Fidel se va. Raúl se queda

Sin duda, la incineración de Fidel Castro este sábado, 26 de noviembre de 2016, es un paso adelante en el largo y penoso camino de recuperación de la libertad que Cuba inició justo después de la Revolución. Revolución que, inicialmente, fue apoyada por amplios sectores de la sociedad cubana e internacional, por cuanto en 1959 parecía que se habría un nuevo camino democrático frente a la dictadura batistiana. Nada más alejado de la realidad. Castró llegó para fundar una dictadura mucho peor, más cruel, duradera y sangrienta.

Una de las desgracias de Cuba fue la juventud de los barbudos revolucionarios que ha posibilitado perdurar tantos años a los protagonistas de la lucha armada de finales de los años cincuenta. La experiencia demuestra que, en las dictaduras, es muy difícil desplazar a los protagonistas vencedores del nuevo régimen y, hasta que por ley de vida se impone el relevo generacional, hay pocas esperanzas de cambio democrático.
La dictadura castrista ha perdurado debido a la conjunción de varios factores: una hábil propaganda, una cruel represión, el apoyo internacional de las dictaduras comunistas y populistas de todo el mundo, la imprudente dejación de los EE.UU. y el seguidismo europeo. Un seguidismo español y europeo que se ha podido observar por las indicaciones del presidente Obama, interesado desde 2011 en otra política hacia Cuba y que las cancillerías europeas han seguido con una absoluta falta de independencia, de criterio propio.

Quedan años difíciles: Fidel se va y Raúl se queda. Raúl Castro no tiene el carisma de Fidel pero no lo necesita. Tiene el poder, y le basta. En teoría lo abandona en 2018. Desde 2006 se ha encargado de hacer saber a los cubanos quién manda en Cuba. Por si había alguna duda, ha incrementado la represión sobre los cubanos conforme recibía más bendiciones del Papa y de Obama. Según el Informe de la Comisión de Derechos Humanos de Cuba, en 2010 se produjeron en Cuba 2.074 detenciones por motivos políticos; en 2016 la cifra supera los diez mil.

No hay que esperar cambios mientras siga la oligarquía familiar de los Castro. Sólo una respuesta con movilizaciones de la población cubana o un relevo generacional completo puede quebrar una dictadura momificada. La población cubana, cada vez más harta, no observa las ventajas de la apertura americana hacia la Isla, toda vez que el problema de Cuba nunca ha estado en el exterior, sino en el bloqueo interior. Comparado con los años noventa, Cuba tiene ahora (gracias a los teléfonos móviles e internet) unos niveles de información y comunicación muy superiores a los de la época de la exclusiva Radio Martí, emitida desde la Florida.
El anuncio de la muerte de Fidel lo ha hecho su hermano Raúl el viernes por la noche para iniciar una campaña de propaganda en lo que son expertos los comunistas cubanos. Espero que el inminente peregrinaje de autoridades internacionales a La Habana no incluya a S. M. el Rey Felipe VI. Vista la ausencia de la más elemental prudencia y principios del ministro Margallo y Rajoy pretendiendo que Don Felipe VI acudiera con Timochenko a la firma del acuerdo de Colombia en Cartagena de Indias, nos podemos temer cualquier cosa. El nuevo ministro de Asuntos Exteriores tiene una buena oportunidad para demostrar que prima el buen sentido y la dignidad de la Corona y de España a diferencia de la sumisión a la dictadura cubana del anterior ministro y quienes se lo permitían.

Se vaya o no Raúl en 2018 como ha prometido, a la dictadura cubana le queda, vitalmente, el recorrido de los octogenarios militares fundadores y disfrutadores de la dictadura iniciada en 1959. Desde España, todo lo que sea legitimar o apoyar a ese régimen liberticida sólo causará mayor sufrimiento a los cubanos, un retraso en la llegada de la ansiada libertad y un deterioro del vínculo histórico entre dos pueblos hermanos.

Guillermo Gortázar es presidente de la Fundación Hispano Cubana.

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