Facultades sin cafetería

La formación a través de internet, el denominado e-learning, no solo está creciendo en las empresas, sino que ya ha llegado a las universidades. No se trata de una moda, es un fenómeno que en los próximos años irá a más. Para bien, porque populariza los estudios de máximo nivel, y para mal, por el riesgo de despersonalización que entraña.

La editorial de la prestigiosa Universidad de Oxford ha publicado recientemente un informe en el que se sostiene que la fórmula en línea predominará en la docencia dirigida a los adultos en la próxima década.

Los responsables de la Universidad de Boston coinciden al interpretar que esta fórmula es idónea para los programas pensados para alumnos adultos y de la tercera edad. Los profesores se refieren de un modo explícito a los mayores, y no a los jóvenes, como sería previsible a juzgar por la lógica naturalidad con que se mueven los nativos digitales en el entorno virtual. En algunas facultades de esta gran institución, situada en cuarto lugar en la lista de las mayores universidades privadas de Estados Unidos, el 40% de los planes de asignaturas han sido concebidos para aplicarse en la web. De esta manera se llega a las aulas globales e intergeneracionales.

La proporción de alumnos a distancia en nuestro país es menor: alrededor del 15% del total, lo cual equivale a una cifra de 208.000 matriculados en titulaciones oficiales. Además, los posgrados y las diversas ofertas de formación continua han atraído a otros 80.000 internautas. Nuestros centros presenciales han perdido un volumen aproximado de 150.000 jóvenes en un decenio, una realidad que contrasta con el incremento registrado en las facultades digitales, tanto públicas como privadas, según se recoge en el trabajo Datos y cifras del sistema universitario español curso 2010-2011, del Ministerio de Educación.

La Universitat Oberta de Catalunya (UOC), fundación privada compuesta por organismos públicos y creada en 1995, y sobre todo la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), que nació en 1972 y sigue siendo la única que depende del Estado, fueron las pioneras y hoy son las que están mejor asentadas, con 57.000 y 225.000 estudiantes respectivamente.

Conscientes de que hay mercado –empleados en activo que no pueden desplazarse a clase, chicos interesados en una titulación que no se imparte en su región, muchachos con una enorme curiosidad que no entienden ningún aspecto de su vida sin la mediación de una pantalla–, en el 2008 surgieron cuatro iniciativas de este tipo: la Universidad a Distancia de Madrid (Udima), la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), la Universidad Privada Internacional de Burgos (antes Universidad Internacional de Castilla y León, Unicyl) y la Valencian International University (VIU).

A pesar de que están corriendo suertes desiguales, la idea general ha cuajado porque es válida. No obstante, los proyectos históricos habrán de perfeccionar elementos de su desarrollo y el resto tendrá que superar esnobismos. Y es que esta metodología ha pasado de ser considerada como propia de la enseñanza de segunda categoría a constituirse en una obligación, incluso en los centros clásicos, aunque sea a tiempo parcial.

El e-learning y las estrategias mixtas (con segmentos presenciales y actividades on line) cuentan con aliados extraordinarios, como los dispositivos móviles de comunicación –teléfonos inteligentes, tabletas, etcétera– y las redes sociales, en especial Facebook y Twitter.

Por chocante que resulte, las experiencias más ricas en ese terreno proceden de naciones en vías de desarrollo, y no de potencias mundiales, como se ha puesto de manifiesto en las últimas ediciones de la Conferencia Iberoamericana en Sistemas, Cibernética e Informática, celebrada cada verano en la ciudad estadounidense de Orlando.

Una prueba efectuada en la Udima revela que 9 de cada 10 participantes en el ensayo cree que el uso del ipad facilita el seguimiento de los cursos. Más de la mitad de los 50 alumnos que se prestaron a colaborar en la investigación añaden que su productividad ha aumentado gracias al manejo del aparato de Apple. Sin embargo, la fascinación por lo electrónico y su aparente comodidad puede degenerar en una frialdad instrumental que expulsaría a profesores y estudiantes lejos de los valores clásicos que durante siglos se han ido construyendo desde la universidad, que tiene aulas, laboratorios y bibliotecas, pero también despachos, pasillos y cafeterías.

La convivencia es recomendable en ciertos ámbitos. Los docentes no deberían resignarse a aprobar a los futuros profesionales de su sector; tendrían que aspirar a cualificar a los ciudadanos del mañana.

Por Josep Lluís Micó, codirector del Digilab. Laboratori de Comunicació Digital de Cataluna.

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