¿Fiebre intervencionista francesa?

Envío de tropas a la República Centroafricana, mantenimiento de la operación militar en Mali, voluntad decidida de participar en eventuales ataques a Siria, posición de firmeza respecto del contencioso nuclear iraní… Francia parece verse sacudida por una fiebre intervencionista. Lo cual es saludado por la prensa americana y británica, poco acostumbrada a dar conocer aspectos a favor de su política exterior. Se contrapone la determinación de François Hollande en la escena internacional y su indefinición en política interior. Y ello hace nacer dudas entre sus apoyos tradicionales. Algunos no evitan plantear la pregunta: ¿ha dado Francia un giro neoconservador?

Sin duda ha sido la actitud francesa respecto a estos dossiers de Oriente Medio la que ha suscitado la pregunta. Francia estuvo a punto de participar en ataques aéreos sobre objetivos sirios para castigar a Bashar el Asad por el uso de armas químicas. Lo hubiera hecho en el marco de una estrecha coalición principalmente con los estadounidenses y sin la luz verde del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sea lo que sea que uno piense del régimen de Asad y del horror que suscitan las armas químicas, felizmente esa posibilidad fue descartada por un acuerdo sobre el desarme químico de Siria. Una acción de ese tipo, ilegal y contraria a los intereses de Francia como miembro permanente del Consejo de Seguridad, hubiera confirmado en gran medida la idea de un giro neoconservador. Al final pudo escapar de ella.

El asunto iraní es de naturaleza distinta. Francia ha dado muestras de firmeza sin mostrarse intransigente. Se encontró un acuerdo aceptable para todos que aleja la perspectiva de bombardeos sobre Irán al tiempo que otorga garantías sobre su no acceso al arma nuclear. La firmeza inicial francesa ha segado la hierba bajo los pies a todos aquellos que lamentan que se haya abandonado la solución militar para acabar con el “problema” iraní, lo que aseguraba un escenario-catástrofe. Si se hubiera atribuido a Francia el fracaso de no alcanzar un acuerdo, también es justo decir que el éxito es suyo.

El voto favorable de Francia, hace un año, a la admisión de Palestina como Estado no-miembro de la ONU viene también a abonar la tesis de un abandono por París de los principios gaulle-mitterrandistas incluso aunque Hollande, a título personal, parece tener más simpatía por los israelíes que por los palestinos.

En África Central, Francia responde a una situación de emergencia. Sin una intervención militar efectuada en el marco de la ONU y de alcance multilateral se habrían cometido masacres de gran alcance e incluso crímenes contra la humanidad. La ONU incluso evocó la perspectiva de un genocidio. París mostró su capacidad para reaccionar rápido y bien. Francia es un poco víctima de su éxito en Mali, donde ya acreditó su capacidad de determinación y de reacción rápida. ¿Quién más hubiera podido actuar tan rápido? Estados Unidos no, por sus procedimientos más complejos en movimiento de hombres, tampoco ningún país europeo excepto Gran Bretaña, y tampoco Rusia o China. Ciertamente existe un problema de límites de capacidad para este tipo de intervenciones. Francia no podrá multiplicarlas. Por ahora todo esto está todavía dentro de los límites de sus actuales medios militares y recuerda la necesidad de respetar escrupulosamente la ley de programación militar. Y la retirada de Afganistán, promesa de campaña electoral respetada, le da un poco de aire en términos de efectivos operativos y disponibles. Sólo hay que reflexionar sobre qué hubiera pasado si los yihadistas hubieran alcanzado Bamako a comienzos de año o si la República Centroafricana hubiera caído en el caos total para felicitarse de estas intervenciones. Tienen como objetivo la protección de las poblaciones civiles, son todas tan legales como legítimas. Sólo la mala fe permite compararlas con intentos neocoloniales. En los dos casos Francia ha actuado por reacción a los acontecimientos. No había nada planificado o previsto con antelación. Ha sido la urgencia de la situación la que ha dictado la acción. Francia no se ha lanzado a intervenciones militares para satisfacer un deseo de grandeur o un regreso de la Françafrique; responde en caso de necesidad urgente para llenar un vacío y evitar catástrofes humanitarias. Son más fruto de un pragmatismo reactivo que de un giro neoconservador.

Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París

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