Feminismo sin feministas

Se cumple un año de las palabras de Carmen Calvo al responder a una entregada periodista “qué diría a una mujer que duda si asistir o no a la manifestación del 8-M a causa de la pandemia”. “Que le va la vida. Que le va su vida” respondía Calvo con ese tonillo cursi, monjil. Muy de un movimiento feminista, el actual, que sólo parece moverse entre ese registro y la ordinariez.

Si el feminismo debe atender al cuidado de las mujeres ante todo, ese día el PSOE y Podemos hicieron todo lo contrario. Ocultaron una información que conocían, poniendo en peligro a todas ellas y a ellos. A elles. Sólo para no quedarse sin su juguete reivindicativo.

Calvo ya era dueña de algunas frases memorables. Me interesa especialmente una. ¿El feminismo es de todas? “No, bonita”, responde Calvo. “Nos lo hemos currado en la genealogía del pensamiento progresista”.

Da para un tomo. El tono, la arrogancia, la superioridad. Ese “bonita” que, por cierto, cosifica. El desprecio a la belleza, incluso.

Y, por supuesto, la incultura, el uso chapucero del lenguaje al que tanto nos han acostumbrado algunas de las líderes y ministras socialistas.

¿Representan Calvo, Adriana Lastra, Arancha González Laya o María Jesús Montero a mi abuela, a mi madre, a mi hermana, a mi pareja o a mi hija?

Ni de lejos. ¿Las defienden? Tampoco.

A menudo, me pregunto qué pensarían las mujeres de mi vida, sobre todo las que ya me faltan, al ver las puestas en escena, las canciones o las coreografías.

Este 8-M se manifestarán “de forma descentralizada”. Qué rápido se construye un concepto.

Un palabro exclusivo para una elite. Porque Pilar, dueña de la cafetería de abajo, se ha tirado meses sin poder abrir y sin el privilegio de atendernos de forma descentralizada. Estaba clausurada, arruinada por orden de sus hermanas superioras a causa de una pandemia que esas mismas jefazas hicieron crecer con sus numeritos. Miembras todas ellas del Gobierno que peor ha gestionado esta pandemia en todo el mundo.

Decía Camille Paglia, una feminista de las de verdad, que era necesario librar al feminismo de las feministas.

Es curioso que el PSOE-Bonita haya cedido por sistema la competencia de igualdad allá donde gobierna. Llegado el momento, ellas, las que “se lo han currado” en la genealogía del pensamiento progresista, se piden Hacienda, Defensa, Asuntos Exteriores, Industria o Economía.

La minucia de Igualdad la dejan para Podemos y la pareja del vicepresidente. Un ejemplo único en el mundo. No hay un solo matrimonio sentado en otro Consejo de Ministros. Al menos en el mundo desarrollado.

Sólo Ferdinand Marcos, el dictador filipino, se atrevió a tanto. Es el modelo argentino que tanto admiran los Iglesias: el peronismo y su actualización kirchneriana.

Otro tabú que nadie se atreve a nombrar, aunque todos lo sepan. Irene Montero está ahí por ser pareja de. ¿Hay algo más insultante para tantas mujeres que sí están preparadas para ese puesto tan importante?

Irene gobierna con catorce asesoras, se paga con dinero público una niñera y ha llegado a un acuerdo con una escolta para no ir a juicio porque la ingrata se quejó de ser utilizada como recadera (y de tener que calentar el coche antes de que entrara en él la marquesa de Galapagar).

Irene tiene el mismo presupuesto para publicidad institucional que el Ministerio de Sanidad en plena pandemia. Pero se ha dedicado a hacer guías en las que habla de la sopa lésbica o del armario gay, a reivindicar la necesidad de llegar “sola y borracha a casa” o a informarnos sobre las propiedades demoníacas del color rosa.

Su partido, Podemos, ha puesto una denuncia falsa de acoso sexual contra uno de sus trabajadores y establecido una conexión preferente con la asociación Infancia Libre. Un grupo de mujeres a las que unía el odio a los hombres y cuya dirigente ha sido condenada por sustracción de menores.

Estos dos delitos, las denuncias falsas y la sustracción de menores, son el mismo modus operandi de Juana Rivas. Una delincuente que fue jaleada de forma irresponsable por toda la izquierda española.

En la Comunidad Valenciana, el PSOE ha cedido la competencia de Igualdad a Mónica Oltra.

Ambas, Montero y Oltra, son una muestra perfecta de lo que es el feminismo actual. Una actitud infantil, despechada y soberbia. La búsqueda de problemas simbólicos que no interesan ni a mi abuela, ni a mi madre, ni a mi hermana, ni a mi pareja, ni a mi hija.

Mujeres que siguen viendo mientras tanto (como también ven los hombres) que nadie se ocupa de su pensión, de su paro, de sus ayudas a la maternidad, de las ayudas a los hijos a cargo, de su abandono escolar, de su calidad educativa o de su acceso al mercado laboral.

Durante el gobierno de los que se han currado la genealogía del pensamiento progresista, España ha sufrido el mayor aumento de la tasa de desempleo femenino de toda la UE, hasta situarla en el 18,4%. Sólo por detrás de Grecia y casi diez puntos por encima de la media europea.

En una entrevista de este fin de semana, Oltra hablaba de ecofeminismo, interseccionalidad, trans, inclusión, racialización, consentimiento, armonización con el planeta, urbanismo feminista, patriarcado, roles y muchas cosas más que tienen algo en común: no interesan ni a mi abuela, ni a mi madre, ni a mi hermana, ni a mi pareja, ni a mi hija, y están lejos de poder ser solucionadas con las competencias políticas (no digamos ya las intelectuales) que tiene esta mujer que se hizo famosa vistiendo camisetas denuncia y que ha dejado claro que ni vale ni le interesa la gestión de la vida diaria de los valencianos. ¡Menuda ordinariez!

Oltra tampoco tocaba ni de lejos la verdadera brecha que existe en nuestro país. La que sufren las madres respecto al resto de los españoles, ya sean hombres, mujeres, gays, trans, bis, queer, o lo que quiera que seamos. De hecho, la palabra madre era mencionada sólo una vez en esa extensa entrevista, lo mismo que la palabra hijos.

Minucias.

La violencia contra las mujeres sigue en las mismas cifras que hace años. Imparable. No parece funcionar la política que se lleva a cabo. Tampoco hay muestras de que alguien esté dispuesto a escuchar siquiera la necesidad de hacer cambios. No, bonita. A la picota.

Por supuesto, nadie se plantea trabajar con unos hombres que se quedan descolgados en muchos aspectos (peores notas, abandono escolar, sinhogarismo, suicidios) y que andan muy lejos de ser esa exclusivísima elite de la que siempre hablan las Calvo o las Montero para demonizarnos: CEOs arrogantes y multimillonarios, violadores o asesinos.

La inmensa mayoría de los hombres tenemos lo mismo que ver con ellos que mi abuela, mi madre, mi hermana, mi pareja y mi hija con Irene Montero y sus privilegios: nada.

Hay que dar la batalla. Las políticas de igualdad no pueden ser un tótem inamovible detrás del que se parapetan cientos de organizaciones bien pagadas dispuestas a apedrear al que ose proponer un cambio. Deben dejar de ser un pasaporte de bondad para una elite que decide quién lo merece y quién no.

Hace falta valentía y cuestionar dogmas. Nuestras abuelas, madres, hermanas, parejas e hijas lo merecen.

Toni Cantó es coordinador autonómico de Ciudadanos en Valencia.

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