Feminismo de derechas

Comienzo mi último libro, «Feminista y de derechas», recordando mi feminismo juvenil, pero también destacando las dudas de mis últimos años sobre el uso mismo de la palabra feminismo. Especialmente, por el problema que acaba de ejemplificar Carmen Calvo con su afirmación de que «el feminismo no es de todas, es de las socialistas». Esta es una de los grandes limitaciones del feminismo en los últimos años, esa pretensión de apropiación por una buena parte de la izquierda, esa falsa idea de que el feminismo es exclusivo de la izquierda.

Posiciones como las de Carmen Calvo han provocado las lógicas reticencias entre amplios sectores de las mujeres ante la palabra feminismo. Si el feminismo es Carmen Calvo, ¿quién va a querer apuntarse a ese concepto de igualdad tan sectario? A lo que se añade el intento de asimilación del feminismo con un discurso victimista en lo social y político y moralmente retrógrado en cuestiones como la sexualidad, y que a muchas mujeres nos recuerda más el siglo XIX que el XXI. Por ejemplo, cuando establece por ley, lo ha hecho el Gobierno de Macron, el castigo a quienes piropeen a las mujeres en la calle. Y otras muchas iniciativas que pasan del ridículo sonrojante como el de Macron a asuntos de mayor calado.

Y, sin embargo, el feminismo nació antes de que existieran siquiera los conceptos de izquierda y derecha tal como los conocemos hoy, y fue impulsado por mujeres de todas las ideologías políticas que tenían en común una idea y un objetivo: la igualdad de las mujeres. El feminismo es ideológicamente plural desde sus inicios. Y también es plural en sus ideas sobre las mujeres y en sus propuestas, lo que incluye, por ejemplo, amplias discrepancias respecto a las cuotas o tantas otras medidas. Y las mujeres de derechas creemos en la igualdad y en la necesidad de pelear por ella tanto como las mujeres de izquierdas. No hay un feminismo, hay diferentes feminismos. Y sí, hay que ponerles apellidos, los que distinguen, por ejemplo, el feminismo de las mujeres liberal-conservadoras de feminismos como el de Carmen Calvo.

Pero, más allá de esos apellidos, lo cierto es que compartimos dos ideas fundamentales, la convicción de que aún persisten la desigualdad y la discriminación, también en países muy avanzados como el nuestro, y el propósito de la acción política y cultural para lograr la igualdad. Y así se puso de manifiesto en la mesa redonda organizada por la Asociación de Comunicación Política a principios de este mes en el Congreso. Moderadas por la presidenta de ACOP, Verónica Fumanal, participamos la presidenta del Congreso, Meritxell Batel, Adriana Lastra, en representación del PSOE, Melisa Rodríguez, por Ciudadanos, Noelia Vera, por Unidas Podemos, y yo misma, por el Partido Popular. Surgieron las diferencias, los apellidos del feminismo, pero ese día destacó lo que nos une, nuestra crítica a la desigualdad de las mujeres y nuestro propósito de acabar con ella. Eso sí, con mujeres de todas las ideologías y con diferentes visiones del feminismo. Porque el feminismo, el feminismo plural, sí es de todas.

Edurne Uriarte, diputada del Partido Popular.

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