¿Fue un error que el papa Francisco comparara los centros de refugiados con campos de concentración?

Inmigrantes y refugiados en el centro de detenciones Moria, en la isla griega de Lesbos, durante una visita del papa Francisco en 2016. Credit Aris Messinis/Agence France-Presse — Getty Images
Inmigrantes y refugiados en el centro de detenciones Moria, en la isla griega de Lesbos, durante una visita del papa Francisco en 2016. Credit Aris Messinis/Agence France-Presse — Getty Images

Hasta hace poco, el papa Francisco solo había recibido elogios por parte del Comité Judío Estadounidense. Pero recientemente, en una charla improvisada, comparó los actuales centros europeos de detención de refugiados e inmigrantes con los campos de concentración y no se hizo esperar la tajante respuesta de este grupo de defensa.

“Es cierto que las condiciones en que viven algunos inmigrantes en ciertos países europeos son difíciles y requieren una mayor atención internacional, pero en definitiva no son campos de concentración”, declaró David Harris, presidente del comité. “Los nazis y sus aliados erigieron campos de concentración y los utilizaron para tener trabajadores esclavizados y exterminar a millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial. No hay comparación con la magnitud de esa tragedia”.

Soy un judío convertido al catolicismo, así que comprendo que el comité desee alertar acerca de comparaciones que podrían llegar a minimizar los abominables crímenes de los nazis. Sin embargo, me parece que Harris, quien urgió al papa a aplicar una mayor “precisión en su lenguaje”, podría poner en práctica esa recomendación.

Calificar solo de “difíciles” las condiciones imperantes en lugares como Moria, centro establecido en la isla griega de Lesbos al que Francisco calificó como un “campo de concentración”, le resta importancia al trato terriblemente inhumano que sufren hombres, mujeres y niños por el único delito de anhelar libertad y tener una vida mejor. Tampoco reconoce cuánta desesperanza se respira en lugares como las islas-cárceles de Australia para inmigrantes donde, como escribió Roger Cohen en The New York Times, “abandonan a los seres humanos, dejan que se pudran, pierdan la cordura y mueran”.

Además, si somos honestos, ¿en realidad es tan disparatado establecer un paralelo entre la forma en que Europa trata a los inmigrantes y la forma en que los nazis trataron a los judíos y a otras poblaciones perseguidas durante la Segunda Guerra Mundial? A fines de 2015 el Times publicó que, si bien la crisis migratoria “no es genocidio”, desde que la “Alemania nazi acorraló a los judíos, no se habían visto en Europa tantas imágenes de personas encerradas en trenes, bebés pasados por encima de cercas con alambre de púas u hombres con uniforme militar arreando a multitudes de hombres, mujeres y niños desaliñados”.

La situación actual no es menos perturbadora. En enero, muchos murieron en Moria cuando algunas tiendas colapsaron bajo el peso de una fuerte nevada en medio de las condiciones de hacinamiento que se viven en ese campo.

Para ser justos, Harris tampoco es ajeno a la difícil situación de los refugiados. El Comité Judío Estadounidense es uno de los principales simpatizantes de IsraAID, un grupo de árabes y judíos israelíes voluntarios que le proporciona asistencia médica a los inmigrantes y refugiados, incluidos los que se encuentran en Moria.

Además, cuando el presidente Donald Trump firmó en enero las órdenes ejecutivas para autorizar la construcción del muro en la frontera mexicana y prohibir la admisión de refugiados de países sospechosos de actividades terroristas, Harris condenó estas acciones junto con otros líderes religiosos, incluida la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.

Ningún observador serio puede cuestionar el interés del papa Francisco por las preocupaciones de los judíos. De hecho, en palabras del rabino David Rosen, director internacional de asuntos interreligiosos del comité: “Ningún otro papa en la historia ha demostrado comprender con tanta profundidad a los judíos como el papa Francisco”.

Claro que debe ser posible criticar al papa, y el comité tiene el deber de defender los valores judíos. Sin embargo, el contexto en el que Francisco hizo estas afirmaciones hace evidente que su intención no era minimizar las atrocidades cometidas por los nazis. De hecho, el año pasado se reunió en Auschwitz con algunos sobrevivientes del Holocausto

Su intención era, como ha sido desde que lo conocemos, hacerle un llamado urgente no solo a los católicos, sino a todo el mundo, para que abran los ojos ante las necesidades de quienes sufren.

En una carta que escribió cuando era arzobispo de Buenos Aires, un año antes de convertirse en papa, Francisco advirtió que “uno de los mayores peligros que enfrentamos es la complacencia, dejar de ser sensibles ante el mundo que nos rodea”. Por otra parte, añadió, “hay ocasiones en que algún sobresalto nos obliga a sacudir nuestra complacencia insana y nos coloca al filo de la realidad, que siempre nos llama a dar un poco más”.

Es verdad que los comentarios de Francisco sobre los campamentos de refugiados son impactantes, pero lo son porque su objetivo es sacudir al mundo, y a cada uno de nosotros, para que hagamos algo por el bien de otros cuerpos y almas. El Comité Judío Estadounidense, al igual que todos los hombres de buena voluntad, debería responder al llamado del papa con una actitud de colaboración, no de condena.

Dawn Eden Goldstein is a resident lecturer in dogmatic theology at St. Mary’s College, Oscott, in Birmingham, England, and the author of Remembering God’s Mercy: Redeem the Past and Free Yourself from Painful Memories.

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