Fragmentación y guerra civil, los grandes riesgos

Por Felipe Sahagun (EL MUNDO, 31/05/04):

«Es un gran momento en la Historia de Irak», afirmó Bush el 26 de enero en sus aclaraciones del mensaje inaugural, en el que sustituyó el eje del mal por un nuevo eje de la tiranía como amenaza internacional más importante no sólo durante su segundo mandato sino durante varias generaciones. «Estas elecciones están cambiando el mundo porque la llegada de la democracia a Irak será un poderoso incentivo para los reformistas de todo Oriente Medio», añadió el viernes en la toma de posesión de Condoleeza Rice como nueva secretaria de Estado. Tras citar las recientes elecciones en Afganistán, Ucrania y los territorios palestinos, añadió: «Llega la libertad y el mundo, con ella, mejorará».

Europa recibe la semana que viene a Rice y dos semanas más tarde a Bush con una mezcla de escepticismo y esperanza, y los vecinos de Irak, marginados del proceso político iniciado el 8 de marzo de 2004 con la firma de la Ley de Transición en Bagdad, apoyan en público el proceso sin ocultar su preocupación por los grandes riesgos que entraña: la fragmentación y la guerra civil.

Entre el optimismo de Bahrein, la cautela de Irán y la rabia contenida de Jordania, Egipto, Siria y Arabia Saudí, ningún país de la región permanece indiferente a las elecciones iraquíes, conscientes todos sus dirigentes de que, se rompa o se mantenga unido Irak, el proceso en marcha supone una revolución regional que, en principio, fortalece al chiísmo, la versión minoritaria del islam, y debilita al sunismo. Todos temen, igualmente, aunque ningún dirigente lo reconozca en público, el efecto desestabilizador que las imágenes de millones de iraquíes votando en libertad pueden tener en las dictaduras, autocracias y monarquías feudales de la zona.

«Temo que Irak se convierta en otra Somalia ingobernable, en un santuario del terrorismo que salpique no sólo a la región sino al mundo entero», ha declarado el presidente egipcio, Hosni Mubarak. «A todos nos preocupa el riesgo de partición o de guerra sectaria», dice el secretario general de la Liga Arabe, Amro Musa, que ha buscado sin éxito en las últimas semanas un pacto entre los dirigentes chiíes y suníes de Irak para evitar el peor de los escenarios.

En declaraciones a The Washington Post a primeros de diciembre, el rey jordano, Abdula II, y el presidente interino iraquí, Ghazi Al Yauar, acusaron a Irán de haber enviado más de un millón de iraníes al interior de Irak para votar, de pagar salarios a muchos chiíes iraquíes en paro para influir en su voto y de trabajar a favor de una república islámica a su imagen. Pocos especialistas en Irán confirman las acusaciones, de las que no hay pruebas.

En uno de los estudios más completos sobre las implicaciones regionales de la transición iraquí, elaborado por la Chatham House británica, «Israel es el único país encantado con un éxito total de EEUU en Irak», entendiendo por éxito una Asamblea constituyente con un Gobierno fuerte, capaz de redactar una nueva Constitución en 2005 y de conducir el país a las primeras elecciones libres del primer Parlamento y Gobierno democráticos y soberanos a finales de este año o en 2006.

Los nueve especialistas en Oriente Próximo que han participado en el estudio reconocen que pocos países de la región comparten la idea de Bush sobre éxito o fracaso en Irak y en el resto del Oriente Próximo, y ven en los kurdos y en el pulso entre suníes y chiíes los dos factores decisivos del futuro inmediato. La Ley de Transición estableció el año pasado una gran autonomía kurda dentro de un sistema federal frágil. Ni los chiíes ni los suníes están de acuerdo y tratarán de modificarlo en el debate constitucional que se abrirá en pocas semanas.

Si los suníes, que en su mayoría han boicoteado las elecciones, no se sienten representados, la guerra de resistencia se intensificará.Semejante escenario aceleraría la independencia de los kurdos, pero -en contra de lo que casi todos mantienen- Ankara posiblemente preferirá un Estado kurdo dependiente y rico en petróleo en el norte de Irak a una nueva Somalia, a otro Líbano o un segundo Irán en sus fronteras.

«Las elecciones tienen todos los ingredientes para empeorar la situación, porque acentúan las diferencias entre comunidades», declaraba a Reuters el día 27 Robert Springbord, director del Instituto de Oriente Próximo de la londinense Escuela de Estudios Orientales y Africanos. Conscientes de los riesgos, los dirigentes chiíes apuestan por un gobierno de unidad entre las tres comunidades principales sean cuales sean los resultados en las urnas. Sin ese pacto, los otros dos imprescindibles para pacificar Irak y Oriente Próximo -el regional y el internacional- serán mucho más complicados.