Fuerzas Armadas y Sociedad

Hace sólo unas semanas que se presentó el libro 170 españoles opinan sobre sus militares, elaborado por Adalede (Asociación de Diplomados en Altos Estudios sobre la Defensa Nacional) para conmemorar el XXX Aniversario (en 2007) de la creación del Ministerio de Defensa, una decisión con la que se inició de manera decidida la transición en las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil. En efecto, durante el régimen anterior siempre hubo tres ministerios diferentes, Ejército, Marina y Aire eran sus denominaciones oficiales, y entre la muerte de Franco y las primeras elecciones de1977 se nombró un vicepresidente para Asuntos de la Defensa que coordinaba a los tres ministerios. Franco nunca tuvo un Ministerio de Defensa (puede que para evitar esa concentración de poder), aunque el general Agustín Muñoz Grandes fue durante mucho tiempo, tanto cuando ocupó alguna cartera ministerial como cuando no la tuvo, su principal hombre de confianza para asuntos militares, mientras que el general Camilo Alonso Vega fue su hombre de confianza para asuntos de seguridad interior y el almirante Carrero Blanco lo fue para las relaciones con los grupos políticos en el interior y para las cuestiones internacionales. Es decir, Franco tuvo especial confianza en estos tres militares y en otros, pero a ninguno de ellos le confió el mando conjunto de las Fuerzas Armadas, poder que ejerció él mismo.

Hoy, treinta años después, cuando incluso quienes vivieron la transición han adquirido cierta perspectiva para evaluarla, podemos afirmar que los distintos sectores de la sociedad española han hecho su transición con diferente intensidad y con diferente velocidad. Pues bien, entre los sectores sociales que han hecho su transición con mayor intensidad y rapidez, destacan con gran diferencia las Fuerzas Armadas, a pesar de que este hecho no suele ser reconocido tanto como sería justo y necesario. El cambio más visible ha sido que, contrariamente a lo que algunos pudieran haber pensado, sólo entre las dos primeras elecciones generales de 1977 y 1979, cuando se estaba redactando la Constitución, estuvo al frente del Ministerio de Defensa un militar, el general Gutiérrez Mellado. A partir de 1979 y hasta el día de hoy (cuando se está a la espera del nombramiento del décimo) ha habido nueve ministros (algunos varias legislaturas), todos ellos civiles. Pocos hubieran pensado cuando se gestaba la transición, en los años 70, que un civil pudiera «mandar» sobre los militares, y sin embargo ese hecho no ha provocado nunca el más mínimo problema. Es cierto que unos ministros han sido más apreciados que otros por los militares, como ha ocurrido con los funcionarios y sus ministros en todos los demás ministerios, pero no es menos cierto que ninguno ha tenido que enfrentarse a problemas internos graves. La interrelación funcional entre los diferentes ejércitos y armas se ha llevado a cabo, por otra parte, sin mayores problemas, incluso en su formación superior, como se ha demostrado mediante la integración de las diferentes Escuelas en la ESFAS (Escuela Superior de las Fuerzas Armadas).

Otros cambios han sido el de la orientación de su función o actividad, que de estar más bien centrada en cuestiones de política interior, ha pasado a estar principalmente centrada en las misiones en el exterior, colaborando en los sistemas supra-nacionales de defensa y seguridad con las Naciones Unidas, con la OTAN y con los países con los que se tienen tratados bilaterales para la defensa. La experiencia internacional ha sido, probablemente, uno de los factores más importantes de la transición en las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil, pues además de proporcionar a los militares una perspectiva más global de la defensa, les ha proporcionado también unos conocimientos técnicos y profesionales que para sí quisieran otros colectivos de servidores públicos, incluido de manera muy especial el conocimiento de idiomas. En la actualidad es difícil encontrar un oficial que no hable al menos un idioma además del español u otras lenguas españolas, y la gran mayoría conocen dos, siendo uno de ellos algún idioma poco usual para la mayoría de los ciudadanos. Además de los idiomas, los militares españoles han adquirido una intensa formación en nuevas tecnologías, especialmente en informática, comunicación, armamento moderno, administración de recursos materiales y humanos, etc., y han asimilado rápidamente los nuevos valores sobre libertades y derechos civiles de la democracia. También debe subrayarse la incorporación total de la mujer a las Fuerzas Armadas y a la Guardia Civil así como la supresión del Servicio Militar Obligatorio y su sustitución por los soldados y marineros profesionales.

Pero, como ha ocurrido en otros ámbitos de la sociedad española, la transición en las Fuerzas Armadas y en la Guardia Civil no comenzó, de pronto, al morir Franco. Había comenzado ya mucho antes, pues los cambios sociales no se inician un día concreto a una hora concreta. Muchos militares, y no solamente los más jóvenes, habían tenido ocasión de conocer cómo funcionaban las democracias en otros países, pues si bien España no había sido todavía admitida en la OTAN los pactos con Estados Unidos para las bases de uso conjunto desde el tratado de 1953, así como muchos otros tratados bilaterales con países europeos, habían facilitado antes y con mayor intensidad que otros sectores de la sociedad española la interrelación con sus colegas de otros países y su modernización. Las propias Fuerzas Armadas tomaron la iniciativa de tender puentes con la sociedad civil incluso antes de la muerte de Franco, organizando múltiples encuentros y contactos. Ya en los años 60 y 70 hubo muchos militares que cursaron estudios universitarios y buscaron su propia relación personal con la sociedad civil. Personalmente pude intervenir modestamente durante la transición en algunos de esos intercambios, desde la dirección del Seminario Sociedad y Fuerzas Armadas en el Ceseden, en el establecimiento de uno de los primeros seminarios Universidad-Fuerzas Armadas en la UNED, y en el establecimiento de cursos de actualización para militares desde el Instituto Nacional de Ciencias de la Educación. Resulta imposible olvidar los comentarios de los militares y de los civiles después de conocerse a través de esos encuentros. Los primeros decían, «si todos los izquierdistas fueran como éstos no habría problemas para entenderse», mientras que los segundos afirmaban, «si todos los militares fueran como éstos no habría problemas para entenderse». La respuesta era la misma en ambos casos, «¿y por qué pensáis que los que no conocéis personalmente son distintos?». Mencionar los nombres de muchos de aquellos protagonistas no haría justicia a todos los que se tomaron muy en serio estrechar los lazos entre las Fuerzas Armadas y la Sociedad.

El resultado es que la sociedad española valora por encima de otras instituciones principalmente a la Corona, las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Seguridad, lo que no implica en absoluto que exista un sentimiento militarista. Por el contrario, la sociedad española es profundamente demócrata y rechaza cualquier posibilidad de un «gobierno de militares», como también rechaza un «gobierno de expertos» o el gobierno de un «líder fuerte». La democracia ha arraigado profundamente entre los españoles, y por supuesto también entre los españoles que son militares. Por eso, las tres instituciones citadas parecen ser las que proporcionan mayor seguridad a los españoles.

Juan Díez Nicolás, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense.