Frenar el Covid-19, no la educación

La escuela en una maleta con un kit que contiene todos los materiales necesarios para que un profesor pueda dar clase a 40 alumnos. Esa maleta, metálica y a prueba de golpes, contiene libros, cuadernos, lápices, gomas de borrar, reglas, tijeras, pizarra y hasta una radio solar. Unicef la viene utilizando desde hace décadas en desastres naturales, conflictos bélicos, campos de refugiados y todo tipo de emergencias y escenarios donde el sistema educativo carece de la más mínima infraestructura.

En España, afortunadamente y pese a la situación de emergencia histórica en la que estamos sumidos, los niños no han dejado de estudiar, hacen sus deberes, asisten a clases telemáticas, se examinan, reciben sus calificaciones, contactan con sus profesores y cuentan con el apoyo, ahora casi permanente, de sus padres. Por desgracia, no en todos los hogares se cumplen estas premisas y las familias más vulnerables tienen serias dificultades para que sus hijos mantengan el ritmo que la actual situación demanda en lo que respecta a su educación.

Ante esta situación, y dejando a un lado las discrepancias que políticamente suscita el asunto educativo, tiene que quedar claro que en una emergencia es imprescindible que los niños y niñas puedan seguir estudiando, y que lo hagan en las mejores condiciones, dotándoles de las herramientas de las que, por desgracia, carecen una parte de los hogares españoles reconvertidos en aulas, y cubriendo la falta de capacidades de aquellos padres que no pueden acompañar a sus hijos -por falta de preparación o de tiempo- en esta situación educativa de confinamiento.

Y para que el alumnado pueda continuar sus estudios no puede haber discrepancias en el hecho de que la educación es un derecho que debemos proteger siempre, especialmente en las circunstancias más duras. Es obligado hacerlo porque, en situaciones de emergencia, la educación ofrece protección y reduce las repercusiones psicosociales de una crisis al ofrecer un sentimiento de normalidad, estabilidad, estructura y esperanza, proporcionando además elementos esenciales para la estabilidad económica en el futuro. Pero es que, además, no podemos olvidar que la educación salva vidas al proporcionar el conocimiento y las aptitudes necesarias para superar una crisis.

El sistema educativo tiene por tanto un importante papel en esta emergencia ya que afrontar el reto de garantizar el derecho a una educación de calidad e inclusiva en esta situación, permite contribuir al logro de objetivos específicos en la lucha contra la pandemia, por ejemplo, al difundir conocimiento sobre cómo evitar la propagación del contagio, favorecer el mantenimiento de la cohesión social y paliar las consecuencias socioeconómicas de esta crisis.

Para salvar la educación en estos tiempos de Covid-19, tenemos que asumir que nos encontramos ante una situación de emergencia y que muchos de los procesos, las herramientas, las estrategias o las metodologías educativas aplicadas en una situación normal no serán eficaces en el actual contexto. Además, es fundamental tener en cuenta que, al mismo tiempo que hacemos frente a las cuestiones más prioritarias de esta emergencia, tenemos que preocuparnos (y empezar a ocuparnos) por las próximas fases de la crisis y el riesgo de que afecten a algunos de los niños, niñas, adolescentes y familias más vulnerables. Nadie estará seguro frente a esta pandemia hasta que aquellos a quienes es más difícil alcanzar también estén seguros, y la propia escuela debe contribuir a impulsar la solidaridad global y a eliminar cualquier vestigio de estigmatización o discriminación asociada a la pandemia.

Unicef España ha abordado este asunto bajo el doble enfoque de la defensa del derecho a la educación y su papel para frenar la propia emergencia en la que nos encontramos. La organización ha elaborado su propia "escuela en una maleta" para estos tiempos de emergencia en forma documento: La educación frente al Covid-19, que plantea una serie de propuestas para impulsar el derecho a la educación durante esta emergencia.

En el citado documento hay aspectos que toda la comunidad educativa debería hacer propios en esta situación. Así, si los centros educativos siguen cerrados, deben existir planes sólidos para garantizar la continuidad del aprendizaje, incluidas las opciones de educación a distancia y el acceso a servicios esenciales para todos. Estos planes también deben incluir los pasos necesarios para la reapertura segura de las escuelas, una vez superadas las primeras fases de la crisis. Cuando llegue el momento de abrir las aulas se deben seguir pautas operativas seguras para garantizar la protección y adecuada información de toda la comunidad educativa.

El análisis proposicional que se realiza en el mencionado documento considera el corto y el medio plazo, relacionando las propuestas con cada fase de la emergencia -prevención, mitigación, preparación, respuesta y recuperación- de manera que se puedan desarrollar progresivamente a medida que la situación evoluciona. Además, se tienen en cuenta medidas para estar prevenido ante las muchas incógnitas que la emergencia pueda deparar. Estas propuestas tienen que ver con el propio derecho a la educación, la lucha contra la desigualdad educativa, la educación para salud y prevención del Covid-19, la educación de 0 a 3 años, el derecho a la protección, la digitalización y la movilización social.

"Esta es una crisis sanitaria que ha generado una crisis educativa. Va a haber gente a la que le guste y a la que no, pero esta situación está afectando al alumnado y hay que buscar soluciones que favorezcan al estudiante", lo apunta Rober, un joven estudiante de Avilés. Y añadiría que deben ser soluciones al margen de ideologías, discrepancias políticas y oportunismos partidistas. Y es que, en este contexto de pandemia global, la prioridad no es cómo salvar el curso, sino cómo salvar el derecho a la educación e incluso, conectando con la esencia de la misión educativa: cómo contribuimos a frenar el impacto de esta crisis desde la educación, desde cada escuela y desde cada aula.

Gustavo Suárez Pertierra es presidente de Unicef España y ex ministro de Educación y Ciencia.

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