Feliz bienvenida, su Majestad

Despejados los principales nubarrones, vacíos de contenido real, que aparecieron en la última etapa de vuestro reinado y próximo vuestro retorno a España, adonde viajaréis a partir de ahora con frecuencia, celebro muy intensamente vuestro regreso, Majestad, que permite reiterar el reconocimiento del mérito de vuestra importantísima acción política a lo largo de medio siglo de desvelos, de los que todos los españoles somos deudores.

Escribo desde la madurez de quien está de regreso de casi todo y no ha tenido jamás vocación política. Creo ser el único ciudadano de este país que por dos veces rechazó un ministerio en gobiernos de Franco, cuando yo era presidente ejecutivo de Altos Hornos de Vizcaya, desde mis jóvenes 38 años y sin antecedente vasco alguno. Se me ofreció la cartera de Industria y ante mi negativa fue llamado el presidente de Ensidesa Alfonso Álvarez de Miranda. Y más tarde no acepté la llamada para ocupar la vicepresidencia Económica y el Ministerio de Hacienda, con lo que Rafael Cabello de Alba ocupó estos cargos.

Feliz bienvenida, su MajestadIgualmente, al concluir mi paso por la política activa, no quise participar en alguno de los proyectos políticos de centro-derecha que se me ofrecieron y que se esbozaban en aquellos albores de la Transición. Pero sí había aceptado, y con gran satisfacción, la llamada de Don Juan Carlos tras su entronización como Rey de España para colaborar, desde mi radical y absoluta independencia, en el proceso de salir de una dictadura y crear una democracia. Y así, mientras mi gran amigo Manuel Fraga desempeñó la vicepresidencia Política y el Ministerio del Interior, en aquel primer Gobierno de la Transición, yo asumí la vicepresidencia Económica y el Ministerio de Hacienda, con potestad para designar, como así lo hice, los cinco restantes ministros del área económica (Leopoldo Calvo-Sotelo en Comercio, Carlos Pérez de Bricio en Industria, Antonio Valdés en Obras Públicas, Virgilio Oñate en Agricultura y Francisco Lozano en Vivienda); y todo ello con el entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro que, quizá por saberse de paso, dejó siempre hacer a todos los miembros de su Ejecutivo.

Aquel Gobierno, en el que había otras personalidades excepcionales, como José María de Areilza que ocupó Exteriores y Antonio Garrigues Díaz-Cañabate que desempeñó Justicia, recibió desde el primer momento el mandato y el impulso de Don Juan Carlos, siempre orientado a construir una Monarquía Parlamentaria como algunas que ya entonces brillaban en Europa.

Don Juan Carlos, que había heredado todos los poderes omnímodos de Franco, quiso trasladar esos poderes íntegramente a las instituciones de una democracia parlamentaria mediante un proceso ordenado «de la ley a la ley», en palabras de Torcuato Fernández Miranda, buscando siempre la reconciliación entre los españoles de todo signo para dar paso a un limpio y completo pluralismo.

Así, aquel primer Gobierno de su Majestad:

-Alentó la presencia y dio facilidades a la nueva y singular personalidad de Felipe González, recién investido en Suresnes como secretario general del PSOE, sin dificultar sus tareas de proselitismo; y ello, con Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista, todavía entre bastidores, aunque luego habría de desarrollar un papel fundamental.

-Autorizó el Congreso de la UGT entre el 15 y el 18 de abril de 1976, con destacada concurrencia internacional.

-Decretó la libertad sindical, con un gran desempeño de Rodolfo Martín Villa.

-Y promulgó en Las Cortes la Ley 21/1976, sobre el Derecho de Asociación Política, que dio paso a la inmediata creación de los partidos políticos.

Como vicepresidente de Asuntos Económicos, consideré necesario arrancar con una estabilización económica y con la correspondiente devaluación de nuestra moneda. Y en la declaración institucional de aquel primer Gobierno ya incluimos, con el impulso de su Majestad:

-La voluntad de instaurar una verdadera economía de mercado, cuando en España casi nadie creía en ella.

-El gran objetivo de ingresar en la Unión Europea (entonces Mercado Común).

-Y una decidida apertura al mundo, con especial y expreso interés en la cooperación con nuestros hermanos de Hispanoamérica y con nuestro vecino Marruecos.

El Rey nos encomendó, a Fraga y a mí, preparar un Consejo de Ministros que Don Juan Carlos presidió en Barcelona, en el Palacete Albéniz, el 20 de febrero de 1976, para nombrar especialistas que estudiaran, como asesores nuestros, ya desde aquel principio, un régimen administrativo especial para Cataluña y el País Vasco. Tarea que iniciamos, siguiendo siempre el impulso del Rey don Juan Carlos.

En lo económico, fue también importante la aprobación en las Cortes de la nueva Ley General Presupuestaria, que vino a sustituir a la antiquísima Ley de Administración y Contabilidad de 1911 y que, por primera vez en la historia de nuestro país, integró la totalidad de los gastos públicos de todo tipo.

Nuestros primeros proyectos de leyes fiscales se refirieron a una seria represión del fraude fiscal y a modificaciones exigentes del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas; proyectos ambos que desgraciadamente no llegaron a prosperar tras mi marcha del Ejecutivo.

Y, como aspecto de máxima trascendencia fiscal, impulsé el más rápido y completo estudio y edición del Libro Blanco de la Reforma Fiscal, publicado en junio de 1976, que por primera vez diseñó para España un sistema fiscal moderno, cuya estructura subsiste hoy, basada en el Impuesto de Sociedades y en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, como grandes impuestos directos, y en el Impuesto sobre el Valor Añadido, como nuevo gran impuesto indirecto, en sustitución del anterior Impuesto en cascada sobre el Tráfico de las Empresas.

Don Juan Carlos, en aquella etapa inicial, fue y continuó siempre siendo el impulsor y autor del proceso que nos ha conducido pacíficamente desde el callejón de una dictadura hasta nuestra libertad pletórica de hoy. Y cuantos hemos lanzado empresas españolas por el mundo sabemos bien del esfuerzo constante que ha hecho Don Juan Carlos en innumerables viajes y gestiones para cambiar la escala de nuestra presencia exterior, impulsando siempre limpiamente nuestras exportaciones y los intereses españoles.

Venimos de vivir 43 años de un régimen constitucional desde la promulgación de nuestra Carta Magna, redactada por el impulso de un Rey que se rodeó de patriotas de todos los colores para poner en marcha el nuevo modelo; que desde su primer gobierno actuó con decisión para salir de una dictadura; y que al frente de los equipos posteriores siguió impulsando el régimen de Monarquía Parlamentaria, la Constitución modélica de 1978 y todos los objetivos de progreso de este país. Y así España salió de una etapa autoritaria para llegar a la cumbre actual, como uno de los grandes Estados democráticos de la Unión Europea y del mundo.

Y por ello es y será siempre obligado para todos los españoles dar las gracias al gran Rey que, para la historia de España, ha sido Don Juan Carlos I de Borbón.

¡El más feliz retorno, Majestad!

Juan Miguel Villar Mir es doctor Ingeniero de Caminos y Licenciado en Derecho, dos veces catedrático de Universidad por oposición, fundador y presidente de honor del Grupo Villar Mir y académico de número de las Reales Academias de Ingeniería y de Ciencias Morales y Políticas.

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