¿Fin del unilateralismo?

El discurso de Obama en la Asamblea General de las Naciones Unidas podría marcar un nuevo rumbo en la geopolítica estadounidense y mundial. Obama rompe con la política de Bush (y de algunas otras administraciones) de decidir en nombre "del mundo libre" y animar a los demás a seguir la estela de la superpotencia mundial. Y cuando EE. UU. no conseguía imponer su criterio no le importaba situarse al margen de la comunidad internacional, consciente de su liderazgo económico y militar. Obama renuncia al unilateralismo que ha marcado la política mundial en la última década. Y lo hace porque piensa que la magnitud y la urgencia de los problemas son tales que sólo una acción mancomunada y global puede permitir gestionarlos. Quiere detener la proliferación nuclear y llegar al desarme parcial de los arsenales de destrucción. Tomar medidas para mitigar el cambio climático. Acabar con Al Qaeda y prevenir el terrorismo global. Lo cual en parte está ligado a una estrategia de desarrollo compartido, de lucha contra la pobreza, las hambrunas y las epidemias. Vuelve a la carga para salir de la guerra de los cien años entre israelíes y palestinos. Y busca una estrategia coordinada para superar la crisis económica porque sabe que la mejora actual es frágil por ser consecuencia de la descomunal inyección de dinero público, cuyos efectos se irán diluyendo.

Su proyecto va más allá del discurso. Lo está apoyando con gestos concretos, como la renuncia al despliegue de misiles en Europa Oriental, una medida esencial para que Rusia coopere con relación a Irán y al desarme nuclear, pero por la que está pagando un alto precio político. Y es que, más allá de las convicciones personales de Obama, la situación de crisis económica, social y de valores que vive EE. UU. es de tal envergadura que aunque quisiera ser imperio no tendría los recursos para serlo. Aquí se junta el hambre de paz de Obama con las ganas de comer de un país que necesita su propia perestroika.¿Pero puede hacerlo?

Hace cosa de un año, en el estimulante encuentro anual que organizan en el monasterio de Sant Benet Jordi Pujol y Felipe González, en el marco de la cátedra que dirigen en Esade, provoqué un cierto revuelo cuando hice el paralelo entre Obama (todavía no presidente) y Gorbachov, refiriéndome al fin del imperio estadounidense. Felipe González me corrigió diciendo que en realidad estaba hablando del fin del unilateralismo. Tenía razón. Pero lo que ocurre es que el contenido concreto del epíteto de imperio, con el que se ha etiquetado con frecuencia a EE. UU., una vez despojado de la carga ideológica, es el unilateralismo, la capacidad de poder prescindir del mundo en decisiones tomadas en función de su interés nacional. Si esa capacidad deja de existir ya no hay imperio, porque la superioridad estadounidense en algunos temas clave (universidades, iniciativas emprendedoras, tecnología, creación musical o cinematográfica) seguirá existiendo sin que ello implique dominación sobre el mundo. La capacidad militar por sí sola no permite ejercer esa dominación, como ha demostrado la guerra de Iraq y, en cierto modo, está demostrando la guerra de Afganistán. Bombardear por doquier no es un signo de fuerza, sino de debilidad. Algo que ha entendido Obama perfectamente y que está intentando rectificar mediante un multilateralismo aplicado a todos los grandes problemas del mundo.

Ahora bien, el peligro es que si su propuesta no encuentra eco, reoriente su política hacia una priorización de la solución de los problemas internos del país, empezando por la economía y la sanidad. Ese fue el temor expresado por Jordi Pujol en la reunión mencionada (no vulnero ningún secreto porque la reunión era seguida por una pléyade de atentos periodistas)

Pujol argumentaba, con gran sensatez, que en un mundo tan peligroso y complejo como el nuestro hace falta un liderazgo capaz de enfrentarse a los desafíos que nos amenazan. Considerando la falta de recursos de las Naciones (Des) Unidas para actuar por sí solas y teniendo en cuenta la falta de consenso de la UE en los grandes temas geopolíticos, Estados Unidos, mal que bien, actuaba en nombre de los demás, por ejemplo en los Balcanes. en la lucha contra el terrorismo global y en la contención de la proliferación nuclear. Y ahora podríamos añadir la primera iniciativa en el tratamiento de la crisis económica global. Comparto la preocupación de Pujol. Pero ya va siendo hora de que el mundo en general y Europa en particular asuman responsabilidades colectivas y pongan recursos humanos, militares y financieros al servicio de causas universales. Algo que, por cierto, España hace modestamente. Si la apertura de Obama hacia una estrategia compartida de tratamiento de los grandes problemas de la humanidad suscita apoyos concretos, estaremos en los albores de una geopolítica multilateral con objetivos estratégicos comunes que podría realmente cambiar el mundo. Pero los obstáculos a ese multilateralismo son enormes. Sobre todo porque priman los intereses políticos a corto plazo, tanto de los líderes en el poder como de cada Estado. La cooperación se entiende como una plataforma para sacar tajada, dejando para los ingenuos creer en la retórica obamista. Y es que líderes como Sarkozy o Merkel, para no hablar de Putin, tienen una profunda envidia de Obama, más popular que ellos en sus propios países. Y no están dispuestos a que se lleve las palmas de salvador del mundo cuando eso estaba reservado para los civilizados europeos, acostumbrados a utilizar a los rudos estadounidenses para que hagan el trabajo sucio por nosotros. Eso no lo consentirá Obama. Se acabó el unilateralismo. Pero si el multilateralismo no es realmente multilateral (por ejemplo en Afganistán/ Pakistán, que nostoca a todos porque es Al Qaeda), Obama se irá a su casa, resolverá los temas internacionales que le toquen y allá se las arreglen los demás porque los recursos del pseudoimperio no dan para más.O sea, que es el fin del unilateralismo global, pero sin un multilateralismo real podríamos encontrarnos con una colección inarticulada de unilateralismos locales.

Manuel Castells