Fuego amigo

Llama la atención en este periodo post electoral catalán que la esperada tensión política por capitalizar el resultado, mejor dicho, por incorporarlo a un relato antagonista independentistas-constitucionalistas, no sea lo más destacado. Lo chocante es el fuego amigo dentro de cada uno de los bloques. La hegemonía entre actores se ha impuesto a la necesidad de tender puentes para recomponer la fractura política y social generada.

Los resultados del 21D consolidaron lo existente sin satisfacer a nadie. Ni al bloque independentista, que sigue a la baja y necesitando de las CUP y de sus estrategias para garantizar una mayoría, ni al bloque constitucionalista, que ve en el voto mayoritario de Ciudadanos una amenaza a sus espacios electorales tradicionales en Cataluña más que una pírrica victoria, y un precedente de vuelco en el voto estatal al socaire del paradigma nacionalista, en este caso españolista.

El debate transversal necesario se ha transformado en debate interno. La dialéctica del sorpasso electoral continúa en el bloque independentista entre Esquerra y el PDCat, ahora con respecto a la situación de los candidatos y la investidura. Ya no solo el bloque constitucionalista pone en duda la candidatura de un Puigdemont por ahora ausente, la propia Esquerra habla de un plan B de investidura en la persona de Junqueras.

De la otra parte, el gobierno de Rajoy y su aparato mediático no han dejado respirar a Ciudadanos, acusando a Arrimadas de no asumir su responsabilidad como minoría mayoritaria para abrir un periodo de consultas, iniciativa secundada por un PSOE que no ha aclarado si contaría con el apoyo de los diputados del PSC.

Unos y otros pretenden ignorar la complejidad de los resultados y del propio Reglamento del Parlament de Cataluña entrando de lleno en una campaña de desinformación al servicio de lo que se ha dado en llamar ‘relatos’, que no es otra cosa que burda manipulación política. Porque poco tiene que ver el sistema de designación del candidato a presidente del Gobierno de España con la elección del candidato o entre los candidatos a president de la Generalitat. En ambos casos hablamos de una elección parlamentaria en la que los cabezas de lista no se han presentado como candidatos a unas presidenciales, esa es la coincidencia entre ambos sistemas. No existe un candidato natural: ni de legitimidad histórica derivada de la legislatura interrumpida 155 por medio, ni de legitimidad política por ser la minoría con mayor número de votos y escaños.

Una diferencia sustancial entre ambos procesos de investidura y elección es que, frente a Rajoy, la diputada Arrimadas no necesita ser propuesta como candidata, le bastan el número de diputados necesarios para presentar su programa en el pleno del Parlament. Y, requisitorias del PP aparte, los tiene.

Cabe preguntarse si el fuego amigo es una mera continuación de la competencia electoral entre Esquerra y el PDCat en Cataluña y entre PP, PSOE y Ciudadanos en España, o estamos ante los primeros indicios de algo más. Quizás de la necesaria transversalidad entre los espacios independentista y constitucionalista, imprescindible en una nueva etapa que dé por cerrada tanto la aventura unilateral de la independencia como de la respuesta penal y administrativa que culminó en el 155.

Sin embargo, parece que a falta de la recomposición necesaria, estamos ante la recomposición posible, la que está en marcha dentro de cada bloque y que continúa anteponiendo la lucha por la hegemonía interpartidaria -en clave de independentismo y nacionalismo español- a las urgencias del cambio social político y territorial en Cataluña y en España.

La izquierda sale tocada de este proceso. Las esperanzas de cambio se han vuelto lanzas como consecuencia de la lógica del sorpasso, la consiguiente frustración del cambio y su devenir en impotencia y decepción. También porque la dialéctica entre el viejo bipartidismo y la nueva política está siendo sustituida a marchas forzadas por un nuevo nacionalismo español frente al independentismo catalán que ha tenido en Cataluña sus primeros efectos en el reparto tradicional de los espacios electorales naturales de la izquierda.

A todo esto, la izquierda, la tradicional y la que se autodenomina nueva, ha sido incapaz de presentar alternativa, relato propio y creíble, más allá de tópicos y equidistancias. Mientras las izquierdas sigan en el sorpasso y el fuego amigo, el proyecto de estado social para España como alternativa al duelo de patriotas será ruido de fondo sin capacidad de cambio, es decir de hacer política. Justo lo que nos falta.

Gaspar Llamazares es diputado de la Junta General del Principado de Asturias, portavoz federal de Izquierda Abierta y promotor de Actúa.

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