¿Falló la austeridad en Europa?

Si bien muchos gobiernos europeos han anunciado recortes en el gasto y aumentos impositivos, sus indicadores de deuda respecto del PBI continúan empeorando. Si el propósito de la austeridad era reducir los niveles de deuda, sus críticos están en lo cierto: el ajuste del cinturón fiscal ha fallado. Pero la meta de la austeridad no era solo estabilizar las ratios de deuda.

De hecho, en algunos casos la austeridad ha funcionado según lo anunciado. El déficit fiscal alemán aumentó temporalmente cerca de 2,5 puntos porcentuales del PBI durante la recesión mundial de 2009; la rápida reducción del déficit ulterior no tuvo impacto negativo significativo sobre el crecimiento. Entonces, es posible reducir los déficits y mantener controlada la relación entre deuda y PBI –siempre que la economía no comience con grandes desequilibrios y el sistema financiero funcione adecuadamente. Obviamente, los países en la periferia de la zona del euro no cumplen esas condiciones.

Los países cuyos gobiernos han perdido acceso al financiamiento normal en los mercados (como Grecia, Irlanda y Portugal) o enfrentan primas de riesgo muy elevadas (como Italia y España en 2011-2012) sencillamente no tienen opción: deben reducir su gasto u obtener financiamiento de algún organismo oficial como el Fondo Monetario Internacional o el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). Pero el financiamiento oficial extranjero siempre estará sujeto a las condiciones de los prestamistas –quienes no tienen motivos para financiar la continuidad de niveles de gasto que previamente derivaron en problemas para el prestatario.

Entonces, en la periferia de la zona del euro, la austeridad no es una cuestión de sintonía fina de la demanda, sino de garantizar la solvencia de los gobiernos. A los economistas les gusta señalar que la solvencia tiene poco que ver con la ratio entre la deuda pública y el PBI actual, y mucho con la relación entre la deuda y los futuros ingresos fiscales esperados. La solvencia de un gobierno depende entonces mucho más de las perspectivas de crecimiento de largo plazo que de la relación actual entre deuda y PBI.

Una reducción en el déficit actual puede conducir en el corto plazo a una caída del PBI mayor que la reducción del déficit (si el multiplicador es mayor que uno), lo que causaría un aumento de la relación entre deuda y PBI. Pero casi todos los modelos económicos implican que un recorte en el gasto actual debiera conducir a un aumento del PBI en el largo plazo, porque permite reducir los impuestos (y disminuir, por lo tanto, las distorsiones económicas).

La austeridad debiera entonces ser siempre beneficiosa para la solvencia en el largo plazo, incluso si la relación entre deuda y PBI empeora en el corto. Por este motivo, el actual aumento de las ratios entre deuda y PBI en el sur de Europa no debe interpretarse como prueba de que la austeridad no funciona.

Además, la austeridad se ha visto acompañada por reformas estructurales que deberían aumentar el potencial de crecimiento de los países en el largo plazo, al tiempo que se han implementado reformas jubilatorias para reducir considerablemente el costo fiscal del envejecimiento poblacional. Esas reformas prometen fortalecer la solvencia de todos los gobiernos que las adopten, incluidos los de la periferia de la zona del euro.

Más importante aún es que la austeridad ha sido muy exitosa en devolver el equilibrio externo a la periferia de la zona del euro. Las cuentas corrientes de todos los países del sur de la zona del euro están mejorando rápidamente y, con la posible excepción de Grecia, pronto se convertirán en superávits. Este cambio fundamental ha contribuido a la reducción de las primas de riesgo durante el último año, a pesar de la agitación política que continúa muchos países (en especial, Italia, Portugal y Grecia).

El aspecto externo es crucial. Si la deuda pública está en manos de inversores locales, puede pagarse con impuestos sobre el PBI. Pero la deuda en manos de extranjeros solo puede pagarse con la venta al extranjero de bienes y servicios –esto es, exportaciones. Por lo tanto, la variable clave para los países con grandes déficits en sus cuentas corrientes y, por lo tanto, cargados con elevados niveles de deuda externa, no es la relación entre deuda y PBI, sino la ratio entre deuda externa y exportaciones (junto con las perspectivas de crecimiento de las exportaciones).

En este caso, los avances son alentadores. Durante los años de bonanza, cuando en países como Grecia, Portugal y España los déficits externos crecían cada vez más, sus exportaciones no aumentaron rápidamente y las relaciones entre deuda externa y exportaciones se deterioraron continuamente hasta alcanzar niveles que habitualmente se consideran señales de alerta. Por ejemplo, en España y Portugal la suma de los déficits anteriores relativos a las exportaciones anuales llegaron en 2009 al 300 % y al 400 % respectivamente (una ratio del 250 % habitualmente se considera el umbral a partir del cual pueden surgir problemas de financiamiento externo).

Con la austeridad, las importaciones se han desplomado en toda la periferia, mientras que las exportaciones –con ayuda de la caída de los costos laborales– van en aumento (excepto en Grecia). En consecuencia, las cuentas corrientes de estos países se acercan ahora al superávit y su solvencia externa mejora rápidamente.

De hecho, según el FMI, España debiera registrar crecientes superávits en su cuenta corriente durante los próximos cinco años a medida que sus exportaciones aumenten fuertemente. Esto reduciría a la mitad la actual relación entre deuda externa y exportaciones (hasta aproximadamente el 150 % en 2018), mientras que la ratio correspondiente a Portugal debiera caer hasta aproximadamente el 250 %. Incluso Italia, cuyos déficits externos se han mantenido en niveles reducidos, pronto registrará un superávit en su cuenta corriente.

La austeridad siempre implica enormes costos sociales; pero es inevitable cuando un país ha vivido por encima de sus posibilidades y perdido la confianza de sus acreedores extranjeros. Los aspectos centrales externos de la periferia de la zona del euro están mejorando rápidamente en la actualidad. En este sentido, la austeridad ha logrado exactamente lo que buscaba.

Daniel Gros is Director of the Brussels-based Center for European Policy Studies. He has worked for the International Monetary Fund, and served as an economic adviser to the European Commission, the European Parliament, and the French prime minister and finance minister. He is the editor of Economie Internationale and International Finance.

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