Formar gobierno en Andalucía

Es sabido que los recientes resultados electorales en Andalucía no permiten formar gobierno a la izquierda (PSOE y Adelante Andalucía), mientras que, en cambio, sumados los escaños de los otros tres partidos (PP, Cs y Vox) sobrepasan el número de parlamentarios requerido para gobernar Andalucía. Por eso, estoy seguro de que muchos ciudadanos, tras sobreponerse al shock que les produjeron los indicados resultados, comenzaron a hacer cábalas, sin duda con gran alegría, sobre la posibilidad de que aquellos tres partidos acabaran por desalojar del poder al PSOE y poner fin a cuarenta años de gobierno socialista. Diría más: no fueron pocos los que ya lo dieron por hecho.

Mas he aquí que en plena euforia por los resultados electorales, una buena parte de la ciudadanía se vio sorprendida por las manifestaciones iniciales de los líderes de dichos partidos. En efecto, los dirigentes nacionales del PP y de Cs, lejos de manifestar que estaban de acuerdo en formar un nuevo gobierno sin los socialistas andaluces, se ofrecieron por separado, como si no fueran socios sino rivales, para encabezar el gobierno autonómico. Y, como no podía ser de otro modo, estos movimientos preliminares, además de sentarles a sus votantes como un jarro de agua fría, sembraron el temor de que se desvaneciera la esperanza cierta de acabar con los cuarenta años de gobierno del PSOE en Andalucía.

Pero no debe cundir el desánimo: los votantes son más emocionales e impulsivos y, en consecuencia, menos calculadores que los dirigentes de los partidos políticos. Estos, antes del acuerdo final, tienen que escenificar el ritual de los tratos preliminares a través de los cuales van a establecer las bases para el futuro reparto del acaudalado poder autonómico andaluz que hasta ahora estaba en manos del PSOE.

Con lo que antecede se quiere decir que estamos inmersos actualmente en acto más de la habitual escenificación teatral de nuestra política, ante la manifestación aparatosa, teatral y hasta fingida de la actividad política con el fin de impresionar el ánimo de la ciudadanía. Es posible que este punto de partida pueda parecer exagerado. Pero, a poco que hagamos pasar por nuestra mente las imágenes de los políticos que nos trasmiten a diario las televisiones, comprobaremos la enorme carga teatral que tienen sus intervenciones. Aparecen en entrevistas, ruedas de prensa y debates parlamentarios, como si fueran actores de reparto llamados a interpretar un papel previamente aprendido, en el que más que su contenido, lo que interesa es la parafernalia de la propia escenificación y, sobre todo, la representación fingida del intérprete. Y es que es tal la importancia actual de la cultura de la imagen que la política se ha convertido en un pack de contenidos, enlatados o en directo, cuyo objetivo esencial es atraer hacia sí la voluntad o el voto de los ciudadanos espectadores.

De estas palabras no debe extraerse, sin embargo, la conclusión de que pienso que todo el pescado está vendido y que va a haber con toda seguridad un nuevo gobierno andaluz formado sin el partido socialista de Andalucía. Existen, por supuesto, posibilidades de que surjan desavenencias entre el PP y Cs -y hasta con Vox- y de que los nefastos personalismos mal entendidos hagan perder de vista a los partidos negociadores el claro mandato que les han dado los electores.

Esto, que es posible, no lo considero, sin embargo, probable por dos razones. La primera es que no tengo duda alguna de que los partidos que pueden formar el próximo gobierno saben lo que se juegan si ignoran el mandato de la ciudadanía. Y la segunda es que creo que esta vez a la izquierda no le va a dar resultado la estrategia política que ha puesto en marcha desde que sus líderes conocieron los resultados electorales: descalificar inmediatamente al partido que va a servir de soporte a la nueva mayoría.

Y es que, con su habitual y acertado manejo de la comunicación, el PSOE y Unidos Podemos, hicieron público de inmediato su diagnóstico sobre Vox: un partido de extrema derecha y anticonstitucional que debe ser objeto, como en su día y cuando convenía lo fue el PP, de un cordón sanitario. Ambos partidos de izquierda quieren, sin duda, remover las entrañas democráticas del PP y Cs para que les surjan reparos morales a la hora de convenir la formación del nuevo gobierno.

Pero confío en que esta vez no colará. Porque el PSOE ha llegado al poder haciendo lo que ahora critica: pactar una moción de censura con Podemos, los independentistas catalanes y los filo-etarras de Bildu, todos ellos antidemócratas y antisistema. Las manifestaciones callejeras violentas organizadas por los «podemitas-maduristas» nos han enseñado el poco respeto que sienten por la democracia cuando no les gustan los resultados electorales. ¡Un ejemplo de comportamiento antidemocrático y totalitario!

José Manuel Otero Lastres es catedrático y escritor.

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