¿Felipe VI en Cuba? Lo más tarde posible

Felipe VI en Cuba

Lamento, una vez más, ser políticamente incorrecto. Parece inminente el anuncio de la fecha de la visita del rey Felipe VI a Cuba. Ya sé que el lobby de hoteleros, financieros y empresarios, con intereses en la Cuba castrista, los diplomáticos (no todos), muchos medios de comunicación españoles, debidamente aleccionados, y una opinión pública desinformada, ven con buenos ojos que el rey visite La Habana “lo más pronto posible”.

Para un observador neutral, la visita de S. M. Felipe VI a Cuba, comprometida “lo más pronto posible”, antes de la retirada formal de Raúl Castro en febrero de 2018, no sólo es un error monumental, es una legitimación de España y de S. M. de la larga y penosa dictadura que el pueblo de Cuba ha padecido desde 1959. Por ello, en mi modesta opinión y con todo el respeto, don Felipe no debe ir “lo más pronto posible”, sino lo más tarde posible, en el momento conveniente para Cuba y para España, en que La Habana tenga un nuevo mandatario que mire hacia un futuro de libertad y reconciliación.

Desde el inicio de 2017, ante el giro y freno que podían tomar las relaciones de la nueva Administración Trump con Cuba, dada la parálisis reformista de Castro, el Gobierno cubano se ha dedicado a cortejar las cancillerías de todo el mundo, sobre todo a la española. Cortejo que es un cambio radical respecto a los últimos años. En la visita de Margallo a Cuba en 2014, el Gobierno de Cuba humilló al responsable de Exteriores español, que no fue recibido por Raúl Castro. Cuba limitó la dimensión del viaje a La Habana del ministro a una visita turística por La Habana Vieja con un guía supuestamente ilustrado, el Historiador de la Ciudad.

En el Ministerio de Asuntos Exteriores parece que desconocen el principio de reciprocidad, básico en relaciones internacionales. Lo normal habría sido pagar al ministro cubano de Asuntos Exteriores con la misma moneda: haber limitado el viaje del canciller Bruno Rodríguez a España, el 17 de abril de 2017, a una visita por el Madrid de los Austrias, de la mano de un funcionario de protocolo del Ministerio. En lugar de ello el ministro Dastis orquestó una entrevista con el presidente del Gobierno y una audiencia con el rey en el Palacio de La Zarzuela.

El canciller cubano regresó a Cuba con la promesa de una visita a La Habana para despedir a un dictador, a Raúl Castro, antes de su retirada del gobierno. ¿No es más conveniente para los intereses de España que el rey visite Cuba con un nuevo mandatario? A un nuevo mandatario se le puede ofrecer apoyo siempre que inicie un camino de libertad, de reformas. ¿Qué tiene que ofrecer Raúl Castro al rey antes de febrero de 2018, cuando el dictador se retire a los cuarteles de invierno desde los que va a intentar vigilar que nada cambie?

Todo el mundo en Cuba y en el exilio sabe que Raúl Castro procurará dirigir la política del Gobierno desde su nueva “posición de retiro” y que dificultará cualquier cambio político pues representa a un grupo inmovilista de poder gerontocrático decidido a perdurar lo más posible. Los dictadores comunistas son todopoderosos salvo en una cosa: la fecha de su muerte.La fecha y la hora la decide el comité central del partido, como ocurrió con el cadáver nunca visto de Fidel Castro.

Resulta llamativo el cúmulo de errores de los dirigentes de la diplomacia española en relación a Cuba. Errores que se remontan a 1990 con los afectuosos abrazos de Fidel a Felipe González en el cabaret Tropicana de La Habana; el tiempo perdido por el ministro Solchaga tratando de explicarles cómo hacer productiva una economía cerrada sólo con abrirla; Zapatero y Moratinos haciendo lobby en Europa, durante ocho años, para levantar la Posición Común Europea (lobby que continuan de modo privado y productivo); el papelón que Margallo sufrió en su primera visita a Cuba compensada en su segundo viaje con ocasión del fallecimiento del hermano de Raúl, Fidel. Un Margallo eufórico por haber sido recibido, por fin, por el dictador se comprometió a obtener una fecha de visita del rey a Cuba; la obligada comparecencia de S.M. el rey Juan Carlos en las exequias del dictador Fidel Castro, rodeado de maleantes como Maduro, Kirchner, Ortega y otros del mismo jaez, mientras que la Administración norteamericana sólo envió a un funcionario de tercera.

En abril y mayo de este año, el Gobierno español persiste en el error. Además de comprometer la visita de S. M. a La Habana, lo lógico y normal es que España, ante un nuevo gobierno democrático cubano, hubiera procedido, en ese momento, a la condonación de la deuda de tres mil millones de euros. En su mayoría créditos a la exportación, fallidos, a las empresas españolas que han invertido o comerciado con Cuba y que los contribuyentes españoles hemos tenido que pagar.

En lugar de ello, el Gobierno español ha liderado una condonación internacional de casi 8.000 millones de euros, de modo que la dictadura cubana está en condiciones de obtener nuevos créditos para mantener el mismo sistema improductivo y dictatorial. A España le ha costado 1.500 millones de euros de los contribuyentes y un aplazamiento de una cantidad similar en 18 años. Suma y sigue.

Sugiero, respetuosamente, que a la retirada de Raúl Castro en febrero de 2018, acuda el ministro Dastis, que irá encantado. Se puede argumentar que el viaje de S. M. es positivo porque a la vez que se despide a Raúl Castro se da la bienvenida a un nuevo mandatario designado por Castro. Cierto, pero la noticia relevante internacional será la despedida del dictador, con quien nada nos une.

Si se quiere una nueva relación con Cuba, lo más prudente y positivo es girar una vista a Cuba unas semanas más tarde de la retirada de Raúl Castro, transmitiendo un mensaje de renovación y futuro. Por ello lo mejor es retrasar el viaje de Felipe VI a La Habana “lo más tarde posible”, cuando de verdad se abra al menos una leve ventana de libertad en Cuba y se produzca un feliz reencuentro entre españoles y cubanos libres de ambos hemisferios.

Guillermo Gortázar es autor del libro 'Cuba: camino de libertad' (Editorial HC, Madrid, 2012)

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