Un pueblo que no sabe su historia está condenado a irrevocable muerte».
Menéndez-Pelayo, 'Historia de las Ideas estéticas de España'.
Escribo este artículo mientras una lluvia fina empapa los agostados campos desde los ayuntamientos de Luena hasta Puente Viesgo, pasando por Corvera y Santiurde de Toranzo. Después de muchos días de sequía, el ocaso se diluyó entre el cielo y las cimas en este valle de recia personalidad y privilegiada historia amparada al regazo glaciar escavado por el río Pas: Toranzo. En sus hermosos y nobles pueblos escribieron Quevedo, Lope de Vega y Calderón de la Barca, maestros canteros labraron en el medioevo el recoleto templo románico de Villasevil donde Juan de Aragón y Castilla casó con la princesa Margarita de Austria, y ante cuyo Sagrario hincó la rodilla el todopoderoso Emperador Carlos I de España y de Alemania, y en el siglo pasado esculpieron la parroquia neorrománica de Puente Viesgo, orgullosas casonas ostentan escudos de antigua nobleza y, rasgando el horizonte de sus praderías, se recorta la silueta del enigmático convento del Soto y el prodigio arquitectónico de su octogonal torre. Valle de Toranzo que es página y libro de la historia no sólo de Cantabria sino, también, de España.
Pero la historia, alma de un pueblo, es necesario cultivarla. Nuestro paisano montañés don Marcelino Menéndez Pelayo escribió en su 'Historia de las Ideas Estéticas' que «un pueblo que olvida su identidad está abocado a su desaparición en la Historia». Y el tesoro etnológico de España, de Cantabria, de nuestros valles de Toranzo, Lamasón, Campoo, de nuestras aldeas y ciudades es un espejo de la identidad de España que instituciones y ciudadanos hemos de bruñir reflejando las antiguas tradiciones y costumbres que todavía palpitan en la moderna memoria de los españoles. Porque promover el folclore popular religioso y civil responde a uno de los ideales esenciales de una sociedad: amor a la patria. Amor humanista como antídoto a la muerte de la herencia de los valores, rituales, costumbres y tradiciones ibéricos que forjan la identidad e historia de España y Cantabria.
Como un ejemplo del amor a las tradiciones de los mayores, a los ritos antiguos, a costumbres centenarias que embellecen nuestra región, la procesión con antorchas desde la parroquia de Iruz al convento del Soto, declarada fiesta de interés turístico regional, que desde hace más de una década los vecinos toranceses, creyentes y no creyentes, han recuperado. Y especifico creyentes y agnósticos, porque aunque esta procesión es una expresión de secular devoción católica a la Virgen del Soto, la hermosura del recorrido iluminado por velas y antorchas, los picayos y danzantes al son de música y trovas, la solemne ternura de la talla de la Virgen del Soto sobre las andas, la entrada majestuosa del atrio y después de la nave principal de la iglesia del convento del Soto, las casi olvidadas canciones religiosas al olor del incienso y de la cera, y el final de la Salve son no sólo momentos de sensual belleza que exalta sentidos y corazón, sino, en especial, expresión popular de amor a Dios y a nuestros antepasados.
Y no sólo como historia de Cantabria y España, también el folclore popular vivifica y forja la historia de Europa, romanticismo y sabiduría legados por nuestros ancestros a las generaciones venideras. Como Europa favorece como un tesoro humanista la religiosidad popular, España debe seguir cultivando los usos inmemoriales de su acervo etnológico si no desea metamorfosearse en una sociedad de pan y circo, de vulgaridad y telebasura, de egoísmo y fealdad. Por fortuna, cántico de esperanza, en Cantabria y España han resurgido con ilusión y respeto celebraciones y ritos del milenario folclore popular, que evocan lo mejor de los siglos pasados de nuestra patria, enriqueciendo la inteligencia, los valores y la identidad como pueblo español de sus nuevas generaciones. Festividades de santos patrones y onomásticas de la Virgen, procesiones y pasos de semana santa, cabalgatas y belenes, peregrinaciones como el Camino de Santiago y el Camino lebaniego a Santo Toribio por Lamasón y Peñarrubia, la honra a los difuntos en los cementerios otoñales, carnavales y noches de San Juan, coplas y tonadas al rabel, gaita, pito o tambor en las romerías, leyendas, romances, cuentos y poemas al calor de las magostas, danzas religiosas y seculares de picayos, partidas de bolos, concursos de arrastre tudanco, singladuras marineras con la Virgen del Carmen, enseñan que el folclore español no sólo ha pervivido el paso de los siglos sino que vive con mayor ilusión y sabiduría que nunca en nuestra tierra. Como la procesión de las antorchas del Soto desde Iruz que estas líneas admiran y alaban. Que el lector disfrute tanto amor y sabiduría que nos regala el patrimonio etnográfico de Cantabria hecho folclore y religiosidad popular.
Alberto Gatón Lasheras, Capellán de la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales (EMMOE).