%) y las relacionadas con los contenidos (10%), mientras que las más demandadas serán las de resolución de problemas complejos (35%) y las de relación social (19%).

Algunos estudios remarcan, además, que estos rasgos más emocionales, tradicionalmente más relacionados con el género femenino, podrían representar una oportunidad para acelerar la disminución del diferencial de género en el trabajo industrial, cuya evolución es tan lenta que se estima que, al ritmo actual, pudiera tardar en igualarse algo más de 100 años.

Finalmente, cabe decir que, como la cualificación en estas habilidades más humanas y no el coste de la mano de obra va a ser el aspecto más determinante en la productividad, se abre una oportunidad también para el re-shoring industrial en los países con más condiciones y capacidad de generar perfiles con las características indicadas anteriormente.

Pero todas estas transformaciones no suceden solas, en realidad son oportunidades que se han de gestionar adecuadamente para que se conviertan en realidades. Habrá que actuar, por una parte, en el ámbito formativo, preparando a las nuevas generaciones en conocimientos técnicos capaces de crear y sustentar las infraestructuras tecnológicas necesarias; pero también, especialmente, en el fomento de habilidades creativas, de relación social, de toma de decisiones en entornos inciertos, de liderazgo facilitador, etcétera; habilidades necesarias para la gestión de la complejidad del nuevo entorno productivo. Y por otra, en el ámbito de los gobiernos, creando las condiciones para que las nuevas formas de trabajo, las nuevas empresas productivas y los sistemas de innovación que las propician puedan florecer y desarrollarse. No es tarea fácil, pero es imprescindible para poder aprovechar el nuevo entorno que ofrece la denominada industria 4.0.

Josep Maria Vilà Solanes, presidente de UPC Alumni de la Universitat Politècnica de Catalunya.

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