Frente al miedo, valentía

La búsqueda de paz y alimentos que empuja a miles de hombres y mujeres —y a sus hijos— a arriesgar la vida para llegar a Europa no es nada nuevo ni que vaya a desaparecer mañana. Quien crea que puede detenerla con un tuit vive en una realidad paralela.

La historia de la humanidad está hecha de flujos migratorios y solo el miedo explica que la superficialidad demagógica y racista domine cada vez con más fuerza la política europea, y sea decisiva en varias elecciones.

Pero a ese miedo hay que responder con valentía política.

Mi país, Italia, está salvando miles de vidas humanas desde hace meses. Quiero rendir homenaje a los hombres y mujeres, tanto civiles como militares, que escriben una historia de solidaridad y valor cada vez que salvan la vida de nuestros hermanos y hermanas.

Los Ángeles del Mar hacen que Europa sea mejor. Yo fui alcalde de Florencia. Una tierra conocida por las obras maestras de los genios del pasado, de Miguel Ángel, Leonardo, Galileo, Brunelleschi. Sin embargo, cuando hablaba con los ancianos en los bares y las calles, me decían que su mayor honra era haber contribuido, junto con gente de todo el mundo, a salvar vidas y obras de arte durante las inundaciones de 1966. Igual que Florencia estaba orgullosa de sus Ángeles del Fango, Italia está hoy orgullosa de los Ángeles del Mar.

Ahora bien, una vez salvados, sabemos que no hay sitio para todos. Los que tengan derecho de asilo deben poder tener acogida en toda Europa, no solo en Italia. Los acuerdos de Dublín, desgraciadamente firmados por el Gobierno de entonces, dicen que Italia debe hacerse cargo de ellos. Pero no se puede pretender que un solo país se haga responsable de todo el problema. Responsabilidad y solidaridad son dos conceptos unidos.

A quien no tenga derecho a quedarse en Europa hay que facilitarle el regreso. Y Europa —también Italia— debe aumentar en esos países la ayuda al desarrollo, los proyectos de cooperación, los intercambios culturales y tecnológicos. En las próximas semanas llevaré la voz de mi país a Addis Abeba, a la III Conferencia de Naciones Unidas sobre la Financiación del Desarrollo.

Europa debe tener una estrategia clara. Las vacilaciones de hoy serán problemas mañana. Es lo que ha pasado en Libia, donde la intervención para acabar con la feroz dictadura no se completó con ninguna estrategia posterior. Hoy pagamos las consecuencias: el 91% de los inmigrantes que llegan a Italia parten de las costas de Libia que no controla el Gobierno.

El problema actual no es que Italia pueda o no afrontar la emergencia por sí sola. Somos un país grande que no cae en la histeria porque lleguen varios miles de refugiados más en un año. Si tenemos que hacerlo solos, no retrocederemos. No renunciaremos a salvar ni una vida, porque esa vida vale más que una encuesta. Pero una respuesta europea sería más beneficiosa para Europa que para Italia.

Llegado el caso, Italia puede permitirse actuar en solitario. Europa, no. Debe demostrar en qué valores cree. No es un conjunto de vínculos económicos, sino una comunidad de personas, de destinos, de ideales. Si esa fraternidad se debilita, perderemos la identidad europea.

Queremos luchar por una idea distinta de los valores, la civilización, la paz. Para eso nació Europa, no para abordar la prima de riesgo ni el pacto de estabilidad. Si ignoramos esos valores ante un Mediterráneo en llamas y unos niños que se ahogan, Europa desaparecerá.

Tenemos que decidir si el problema del Mediterráneo concierne a todos o solo a los países ribereños. Si prevalecen la solidaridad y la responsabilidad, podremos resolver el número de ciudadanos que acoge cada país, los procedimientos de identificación y readmisión, la cobertura económica. Si prevalecen el egoísmo y el miedo, la idea de Europa se perderá.

Para mi generación, la identidad europea tiene como símbolo la caída del muro de Berlín, cuando yo tenía 14 años. Hoy tiene 14 años mi hijo, y no quiero que el símbolo sea para él un muro físico entre Hungría y Serbia ni el muro de la desconfianza entre los países europeos.

Unas normas claras y respetadas. Acoger a quien tenga derecho, reacompañar a quien no lo tenga. Todos, sanos y salvos. Para Italia, Europa es un faro de civilización, no un muro de miedo.

Matteo Renzi es primer ministro de Italia. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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