Fernando Chueca, arquitecto humanista y político

Hoy se inauguran en la Real Academia de la Historia un ciclo de conferencias y una exposición sobre don Fernando Chueca Goitia, su vida y su obra. El ciclo de conferencias y la exposición tienen su origen en la junta académica celebrada el 28 de mayo de 2004, en la que trató Fernando Chueca de la Catedral de la Almudena y de sus proyectos y trabajos como arquitecto encargado de las obras. Se le había sugerido que, además, expusiese cómo había visto la catedral seis días antes, con motivo de haber asistido a la boda de Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias. A pesar de que su mujer Goya Aguinaga había muerto el día 25, Fernando Chueca decidió asistir a la sesión y cumplir la promesa que había hecho. Con gran maestría, expresó lo esencial de sus proyectos de terminación de las obras de la Almudena, concebidos desde estudiante, cuando veía sobresalir entre hiedras unos pilares que no sujetaban nada, y que tenían la apariencia de pertenecer a una ruina. Gracias a sus trabajos y tesón, al cabo de los años, vio terminada, por fin, la cúpula y pudo comprobar que había conseguido que se hiciese una verdadera catedral. Fernando Chueca describió cómo había visto la Almudena el día de su máximo esplendor: el de la boda de los Príncipes, con tantos personajes de la realeza, de la diplomacia, de las artes, de las armas, de las letras. Fue tan brillante y emotiva su exposición, que los académicos acordaron por unanimidad que diera un ciclo de conferencias en el otoño sobre sus creaciones como arquitecto, y que se hiciese una exposición con sus libros y dibujos y obras de sus colecciones, de modo que todo ello permitiera reflejarle como profesional de la arquitectura y como humanista. Al fallecer don Fernando el 30 de octubre de 2004, se modificó el proyecto de ciclo de conferencias para que participaran en él quienes tienen un conocimiento fundado de la vida y obra del arquitecto humanista.

El padre de Fernando Chueca era ingeniero industrial y supo crear un ambiente culto en su casa. Llevaba a sus hijos a los museos y, por las noches, les leía El Quijote y obras de Galdós y de otros buenos escritores. Viajaban por España para ver monumentos en pueblos y ciudades. Se comprende que el joven Fernando estudiase Arquitectura, que le interesasen el arte y la literatura y que, con el tiempo, destacase como humanista con vocación política. Participó en el famoso crucero del Mediterráneo organizado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid en el verano de 1933, dirigido por don Manuel García Morente. Con veintidós años pudo contemplar las ruinas de los principales monumentos de la antigüedad greco-latina explicados por don Manuel Gómez Moreno, al que seguía «como un perrillo faldero» el joven estudiante que era entonces Fernando Chueca, admirador del gran maestro. Seguro que, como estudiante de Arquitectura, ese viaje influyó en él para que se interesase por la historia.

Al volver a Madrid después de pasar el verano de 1936 en la Universidad Internacional de Santander, ya terminada su carrera, Fernando Chueca vio la faz negra y torva de la guerra. Participó activamente en los equipos que se formaron para salvar obras de arte de iglesias, conventos y palacios. Recordaba siempre cómo le había impresionado ver, desde la terraza de su casa, el incendio provocado en el vecino palacio de Liria en el otoño de 1936. Gracias a su trabajo y diligencia, colaboró activamente en rescatar de entre los escombros el valiosísimo archivo de la Casa de Alba, guardado en cajas metálicas y milagrosamente protegido por una gran masa de escombros. Organizó el traslado de las cajas a la parte abovedada del túnel del lado norte del Palacio y mandó tabicar la entrada con un grueso muro de ladrillo. Debido a esta acción, fue denunciado «por haber enterrado en los sótanos de Liria un archivo político de la derecha». Pudo demostrar enseguida que los documentos allí depositados eran antiguos, el mayor número de ellos con varios siglos de antigüedad, por lo que quedó libre enseguida. La acción de salvamento de obras de arte y el haber participado en el apuntalamiento de muros para evitar su derrumbe, pensaba Fernando Chueca que quizá explicasen sus acciones a favor de restaurar y conservar edificios antiguos.
Terminada la guerra civil, se vio sometido al usual proceso de depuración, por lo que no pudo encargarse de obras de arquitectura durante cuatro años. Debido a ello, pudo ocupar su tiempo en investigaciones de historia, guiado por dos grandes maestros: don Manuel Gómez Moreno y don Leopoldo Torres Balbás. Las investigaciones que publicó por entonces comenzaron a darle prestigio entre los historiadores del arte. Al fin, como arquitecto, en 1944, pudo ganar el Premio Nacional de Arquitectura de aquel año por el «proyecto teórico» para terminar la catedral de la Almudena, presentado con su compañero de curso Carlos Sidro. Tuvieron que esperar a 1949 para que el Ayuntamiento de Madrid les encargase la ejecución de la obra.

Fernando Chueca era de convicciones liberales, en un tiempo en el que no se concebía plantearlas sin revestirlas con los ropajes de la socialdemocracia. El prestigio de las planificaciones, y la convicción de que era conveniente que el Estado nacionalizara e interviniera en la economía, se impusieron sobre las ideas favorables al libre mercado y a la iniciativa privada, hasta provocar que los economistas liberales no se atreviesen a difundir su pensamiento.

Desencantado por el rumbo que tomó la actitud de los aliados respecto al régimen de Franco al terminar la segunda guerra mundial, Fernando Chueca permaneció en la oposición silenciosa hasta que en 1959 decidió integrarse en la agrupación política fundada por Dionisio Ridruejo. En los años 1973, 1974 y 1975 comenzó a apoyar la causa de Don Juan de Borbón, por considerar que la Monarquía era la única salida posible para conseguir la unidad de los españoles con un Rey que habría de serlo de todos.

Fernando Chueca fue siempre fiel a sus planteamientos liberales sobre «una sociedad libre en un mundo libre», por lo que se afilió al partido liberal liderado por Ignacio Camuñas, con difícil futuro en la España de entonces.
Cuando Don Juan Carlos fue coronado Rey, Fernando Chueca vio las ventajas de aquella solución. Como militante del Partido Liberal, y como candidato de la UCD, participó en las elecciones generales de 1977 y fue elegido senador por Toledo. A él se debe haber promovido que en la Constitución de 1978 se reconociese que las Reales Academias gozasen y gocen del Alto Patronazgo de Su Majestad el Rey.

Fernando Chueca fue siempre fiel a su vocación de historiador. Pudo ver terminada su monumental Historia de la arquitectura española, en la que supo armonizar su capacidad de síntesis con sus saberes como investigador, probados en monografías como Andrés de Vandelvira, arquitecto. Obras como Invariantes castizos de la arquitectura española o La arquitectura, placer del espíritu. Ensayo de Sociología estética, muestran al humanista con indudables capacidades de expresión literaria y con unos saberes tan completos que le permitieron escribir sobre historia política contemporánea, impresiones de viaje o sobre cómo veía a sus amigos. La generosidad, la independencia de criterio, la honestidad intelectual, la vocación siempre triunfante, que le permitió sobrevivir en días aciagos, hacían de Fernando Chueca el amigo queridísimo, fiel e inolvidable, y celebrar siempre la inmensa fortuna de haberle tratado y de haber gozado de su amistad.

Gonzalo Anes, director de la Real Academia de la Historia.