Fernández ganó las elecciones pero, ¿quién gobernará Argentina?

“¡No vuelven más!”. La frase, mezcla de admonición y deseo que durante años repitió un amplio sector de Argentina, probó ser falsa. El kirchnerismo vuelve al poder apenas cuatro años después de haberse marchado de la Casa Rosada y con un triunfo sólido de Alberto Fernández (de izquierda) frente al actual presidente Mauricio Macri (de derecha), al que derrotó con 48% de los votos frente al 40%.

“Los tiempos que vienen no son fáciles”, dijo ayer domingo en su discurso triunfal, en el que evitó las definiciones. Aún hay infinidad de preguntas que lo rodean, pero la principal, la que recorre Argentina es: ¿Será él quien gobierne o será su vicepresidenta (y expresidenta), Cristina Fernández de Kirchner?

Si no hay sobresaltos, Macri le dirá adiós a la presidencia el 10 de diciembre. Se despide del poder por los múltiples errores que cometió durante su mandato, debilitado porque jamás logró enderezar el rumbo económico: recesión, pobreza, inflación, deuda pública y desempleo resultaron demasiado. Porque como planteó el diario The Financial Times —no precisamente uno de izquierdas—, Macri “entregará la economía argentina en peor estado que la que heredó en 2015 de Cristina Fernández de Kirchner”. Vaya logro.

Aun así, Macri dejará el mando con un mérito mayúsculo: será el primer presidente de Argentina que no es militar o que no pertenece al peronismo que habrá completado su mandato desde 1928.

Alberto Fernández ya se prueba el traje de presidente, sabedor de los desafíos mayúsculos que lo esperan, tanto domésticos como internacionales. Por eso, infinidad de preguntas lo rodean: ¿Cómo será su relación con el crítico Fondo Monetario Internacional (FMI)? ¿Mantendrá el rechazo de Macri al régimen venezolano de Nicolás Maduro o le tenderá la mano? ¿Cómo se moverá en un contexto regional que ya registró erupciones en Perú, Ecuador, Bolivia y Chile? ¿Cómo lidiará con el mandatario brasileño Jair Bolsonaro, con quien ya protagonizó varios chispazos durante la campaña? ¿Buscará revisar el acuerdo de libre comercio que el Mercosur firmó con la Unión Europea?

También, por supuesto, la pregunta sobre su vicepresidenta, Fernández de Kirchner, que se ciñe sobre él desde el momento mismo en que ella lo ungió al frente de la fórmula y se ubicó a sí misma como su coequipera. Fue una nueva muestra del talento argentino para sorprender: es la primera vez en la historia que quien manda se queda con la candidatura a vicepresidenta y anuncia quién ocupará la pole position.

Máxima referente de una ala política definida por su apellido de casada, la expresidenta ungió a Alberto Fernández porque las encuestas le anticipaban que ella tenía los votos necesarios para liderar la oposición, pero no los suficientes para derrotar a Macri en una segunda vuelta.

Tuvo dos objetivos primordiales desde que se marchó de la Casa Rosada en diciembre de 2015. El primero, terminar con el gobierno de Macri. El segundo, y el primordial, lograr su reivindicación: con 13 procesos judiciales en su contra, Fernández de Kirchner quiere probarle al mundo que no es una delincuente.

Optó entonces por dejar que otro, de perfil más digerible para los votantes moderados, acaparara el reflector. Las urnas le dieron la razón este domingo, aunque muchos argentinos se preguntan si Alberto Fernández seguirá los pasos del expresidente ruso Dmitri Medvédev, quien fue poco más que un alter ego para el jerarca ruso Vladimir Putin, o más bien los del presidente Lenín Moreno en Ecuador, quien se distanció de su amigo y antecesor, Rafael Correa, ahora prófugo en el exilio.

El primer paso para responder esa incógnita comienza ahora, con la danza de postulantes para ocupar el futuro gabinete. ¿Definirá Alberto Fernández los nombres para cada puesto él solo? ¿Ella tendrá voz y voto?¿O incluso poder de veto?

Alberto Fernández sabe de estas preguntas y busca reafirmar su autonomía retórica en cada discurso que da. Si sus dichos se traducen en hechos, buscará cimentar los primeros pasos de su gestión en un trípode que incluye al kirchnerismo, a los peronistas no kirchneristas, y a los gobernadores peronistas. Estos últimos, como los señores feudales, comprometen su apoyo a cambio de beneficios para sus provincias, cargos en el futuro gabinete o prebendas personales.

Se trata de un trípode inestable pero que, por ahora, le resulta más que suficiente para encarar la transición y contrarrestar las presiones cruzadas. Así, si Fernández de Kirchner le exige demasiado, buscará apoyarse en los gobernadores. Cuando estos le pidan en exceso, acudirá a las otras figuras que lo rodean. Y si estos se pasan de la raya, convocará a los kirchneristas para contrarrestarlos.

El plan tiene riesgos, pero Fernández también cuenta con dos activos intangibles. El primero es que llega a la Casa Rosada como el mandatario electo con mayor experiencia a nivel presidencial desde el retorno de la democracia a la Argentina, en 1983. Fue jefe de Gabinete entre 2003 y 2008, como copiloto del entonces matrimonio presidencial Kirchner. Ninguno de los otros presidentes contaba con una experiencia previa en la cúspide del poder ejecutivo.

El segundo es casi indecible. A partir de hoy, sus mayores aliados podrían ser quienes hasta ayer eran sus opositores. Porque Alberto Fernández puede recordarles a todos —políticos, empresarios, sindicalistas, banqueros, periodistas, líderes extranjeros y hasta al FMI— que si a él le va mal como presidente, detrás suyo espera Fernández de Kirchner.

Hugo Alconada Mon es abogado, prosecretario de redacción del diario La Nación y miembro del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación.

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