Fisiología, no patología

Por Enric Sopena, director de Elplural.com (EL PERIÓDICO, 02/06/06):

Del debate sobre el estado de la nación ha salido reforzado el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Las encuestas coinciden en una victoria holgada de Rodríguez Zapatero. A Mariano Rajoy, según uno de tales muestreos, solo lo considera ganador el 38% de los votantes del Partido Popular. Este dato ratifica una evidencia. Los problemas de Rajoy no residen tanto en la Moncloa o en la calle de Ferraz (que alberga la sede federal del PSOE), sino más bien en la sede central del PP en la calle de Génova o, probablemente, en la de la FAES. En poderosos núcleos internos de su partido, Rajoy es examinado con lupa inquisidora porque piensan de él que es un blando o un centrista reprimido, al que Rodríguez Zapatero puede engañar en cualquier momento. Están convencidos muchos de ellos, y así lo propagan de manera infatigable, de que el jefe del Ejecutivo es un vendepatrias sin escrúpulos, dispuesto a pactar con ETA en términos políticos para seguir instalado en el poder.

El líder de la derecha rectificó en el trascendental asunto de Euskadi. Tan relevante modificación ya se había producido pocas horas después del anuncio del alto el fuego permanente y tras unas primeras reacciones inquietantes procedentes del cuartel general conservador. Pero no es menos cierto también que, desde entonces, algunos de los más próximos colaboradores de Rajoy, como Ángel Acebes, Eduardo Zaplana o, todavía más, Jaime Mayor Oreja, se habían dedicado a desacreditar de tal modo ese proceso que daba la impresión de que el compromiso de Rajoy apenas se aguantaba con alfileres.
En el ámbito mediático, la mayoría de los periodistas afines al PP se han venido mostrando más que reacios con respecto al diálogo con ETA/Batasuna. Lo han criticado y se han rasgado impúdicamente las vestiduras acusando mil veces al presidente de todo género de vilezas.

EMPEZABA A ser imprescindible, por consiguiente, que Rajoy confirmara en sede parlamentaria, y con la resonancia que supone el debate sobre el estado de la nación, su apoyo al Ejecutivo sin olvidar, claro está, las condiciones sabidas y aprobadas por todos los grupos --salvo el del PP-- el año anterior. Sin embargo, este gesto no solo no parece que le haya ayudado a fortalecer su discreto liderazgo, sino que ha puesto aún más de relieve las fracturas intestinas que amenazan al PP. La reacción del miércoles en el santa sanctórum radiofónico de las esencias peperas --donde a Rajoy se le dijo de todo menos bonito-- constituyó la prueba del nueve de que existe una importante franja sociológica dentro del PP que, como se decía en el ramplón poema del 2 de mayo sobre la invasión napoleónica, exige "!Venganza y guerra!"
Mientras tanto, los planteamientos de Rodríguez Zapatero tuvieron la virtud de conectar con una amplia mayoría social, que rebasa los límites del PSOE. Rajoy volvió a quedarse encerrado con su casi único juguete, perceptiblemente deteriorado. Cometió además el error de hablar para sus fieles aunque tratando de satisfacer al mismo tiempo, eso sí, tanto a los halcones como a las palomas de su partido. A los halcones los irritó con su benevolente referencia al proceso de paz, con su leve alusión al suceso de los dos detenidos del PP --¡presentados por los propagandistas de la causa como mártires de la libertad!-- y con su silencio acerca de las excéntricas fantasías de cuantos fabrican teorías de la conspiración sobre la autoría del atentado del 11-M.

A las palomas les pudo disgustar que Rajoy protestara al presidente del Congreso, Manuel Marín, exigiendo que prorrogara unos minutos más el partido con la esperanza de conseguir un empate. Esa pataleta reveló un síntoma evidente de debilidad. Mal van, por lo general, las cosas cuando el entrenador tiene que justificar su derrota trasladando la culpa al árbitro. Peor resultó su catastrofismo en torno a los estatutos de autonomía. La respuesta de Rodríguez Zapatero en este sentido fue impecable: "Las reformas estatutarias forman parte de la fisiología del sistema, no de su patología".

¿ENTENDERÁ el PP que avanzar en el diálogo con ETA o que el PSE mantenga contactos con Batasuna, procurando que asuma de una vez por todas la vía de la política y el rechazo de la violencia, forma parte también de la fisiología del sistema democrático y no de su patología? Desde el alto el fuego, la kale borroka ha desaparecido del escenario vasco y navarro. Ha desaparecido asimismo el cobro del llamado impuesto revolucionario. Las verificaciones sobre el control del armamento de ETA han dado resultados positivos hasta el día de hoy. No se trata de que el Estado pague ningún precio político por el fin de la violencia, pero sí parece pertinente que la política pueda contribuir a la paz. Nada malo hay en ello por mucho que se reitere desde el PP exactamente lo contrario.