Formación y programa de gobierno

Por Ferrán Requejo, catedrático de Ciencia Política en la UPF (LA VANGUARDIA, 20/11/03):

Una vez despejadas las incógnitas electorales en estas primeras elecciones al Parlament del siglo XXI, es el momento de los acuerdos y de la negociación del programa del nuevo gobierno de la Generalitat por parte de aquellas fuerzas que finalmente lo conformen.

I) La formación de gobierno. Los elementos centrales para la formación del próximo gobierno catalán son la aritmética parlamentaria, el programa de gobierno, el acuerdo sobre quién ocupará la presidencia –y, en su caso, la Conselleria en Cap–, y sobre cómo se repartirán las áreas de poder entre los “socios” de la coalición. En los sistemas parlamentarios, la formación de “coaliciones ganadoras” se establece a través de dos posibilidades: a) las que cuentan con un apoyo parlamentario con mayoría absoluta (en Catalunya, un mínimo de 68 escaños), o bien, b) las que contando sólo con una mayoría relativa en la Cámara, suman más escaños que los que se oponen al gobierno, al abstenerse alguno de los otros partidos.

a) Entre las coaliciones ganadoras con mayoría absoluta, aparecen hasta cinco posibilidades factibles y estables en el actual panorama postelectoral (obviamente, siempre en el caso de que no hubiera crisis internas importantes): 1) un gobierno tripartito de las izquierdas (PSC- ERC-ICV) que dispondría de una cómoda mayoría en el Parlament (74 escaños), que daría la presidencia a Pasqual Maragall. ERC podría quizás ocupar la Conselleria en Cap (una institución, por cierto, que presenta lagunas legales); 2) una coalición de CiU y ERC (69 escaños) con Artur Mas como presidente, que repetiría la coalición de la primera legislatura (1980-1984), si bien ahora Carod-Rovira podría ocupar también la Conselleria en Cap. Es una alternativa que supuso en su día muchos costes electorales a ERC, al no capitalizar su participación en el primer gobierno de Jordi Pujol. Este “fracaso” de ERC está claramente fijado en el recuerdo de sus dirigentes actuales; 3) una coalición “a la vasca” (CiU-ERC-ICV) (78 escaños) presidida por Artur Mas; 4) una “supergrán coalición” formada por todos los partidos salvo el PP (120 escaños), propugnada en solitario por ERC, que constituiría casi un “gobierno de consenso”. En este caso, la presidencia de la Generalitat es una cuestión abierta, pudiendo recaer en CiU, en tanto que partido ganador, o incluso a través de un gobierno “a la suiza”, con una presidencia más simbólica de carácter rotatorio y una Conselleria en Cap de carácter más ejecutivo; finalmente, 5) la formación de una “gran coalición” CiU-PSC (88 escaños), presidida por Mas y, previsiblemente, sin la presencia de Maragall.

b) Por otra parte, ninguna de las combinaciones de gobierno apoyadas en una mayoría relativa en el Parlament parece factible (por ejemplo, un gobierno de CiU en solitario –46 escaños– que contara a la vez con la abstención de PSC y ERC; o un gobierno CiU-PP con la abstención de ERC).

Tras los posicionamientos de los partidos antes y después de las elecciones, las opciones de gobierno se centran en una coalición de izquierdas, en una coalición de ERC con CiU (que abre una nueva etapa con Artur Mas) o en un (improbable) pacto CiU-PSC. En los dos primeros casos, ERC tiene una muy buena oportunidad de convertirse en una fuerza relevante. El programa de gobierno es, junto al reparto del poder, el punto clave de unas negociaciones que se antojan difíciles, incluso duras, entre los futuros socios.

2) El programa de gobierno. Buena parte de los gobiernos europeos son de coalición (Alemania, Holanda, Bélgica...). El primer paso es la elaboración de un programa de gobierno que no coincide con ninguno de los programas de los partidos por separado. El compromiso de los miembros del gobierno es con el programa de este último, no con el programa del partido al que pertenecen. A veces, la elaboración de dicho programa dura semanas.

