Fragmentos de libertad

1.No importa ser reiterativo en el tema de la educación en España. No es ocioso repetir una y otra vez la carencia tremenda que está en la base de nuestros principales infortunios. Un país sustentado en una educación suficiente puede desafiar momentos críticos, hondas crisis, circunstancias de cambio y transformación. La atención preferente a la educación hace posible que situaciones dramáticas como las que estamos viviendo puedan ser orientadas y enderezadas con garantía y denuedo.

La educación es la savia que circula a través del conjunto arbóreo de una sociedad. Sin atender a ella de manera previsora un país no sale adelante de sus convulsiones y crisis. No bastan los recortes de dinero público, los alardes de ahorro que puedan exhibir las instituciones, las autonomías, el Estado. Importa sobre todo saber invertir el gasto público donde la sociedad más lo necesita.

En España, en todas y cada una de sus autonomías y municipios, en el norte, en el sur, en el este, en el oeste, en el centro, la prioridad debiera ser la educación. Ni la sociedad española, poco atenta a esta urgencia de siglos, ni el Estado ni ninguna de sus nacionalidades y regiones están libres de culpa en la desatención del gran desafío de la educación en el marco del mundo que se está ahora trazando.

Su bajo nivel queda una y otra vez reflejado en las encuestas, en las comparaciones que se hacen con otras naciones del primer mundo, en la valoración de sus principales universidades, en las inversiones en investigación científica, en humanidades, en letras.

2. Hay un sector, dentro del amplio espectro que configura la educación, que constituye la hegeliana mediación de todos los extremos de ese ámbito, desde la enseñanza primaria (que adentra al niño en los arcanos del conocimiento) hasta la enseñanza universitaria (que lo sitúa en los pórticos que pueden introducir al joven en el mundo de la ciencia, la técnica, las humanidades, las letras y las artes).

La enseñanza que entonces se imparte permite seguir el crecimiento del niño en edad, en madurez, hasta conducirlo a la vida adulta. Configura la aventura que el niño prosigue en su pubertad, en su adolescencia. Se trata de un proceso en el que se desarrolla la tarea más necesaria de todo el conjunto educativo.

La enseñanza media está constituida por los docentes que la ejercen cada día, cada mañana, cada año, a veces con resignación, muchas veces con vocación, o con celo profesional; algunos con ilusión, otros con decepción, pero siempre con voluntad cívica de formación de un colectivo joven que debe ser aproximado a la vida pública, o al desafío que constituye la condición de ciudadano.

3. Llevo años tratando a María Victoria Gimbel, profesora de instituto en Madrid, que ahora acaba de escribir y publicar un libro que lleva por título «Fragmentos de libertad». Es un libro breve, publicado en una pequeña editorial, Ediciones Cassus-Belli, Colección Dianoia. El libro establece el público al que está dedicado: «A quienes deseen aclarar y cuestionar determinadas ideas importantes para la existencia; a jóvenes lectores, y no tan jóvenes, con un afán de saber e ir más allá de la mera cotidianeidad, desenredando algunos nudos de la madeja de nuestros pensamientos».

Conozco la extraordinaria vocación de su autora por la enseñanza, el orgullo y pasión con el que habla del círculo que cada año consigue formar en torno a un pequeño grupo de alumnos ganados para el interés por la filosofía. Gracias a personas como ella la enseñanza, y la filosofía en particular, mantiene la antorcha encendida de ese deseo de saber que está en el origen de nuestro irrenunciable deseo de libertad.

El libro va recorriendo de forma sabia la idea de libertad que tuvieron los griegos, con los conceptos de Moira, de destino, con las doctrinas de la libre elección que hallan en Aristóteles su más extraordinaria formulación. El libro está, todo él, jalonado por un cerco de citas de grandes filósofos, Spinoza, Hegel, Aristóteles, Nietzsche, Heidegger, Lacan, Bataille.

Avanza en forma coloquial, como si prolongase el discurso oral de su enseñanza: de Grecia pasa a la Europa cristiana, a la Edad Media, con los conceptos nuevos de libre voluntad dentro del marco de un monoteísmo triunfante.

En la segunda parte del pequeño texto se acerca a las ideas modernas, las que revolucionan las ciencias a partir de Copérnico, de Kepler, de Galileo, de Newton, y las que configuran un nuevo continente de la razón práctica con el imperativo categórico kantiano, con la sabia idea hegeliana de la libertad («ser libre no es nada, devenir libre lo es todo»), o los conceptos de libertad del existencialismo, de Nietzsche, de Heidegger o de Lacan.
Multitud de citas atraviesan el libro como flechas encendidas: «Oh, dulce nombre de libertad (Cicerón)», «Quien vive temeroso nunca será libre» (Horacio), «El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos» (Shakespeare), «¿Libre de qué? ¡Qué importa eso a Zaratustra! Tus ojos deben anunciarme con claridad: ¿Libre para qué?» (Nietzsche).

Este libro es la expresión de una vocación llena de de entrega a la causa que más necesitada está de cuidado, cura o procura. Solo ella puede ser garantía de libertad. Sin un sustento en el ámbito de la educación nuestra libertad queda gravemente dañada, lesionada.

La educación nos permite las mejores elecciones en el ámbito de nuestras orientaciones existenciales. Hace posible dar forma, figura, configuración a nuestra persona, con todos sus deseos e impulsos.

Las graves deficiencias en educación las arrastra nuestro país desde hace siglos. Los Poderes Terrenales no fueron favorables, en España, en su larga historia, para la libertad de expresión, de pensamiento, de capacidad electiva.

4. Este librito es, sobre todo, una iniciación a la filosofía, que tiene en el concepto de libertad su mejor definición. La filosofía es descubierta, ya en las primeras páginas de este librito, desde su origen en la infancia, cuando el niño inicia su inquisición sobre el mundo, envuelto en un cúmulo de fantasías y leyendas, o de relatos soñados y narrados. Se va deslizando de pronto el hábito de preguntar.

La interrogación como destino: a eso da cumplida forma la filosofía en su historia. El niño formula sus más intimidantes preguntas. Se eleva al Por Qué más decisivo. Justamente aquí es donde la asistencia del enseñante es imprescindible: madre, padre, maestro. O donde el libro justo y adecuado puede acudir a satisfacer necesidades de entendimiento y comprensión.

El libro de María Victoria Gimbel avanza desde esos orígenes en la edad primera infantil, para internarse en las sugestiones que el recorrido de la Humanidad, de Grecia a la Modernidad, del Cristianismo hasta la edad contemporánea, va componiendo en complejo tejido histórico, a través de las ideas sobre la libertad que los humanos hemos ido forjando. Somos en gran medida lo que hemos sabido aprender: lo que hemos filtrado de los hábitos educadores que fueron formándonos en nuestras más decisivas edades.

Eugenio Trías, catedrático de Filosofía de la Universidad Pompeu Fabra.

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