No es el resultado de un partido de fútbol, es el valor de la tasa de fecundidad (número medio de hijos por mujer) que tiene cada país. Exactamente Francia 1,82 y España 1,18.
Nuestro vecino del norte ha sido uno de los países donde antes se redujo la natalidad, pero también una de las naciones donde se establecieron más pronto las políticas de ayuda familiar que además han sido sostenidas por todos los gobiernos independientemente de su signo ideológico. Eso le ha permitido ostentar en la actualidad una de las tasas de fecundidad más altas de Europa.
Por ello, la nación gala es uno de esos espejos donde deben mirarse los estados que quieren mejorar su natalidad. Mi intención es dar a conocer los ingredientes fundamentales que componen el menú francés que ha conseguido que los índices rocen el nivel de reemplazo de las generaciones ( 2,1 hijos por mujer).
Las medidas en favor de la familia suelen clasificarse en dos grandes grupos: las disposiciones monetarias directas (todo un conjunto de ayudas, subsidios, prestaciones, primas o complementos de los que luego hablaré) y las de naturaleza indirecta que evidentemente acaban teniendo un valor crematístico como los permisos de maternidad o paternidad, o las desgravaciones fiscales en función del número de hijos. Francia las ha reunido todas en su política de ayuda familiar que supone nada menos que un 3,6 % de su PIB y que incluye ayudas a las parejas jóvenes para el acceso a la vivienda (alquiler social), rebajas en las cotizaciones de las mujeres trabajadoras, permisos de maternidad, favorecer el empleo de los nuevos matrimonios, apoyar la conciliación y sobre todo un importante paquete de ayudas económicas a la familia . A estas últimas me voy a referir ahora.
Empezaré por señalar algunos de los rasgos que las caracterizan:
1) Alcanzan a todas las personas de nacionalidad francesa o extranjeras residentes en el país y que tienen a su cargo un hijo o más(algunas medidas se aplican a partir del segundo vástago).
2) No diferencian la condición de esos hijos: legítimos, naturales, adoptivos o acogidos.
3) Ciertas medidas están supeditadas al nivel de ingresos y otras no.
4) La inmensa mayoría de las prestaciones tienen una retención, pero muy pequeña (0,5 %).
5) Con carácter general, el límite de edad para percibir las ayudas son los 20 años.
Hay tres grandes bloques de medidas. El primero incluye diferentes prestaciones generales como los subsidios familiares a partir de los dos hijos, un complemento a partir del tercer hijo y un subsidio de apoyo familiar consistente en una ayuda para criar a los hijos huérfanos de uno o los dos progenitores.
El segundo bloque contempla diferentes prestaciones por nacimiento y atención a los niños más pequeños. Consta de cuatro aportaciones importantes. La prima por nacimiento (970 euros por cada niño) o adopción (1.940 euros si el adoptado tiene menos de 20 años). La exigencia de esta prima es la declaración del embarazo dentro de las primeras 14 semanas. Una prestación mensual añadida desde el nacimiento a los tres años o durante tres años si se trata de una adopción. Una prestación cuando el padre o la madre suspenden o reducen su actividad para atender a sus hijos menores de tres años o hasta 20 si son adoptados. Y un complemento por el cuidado de los niños hasta los seis años. La prestación varía en función del tipo de cuidador (individual, asociación, guardería).
El tercer bloque reúne un conjunto de prestaciones especiales entre las que figuran: un subsidio de educación para hijos minusválidos; una ayuda por cada hijo escolarizado entre 6 y 18 años; una prestación diaria cuando uno de los padres debe dejar de trabajar para atender a los hijos afectados por una enfermedad, discapacidad o accidente graves, un subsidio por fallecimiento de un hijo; una ayuda para la mudanza en determinados supuestos; y una prima de actividad que completa los ingresos de los trabajadores con sueldos más modestos.
Las cantidades por cada una de estas prestaciones varían en función de los ingresos de las familias, el número de hijos, el tipo de familia u otros criterios. También oscila la duración de la ayuda según el tamaño familiar o la edad de los hijos. Pero se trata de prestaciones económicamente significativas que pueden combinarse y que permiten a las familias, a todas, pero particularmente a las de ingresos más reducidos, costear la crianza y educación de los hijos sin que ello suponga un obstáculo económico insalvable. Qué lejos estamos en España de esa situación. También aquí existen medidas de apoyo familiar, pero no tienen ni el alcance ni mucho menos la cuantía económica de las francesas. Nos falta una verdadera política de apoyo a las familias y por ende de recuperación de la natalidad. Ojalá que algún día podamos tenerla tanto a nivel del país como en sus comunidades especialmente en aquellas que como Asturias la necesitan con más urgencia. Si llegamos a formularla, tener a la vista ejemplos de éxito como el francés puede resultar conveniente.
Rafael Puyol es presidente de UNIR.