Fillon, la carambola anti-Le Pen

Fillon, la carambola anti-Le Pen

François Fillon ha confirmado la sorpresa y será el candidato del centro-derecha francés en las elecciones presidenciales de 2017. Fillon, nada carismático, a quien este verano pedían que abandonara la carrera por no tener ninguna posibilidad, ha ganado las primarias de Los Republicanos tras duplicar los apoyos de Sarkozy en la primera vuelta y arrasar a Alain Juppé en la segunda.

Más de cuatro millones de franceses han acudido a estas primarias abiertas, en las que cualquiera podía participar pagando dos euros y adhiriéndose a los valores de la derecha y del centro. Sin más. Es probable que muchos votantes de izquierda hayan participado para impedir la candidatura de Sarkozy 2.0. No hay manera de comprobarlo; lo que está claro es que este modelo abierto también abre un debate interesante sobre los mecanismos de democracia interna en los partidos.

En un continente temblando de populismo, las primarias del centro-derecha francés eran cruciales porque de ellas ha salido el rival de Marine Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales. Le Pen se mantiene por encima del 30% en intención de voto y tiene casi asegurado su pase a la final. Como el centro-izquierda tiene la mala costumbre de acudir dividido a estas citas, se da por sentado un Fillon-Le Pen el 7 de mayo.

La victoria de Fillon es una carambola que de momento descoloca a Le Pen. A su campaña le venía mejor el enfrentamiento a cara de perro con Sarkozy o un ataque al elitismo de Juppé. La llave de la segunda vuelta la tienen los votantes de los eliminados en la primera. Fillon tendrá que afinar mucho la puntería para repetir la jugada del "21 de abril".
El 21 de abril de 2002, una ola de conmoción recorrió Francia. Jean-Marie Le Pen, padre de Marine, quedaba segundo tras Jacques Chirac y pasaba a la segunda vuelta de las presidenciales. Por primera vez la extrema derecha se colocaba a las puertas del Elíseo. La mayoría de candidatos de izquierda pidieron a sus simpatizantes que votaran al gaullista Chirac en la segunda vuelta para cortar el paso a la extrema derecha. Había que elegir "entre la peste y el cólera", en la expresión del momento. La movilización funcionó y Chirac obtuvo el 82% de los votos. Casi 20 millones de franceses que no le habían votado en la primera vuelta decidieron apoyarle dos semanas después.

Los vientos han cambiado. La globalización y la crisis económica han catapultado a Marine Le Pen. Hoy el Frente Nacional se identifica más con el populismo que con la ultraderecha. Su discurso nacionalista y proteccionista tiene una melodía muy similar a la del Brexit o a la de Donald Trump. Si Jean-Marie Le Pen sedujo a uno de cada seis franceses, Marine atraerá a uno de cada tres. Y la conmoción ha dado paso a la resignación.

Todavía marginado en la Francia oficial, el Frente Nacional se ha normalizado en la Francia real. Marine Le Pen le ha hecho un lavado de cara más estético que ético, alejándolo del revisionismo pero sin apartarse de la xenofobia y la retórica facilona. Se tomó tan en serio la tarea de limpieza que expulsó a su padre cuando dijo que las cámaras de gas eran un detalle de la historia. Poco importó que antes hubiera dicho barbaridades de mayor calado. Esta vez Marine no podía permitir que el pasado hipotecara su futuro.

Frente a Le Pen, Sarkozy tenía muy difícil movilizar a unos votantes de izquierda que ya casi no ven las diferencias entre ambos. Con Fillon la cosa cambia. Tiene unas formas más moderadas y tratará de recordar a la izquierda la teoría del mal menor. Además, Fillon también tiene sus armas para arañar votos al Frente Nacional. Sus propuestas en inmigración ponen el acento en la necesidad de asimilar culturalmente a los extranjeros. También ha puesto mucho interés en matizar su posición sobre el aborto y la adopción por parejas homosexuales; es católico y por ahí quiere comer terreno a Le Pen.

En términos económicos, Le Pen atacará a Fillon por la izquierda. Ya no es ninguna sorpresa. Ella quiere un Estado fuerte y él no se escandaliza cuando le comparan con Thatcher. El propio Fillon califica su programa económico de “brutal”. Quiere derogar las 35 horas semanales, eliminar medio millón de plazas de funcionarios, subir el IVA y bajar los impuestos a las empresas.

Fillon ha ganado su partido. Para ganar su país tendrá que desdecirse lo suficiente pero no demasiado, retocar sus propuestas económicas más agresivas y templar su mano dura en inmigración y seguridad. Apelará al espíritu republicano y sacará a pasear el dóberman del brexit.

La primera vuelta es un todos contra todos en el que Le Pen será la más fuerte. La segunda es un mano a mano donde hay que convencer a los que no te votaron sin perder a los tuyos y sin que el rival sume apoyos nuevos. Fillon ha demostrado ser capaz de golpes imposibles. Queda por ver si tendrá la habilidad de lograr la carambola final a tres bandas.

José Díez Verdejo es periodista.

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