El laberinto, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, es «aquel lugar formado artificialmente por calles y encrucijadas para confundir a quien se adentra en él de modo que no puede acertar en la salida».
Sí, en efecto, Alberto Núñez Feijóo se encuentra en un laberinto en el que corre el riesgo de no saber salir por el momento. Feijóo, ante los continuos retos y desplantes que le lanza Sánchez, parece fiarlo todo a una doble estrategia que está resultando fallida, de ahí que se encuentre en un verdadero aprieto.
Por un lado, trata desde hace tiempo de apelar a un PSOE que ya no existe, aquel PSOE que en su día encabezara Felipe González y al que parecen pertenecer los García Page, Lambán y otros compañeros mártires. Pero no existe porque en realidad es el propio Felipe González quien ha capitulado ante Sánchez, de modo que resulta poco creíble que los pobres Page y Lambán puedan hacerle frente y bastante tienen con que el propio Sánchez no decida en cualquier momento cortarles las alas y dejarlos contra la pared, como ha venido ocurriendo con otros fieles escuderos de antaño que han sido arrojados por Sánchez a la cuneta. Llamar a una rebelión dentro del PSOE –como pretende Núñez Feijóo– para que te solucionen la papeleta es un recurso pueril porque en ese partido ya se ha demostrado que el que se mueve no sale en la foto, como le gustaba decir al ahora añorado Alfonso Guerra, de modo que ese camino tiene poco recorrido.
No, querido Sr. Núñez Feijóo, por ahí no vamos a ninguna parte y así va a seguir usted en el laberinto por mucho tiempo.
Por otro, parece fiarlo todo a una posible victoria electoral en las próximas elecciones generales del año que viene, exhibiendo como principal divisa y reclamo la centralidad, el diálogo y la moderación. Tres apelaciones ciertamente muy elegantes y constructivas que suenan muy bien pero resultan insatisfactorias para la resolución de los problemas que el país tiene planteado en estos momentos. Más bien me temo que ocultan su verdadero propósito: esperar de brazos cruzados a que el sanchismo se estrelle y el pueblo español le conceda sin más la mayoría absoluta al Partido Popular.
El precio que Núñez Feijóo ha decidido pagar para ocupar el centro político pasa por cerrar las puertas a Abascal, al mismo tiempo que trata de coquetear con el PNV y otros pequeños partidos en pos de la ansiada centralidad. Esta actitud encierra una doblez manifiesta puesto que el primero que está convencido de que para llegar a la Moncloa necesitará los votos de Vox es el propio Feijóo, según acreditan todas las encuestas que hoy conocemos. Creo honestamente que para defender un espacio político propio y un estilo determinado de hacer política no es necesario hacer feos a Vox, darle la espalda y poco menos que equipararlo continuamente a los populismos de izquierda, como si se pudiera comparar a Vox con Podemos y otras fuerzas afines de carácter rupturista. Tremenda y pertinaz injusticia que un día se volverá contra él.
Practicar la centralidad y proponer un «bilingüismo cordial» debe hacer las delicias de los separatistas que avanzan un día sí y otro también en la imposición nada cordial de sus lenguas regionales acosando al español en términos intolerables. Me parece a mí que la defensa del español en toda España necesita algo más que la propuesta de un bilingüismo cordial y si no que se lo digan a los miles y miles de padres que no pueden educar a sus hijos en la lengua común que nos es propia en los colegios e institutos de aquellos lares.
¿A quién se dirige, pues, el Sr. Núñez en estos momentos? ¿Qué es lo que realmente pretende? ¿No es consciente de que el Partido Socialista con el que él sueña y se afana en pactar, hoy ya no existe? ¿Es que no se atreve a aceptar que ha de combatir a un Frente Popular Comunista y Separatista en el que el PSOE es ya una mera pieza y en el que día a día cobran mayor importancia y decisión partidos como Bildu y la Esquerra Democrática de Cataluña? ¿De qué centralidad nos habla? ¿No sería más conveniente que intente armar una auténtica alternativa política que saque a España del marasmo al que nos conduce el actual Gobierno Frankenstein en vez de visitar frecuentemente al presidente Sánchez en la Moncloa con tan nulos resultados?
Apelar a conseguir una mayoría absoluta a escala nacional para gobernar en solitario no resulta creíble y no vale aludir a lo ocurrido en Andalucía para marear la perdiz y perder el tiempo. Va a ser necesario articular un verdadero proyecto de envergadura nacional con todos aquellos que desean que la Constitución del 78 perviva y no lleguemos a tener en el futuro una España ingobernable.
Sr. Feijóo, con todo respeto y consideración: póngase al frente y lidere de una vez la alternativa que el país necesita con los que van a ser sus aliados naturales, mal que le pese.
Ignacio Camuñas Solis fue ministro para las Relaciones con las Cortes (1977-1979).