Fomentando la abstención

La presente campaña electoral está resultando lamentable y mucho me temo que contribuirá más a la abstención que a la participación.

Ya sé que algunos dirán: es como todas, todas las campañas electorales son lamentables. Algo de razón pueden tener quienes así opinen. Efectivamente, los días, las semanas y hasta los meses que preceden a unas elecciones suelen ser un calvario para los ingenuos que todavía confiamos en que el debate político debe ilustrar a la opinión pública y transcurrir por los caminos de la razón, mediante la utilización de argumentos inteligentes, entre partes diversas que lógicamente mantienen posiciones distintas porque defienden concepciones diferenciadas. Todo ello es bien cierto y es lo que hay. Ahora bien, mi impresión es que esta campaña de las elecciones europeas está rebasando, por ahora, todos los límites.

En primer lugar, porque la totalidad de la campaña se desarrolla en clave de política interna. La disculpa más frecuente es que en todos los países europeos sucede lo mismo. Quizás. No sé si quienes esto afirman conocen lo que sucede en todos estos países. Lo dudo mucho. Además, mal de muchos, consuelo de tontos. En todo caso, la realidad es que esta campaña más bien parece una precampaña de elecciones futuras. No lo esconde, por ejemplo, el PP cuando dice que si gana el PSOE, Zapatero resultará de nuevo ganador en las próximas elecciones. No hay ningún fundamento serio para hacer tal afirmación. En muchas ocasiones el ganador en las europeas ha resultado perdedor en las siguientes elecciones celebradas a los pocos meses. ¡Y ahora, en principio, faltan casi tres años! Cada elección tiene su condicionante específico y el votante distingue y decide de manera diversa en unas y otras.

Pero, en segundo lugar, lo más degradante de estas elecciones son las formas, los modos, las maneras de confrontarse unos con otros, la absoluta falta de una cortesía mínima entre adversarios. En efecto, a falta de argumentos consistentes, la ideología predominante es descalificar al contrario, normalmente con poca o ninguna razón. Eslogan contra eslogan, vídeo contra vídeo, spot contra spot, a cual más aberrante. Los peores tópicos del amarillismo político son exhibidos con total impudor.

En las farolas de Barcelona andan colgadas fotografías de Bush, Aznar, Berlusconi y un cuarto rostro que no he logrado descifrar, a los que se les acusa de ser los causantes de la crisis económica. Sólo echo en falta a Rouco Varela para completar el cuadro. ¿Realmente estos carteles responden al análisis de la situación económica que hace el PSC, autor de esta propaganda? Empiezo a pensar de verdad, y ya hace tiempo que lo sospecho, que los asesores de imagen y los expertos en marketing electoral son un serio peligro para la democracia. Y las facultades de Periodismo y de Ciencias Políticas, un semillero de manipuladores de opinión en lugar de ser centros donde se enseñen los grandes valores democráticos: la libertad de expresión, la igualdad, la tolerancia, el deber de comunicar la verdad... Se enseñan las trampas, los medios para adquirir y conservar el poder, sea como sea.

Pero si la descalificación es una parte muy importante de esta pobre ideología, la otra parte importante consiste en demostrar que el adversario - ya decididamente considerado el enemigo-es eminentemente corrupto y debe ir a la cárcel. Hombre, no. El adversario, que no el enemigo, tiene ideas y propuestas distintas. Por eso es el adversario. La tarea consiste en saber argumentar que estas propuestas e ideas no son las que al elector más le convienen e intentar convencerle de que las propias son mucho mejores. Algo sencillo y elemental. Pero no. La propaganda política sólo se dirige a los más primarios sentimientos, sin que la razón asome por ningún lado. Como en el fútbol, como en la publicidad comercial. Lamentable.

A todas estas, claro, la casa sin barrer. Después dirán que el ciudadano medio no comprende qué es la Unión Europea, para qué sirve el Parlamento Europeo, y se lamentarán de que el sentimiento europeísta decaiga. ¿Cómo no va a decaer si nadie les explica la verdad, si todo se queda en una lucha encarnizada en la que los argumentos son Bush y Aznar, Zapatero y Rajoy, los trajes de Camps y la hija de Chaves? Venga a tirar de tópicos y dossiers, ocultando datos y argumentos.

Porque lo más deplorable de esta campaña es la ausencia de Europa, la gran protagonista. Encima se la trata con desprecio: Europa está atascada, en un mal momento, la burocracia de Bruselas es un aparato inútil... Para añadir a continuación que el ochenta por ciento de las leyes aprobadas en los parlamentos nacionales (y autonómicos) son copia de las normas europeas. ¿En qué quedamos? Si los parlamentos nacionales sólo aprueban un veinte por ciento de leyes propias, ¿no serán estos los inútiles, los atascados, los burocratizados? En un mismo discurso, políticos y columnistas incurren en estas contradicciones sin apenas mover un músculo. Imperturbables.

La construcción europea es, desde sus comienzos, lenta y difícil. Pero segura. Y, aun con zancadillas y tropezones, va en la buena dirección. Esto es lo primero que se debería trasmitir al ciudadano en una campaña electoral europea. Después vendrán las naturales divergencias. Pero, en medio de todo el barullo, la voz que se oye es: absténgase, el Parlamento Europeo no sirve para nada.

Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional en la UAB.