Francia, la encrucijada europea

Los sucesos más trágicos pueden tener efectos positivos inesperados, no queridos por los que los provocan. Algo así puede ocurrir con el doble atentado yihadista de la semana pasada en París, contra la revista satírica Charlie Hebdo y un supermercado judío. El efecto positivo puede ser despertar a Francia de su letargo y convertirla, de nuevo, en el motor de la Unión Europea y del euro.

Francia es ahora el eslabón más frágil del proyecto europeo. Golpearla tiene mucha lógica desde el punto de vista de los objetivos del terrorismo yihadista de desestabilizar política, social y económicamente no sólo de Francia sino a toda Europa.

Desde el punto de vista político, esos ataques podrían alterar la política francesa inclinándola hacia el nacionalismo. No hay que olvidar que es en Francia donde la derecha xenófoba y antieuropea está más cerca del poder, con el Frente Nacional de Marine Le Pen. Estos atentados pueden favorecerla.

Desde un punto de vista social, Francia es el país europeo en el que vive un mayor número de musulmanes, algo más de cinco millones. Aunque no hay un “problema musulmán”, es la parte de la población francesa que sufre mayores niveles de paro, exclusión y pérdida de pertenencia. Una situación que hace proclives a algunos jóvenes de esta comunidad a vincularse a los grupos yihadistas, tal como acabamos de ver con los terroristas de París.

Al otro lado de la sociedad, el paro y la falta de expectativas alimentan también el apoyo al nacionalismo del partido de Le Pen. De ahí que Francia esté entre dos fundamentalismos totalitaristas que se retroalimentan. El riesgo es la quiebra de los valores culturales, sociales y políticos propios de una sociedad abierta y democrática, que encarna Francia con su cultura de libertades, pluralismo y tolerancia.

Desde el punto de vista económico, estos ataques también representan un serio peligro. Francia es vista y, lo que es más importante, se percibe a sí misma como un país en declive, temerosa de seguir la receta de austeridad y reformas recomendada por Berlín y Bruselas. En esta situación, los atentados pueden provocar miedo en los consumidores y los inversores, acentuando el riesgo ya existente de entrar en una tercera recesión.

Por todos estos motivos, este ataque en París es potencialmente más desestabilizador que los atentados terroristas de Londres o de Madrid de hace unos años. Tienen lugar en el seno de una sociedad y en una economía más débil, con menos autodefensas ante los efectos sociales y políticos del virus fundamentalista y totalitario.

¿Cómo responderá Francia? La primera respuesta ha sido acertada: la unidad nacional. Pero esta unidad se enfrenta a una encrucijada en la que se puede optar por dar un paso atrás o bien uno adelante.

El paso atrás se produciría si responde al ataque con la restricción de libertades civiles y democráticas, como la libertad de movimientos o la privacidad. Esa tentación está presente, como hemos oído estos días en las declaraciones de los responsables gubernamentales de seguridad. Es oportuno volver a leer a Stefan Zweig en El mundo de ayer. Memorias de un europeo, para ver cómo ese paso atrás haría volver las fronteras de todo tipo. El paso adelante se producirá si Francia, y el resto de países europeos, saben aplicar una doble respuesta. Por un lado, una política de seguridad y cooperación que permita limitar la movilidad de los terroristas, aumentar la seguridad de los ciudadanos y respetar las libertades civiles. Pero, a la vez, una política que genere crecimiento económico, empleo y oportunidades para la gente que ahora está en la cuneta del paro y la desesperación. Sólo así se restará apoyo social a los totalitarismos.

Hay muchas conexiones perversas en la situación europea. Algunas son de naturaleza geopolítica, como es el apoyo financiero del presidente ruso, Vladímir Putin, al partido de Marine Le Pen. Pero quizá el vínculo más relevante es entre la situación económica y el aumento de los totalitarismos. La historia de finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX ofrece ejemplos muy ilustrativos de la conexión entre crisis económica, austeridad, paro y violencia política, incluyendo actos terroristas. Esa conexión perversa desapareció con el crecimiento y el empleo de la posguerra y con la creación de la Unión Europea, en la que Francia desempeñó un papel fundamental. No es casual que esta conexión destructiva haya reaparecido en medio de esta gran crisis y con Francia debilitada.

Hoy como ayer, el futuro de Europa se juega en la encrucijada francesa. Quizá los atentados de París acaben siendo el factor que haga despertar a Francia del letargo y la convierta en el factor de dinamismo, equilibrio y progreso que Europa necesita para ir adelante. Si fuese así, sería el mejor homenaje que se podría rendir a los periodistas, ciudadanos y policías asesinados en esos atentados.

Antón Costas, catedrático de Economía de la Universitat de Barcelona.

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