Fidel Castro en perspectiva Latinoamericana

El mito de Fidel Castro, especialmente en América Latina, había precedido a su muerte. Su indudable impacto regional se hizo notar incluso antes de la Revolución Cubana, pero fue su triunfal entrada en La Habana comandando las fuerzas guerrilleras lo que atrajo la atención del continente y del resto del mundo. Los muchachos, con sus uniformes verde olivo, se transformaron en el símbolo del cambio anhelado por toda la región.

nicialmente la Revolución fue un conglomerado heterogéneo de fuerzas y movimientos políticos, unificados por un fuerte nacionalismo y una alta dosis de antiimperialismo. No en vano Cuba tenía entonces estrechos vínculos políticos y económicos con Estados Unidos. Tras la victoria y una vez consolidado en el poder, Fidel Castro impuso un importante giro marxista leninista que lo aproximó a la Unión Soviética y a la China de Mao. Finalmente, se decantó por la primera, aunque el comunismo cubano nunca llegó a los niveles del burocratismo soviético.

Con la ayuda de la URSS la Cuba castrista se distanció de Estados Unidos. Para preservar el legado revolucionario y sus reformas sociales intentó exportar su modelo foquista al resto de América Latina. De este modo, Castro comenzó a apoyar a casi todos los movimientos guerrilleros que comenzaban a actuar en la región. Si bien no cuajó su proyecto de crear “dos, tres o muchos Vietnam” y Ernesto Che Guevara murió en la selva boliviana cuando intentaba trasplantar el experimento cubano más allá de sus fronteras, Fidel Castro y su Revolución impactaron de lleno en el imaginario colectivo latinoamericano.

Fue tal su influencia que para frenar su contagio Estados Unidos debió inventar la Alianza para el Progreso. La muerte de John Kennedy acabó con la vía reformista y Washington terminó respaldando a los militares golpistas impulsores de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Las Fuerzas Armadas latinoamericanas asumieron que eran el último dique de sus sociedades occidentales y cristianas frente al comunismo internacional. Las sangrientas dictaduras militares de las décadas de 1960 y 1970 sirvieron para legitimar aún más a la Revolución Cubana a los ojos de unas sociedades ávidas de crecimiento económico y libertades políticas. El influjo de Castro y los suyos se mantuvo a través del tiempo, pese a los errores, fracasos y cambios de rumbo de la Revolución. Sin su bendición, por ejemplo, Hugo Chávez seguiría siendo un militar golpista y no se hubiera convertido en el líder de una parte importante de la izquierda continental.

Castro tuvo la dicha y la desgracia de vivir 90 años. Así pudo mantener su influencia durante décadas. Pero tuvo la desgracia de contemplar, con profunda resignación, que Cuba se estaba convirtiendo en algo muy distinto a lo que él había soñado y por lo que había luchado y matado. El concierto de los Rolling Stones y el desfile de Chanel marcan el inicio de la desaparición de la Patria socialista, aunque todavía le queda bastante recorrido. Todavía entonces Fidel Castro podía contarlo, al igual que hizo con el acercamiento a Estados Unidos impulsado por su hermano. Hoy las cosas han cambiado.

Carlos Malamud es catedrático de Historia de América de la UNED e investigador principal de América Latina del Real Instituto Elcano.

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