En el caso catalán, y hablando necesariamente en términos muy generales, podemos distinguir dos aspectos del programa de gobierno: a) la política nacional o general catalana en sus diversos escenarios “externos”: España, la Unión Europea, el ámbito internacional, y b) las políticas sectoriales específicas. Se trata de dos esferas distintas, ambas necesarias, que requieren prioridades, instrumentos y estrategias diferenciadas. Reducir la acción del gobierno a sólo uno de los dos aspectos es y sería un error. Catalunya debiera aspirar a convertirse en una colectividad de referencia internacional en los dos aspectos de la acción de gobierno. Gobierne quien gobierne.

a) En la política nacional o general catalana destacan dos temas: la reforma del Estatut y conseguir una solución mucho más equitativa de la financiación de la Generalitat. Aquí sólo me gustaría destacar cuatro aspectos sobre el Estatut. 1) Nadie niega que su propuesta debe hacerse por consenso. Sin embargo, ello no debiera en ningún caso significar un acuerdo “de mínimos” entre las cuatro fuerzas que lo apoyan. Ello sería un pésimo inicio. La propuesta debe ser ambiciosa, teniendo como único límite la Constitución, interpretada en un sentido autonomista y plurinacional, sin atender a las normas legislativas posconstitucionales que son en buena parte recentralizadoras y unitaristas. El objetivo es el reconocimiento nacional Catalunya, la ampliación y protección de su autogobierno, así como su proyección europea e internacional. 2) Es fundamental que el contenido del Estatut no se elabore según la lógica partidaria. El interés por tener un texto de máxima calidad y ambición debiera ser el mismo estén los partidos en el gobierno o en la oposición. 3) Creo que sería un error que la elaboración de la propuesta fuera exclusivamente obra de “los políticos”. Es necesario abrir el proceso a los actores sociales y a los ciudada nos. El país cuenta, por ejemplo, con excelentes economistas, constitucionalistas y politólogos que debieran participar de forma importante en el proceso. 4) Es importante establecer un método claro y, sobre todo, no tener prisas en el ritmo. Un Estatut aprobado en pocos meses sería presumiblemente un mal Estatut. Lo importante es elaborar una propuesta compartida, sólida, ambiciosa y técnicamente solvente. La rapidez es algo secundario, teniendo en cuenta que el texto debiera enmarcar la convivencia como mínimo durante las dos décadas siguientes.

b) Parece claro que en algunas políticas sectoriales debiera darse un giro progresista que las situara entre las mejores a nivel europeo. Y creo que ese giro debiera darse también gobierne quien gobierne. Ejemplos no faltan: educación, erradicación de la pobreza, infraestructuras, cultura, urbanismo, organización territorial, etcétera.

También parece conveniente reafirmar y mejorar otras materias, como sanidad, inmigración, servicios sociales, seguridad, economía, la proyección internacional de Catalunya o la relación con otras instituciones, empezando por el poder local. A veces se echan en falta planes estratégicos a medio plazo o una mayor voluntad de excelencia a nivel internacional. Desde luego, el actual sistema de financiación supone un freno permanente para la calidad del autogobierno. Por ello debe cambiarse. Pero incluso con los recursos actuales, el margen de mejora no es anecdótico.

ERC tiene una oportunidad histórica que no tiene que desaprovechar. Aspira a demostrar que es un partido progresista y de gobierno, tanto en el ámbito de la política nacional como en el de las políticas sectoriales. Como es sabido, que un partido sea progresista en uno de dichos ámbitos no implica que lo sea en el otro. PSC e ICV presentan mejores perspectivas progresistas en relación con las políticas sectoriales. CiU es más fiable en relación con la política nacional –entre otras cosas, por el factor PSOE de los socialistas–, pero el PSC puede defender mejor un buen Estatut si está en el gobierno que desde la oposición. Junto con ICV, ERC es el partido que presenta a priori mayores posibilidades de llevar a cabo políticas progresistas en los dos ámbitos. La elección no es fácil. Hagan lo que hagan, ello les supondrá costes. El criterio para decidir las alianzas creo que debiera ser el de ver con quién cree ERC que puede hacer políticas más progresistas, en promedio, en aquellos dos ámbitos, teniendo en cuenta que en ningún caso presidirán el Gobierno en el que se integren. Y ello supone considerar tanto los contenidos del programa de gobierno, como el hecho, en la práctica fundamental, de con quién cree ERC que se va a sentir “más cómoda” para aplicar dicho programa. Tras los resultados obtenidos, creo que ERC debe procurar estar en el gobierno, nunca en la oposición. Es lo que espera la mayoría de sus votantes. Lo contrario creo que sería un error que supondría decepción en el presente y costes para el futuro.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *