¿Funcionaría la “rampa de salida” de Dodd-Frank propuesta por Hensarling?

Jeb Hensarling, el republicano que preside el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes de EE.UU., pronunció el mes pasado un discurso de amplio alcance en el Club Económico de Nueva York, en este discurso propuso una reforma completa de la regulación financiera estadounidense. Hensarling culpó a los reguladores y disculpó a Wall Street por la crisis financiera; condenó los rescates bancarios financiados por el gobierno; caracterizó la legislación de reforma financiera Dodd-Frank del año 2010 como una toma de poder; y pidió mayor supervisión de la Reserva Federal por parte del Congreso.

La mayoría de las propuestas de Hensarling – incluso respaldadas, como ahora lo están, por un documento que suena partidista de la Comisión Bancaria de la Cámara de Representantes y una opinión favorable del Wall Street Journal – no tienen posibilidades de éxito en el ámbito político. (Se tendría que conseguir 60 votos en el Senado y una firma presidencial para su aprobación). Estas propuestas ya han sido fuertemente criticadas por los demócratas quienes indican que son demasiado arriesgadas y pro-bancarias – y, en gran medida sí lo son. Después de decir esto, también se debe decir que vale la pena explorar una de las ideas de Hensarling: la idea denominada por él como una “rampa de salida” de la regulación Dodd-Frank para los bancos que voluntariamente deseen incrementar su capital disponible.

Volvamos a lo básico por un momento. El gobierno garantiza los depósitos bancarios debido a que un fracaso de la banca podría afectar a toda la economía. Esto crea un riesgo moral, ya que los bancos, que están tras grandes ganancias para sus accionistas, relajan su gestión de los dineros, mismos que en los hechos se tornan en dineros del público. Se sienten cómodos tomando grandes riesgos, ya que en caso de que pierdan, solamente tienen que entregar el banco al gobierno para que este pague a los depositantes y a otros acreedores. Y si ganan, son los bancos y sus accionistas quienes mantienen para sí mismos su bonanza.

Los reguladores utilizan dos medidas clave para mitigar esa asunción de riesgos: exigen que los bancos tengan más capital y les exigen que mantengan sus inversiones, préstamos y operaciones más seguros (y potencialmente menos rentables) de lo que a dichos bancos les gustaría que estén. Debido a que estos dos métodos centrales de regulación logran el mismo fin, teóricamente, pueden sustituirse entre sí – los reguladores pueden establecer los requerimientos de capital de los bancos en niveles muy altos, o pueden establecer el grado de riesgo permitido para las actividades bancarias en niveles muy bajos. En la práctica, debido a que los reguladores no pueden implementar ninguna de las dos medidas a la perfección, implementan un poco de cada una.

La propuesta de la rampa de salida de Hensarling se basa en que la solución de compensación, que da a los bancos más libertad para decidir si quieren menos riesgo o más capital. La regulación de línea de base sería la típica mezcla de las dos medidas, pero los bancos de manera individual podrían optar por requisitos de capital sustancialmente más altos a cambio de un permiso para participar en inversiones y operaciones de mayor riesgo. En otras palabras, podrían reducir las limitaciones de una medida de regulación a cambio de endurecer las limitaciones de la otra.

Esto es conceptualmente sólido. Sin embargo, hay problemas con la propuesta de Hensarling en la forma en la que él la articuló. Y, no son problemas pequeños.

En primer lugar, el ratio de capital que Hensarling requeriría de los bancos que toman la rampa de salida es demasiado bajo, ya que propone un 10% de los activos totales. Este es un nivel más alto que los niveles actuales, pero no lo suficientemente alto como para garantizar la seguridad de los bancos.

El Consejo de Estabilidad Financiera y el Fondo Monetario Internacional, cada uno por su parte, determinaron que muchos bancos que estuvieron bajo amenaza durante la crisis financiera del período 2007 y 2008 hubiesen necesitado el doble de los niveles actuales de capital para sobrevivir de manera intacta. Si la propuesta de Hensarling se hubiese implementado, esos niveles habrían sido aún mayores, debido a la reducción en la regulación del riesgo. Sólo si el capital se incrementaba sustancialmente – a niveles realmente altos – los bancos y sus ejecutivos llegarían a la conclusión de que, sin instrucción regulatoria, no es en su interés ni en el de sus accionistas asumir tanto riesgo.

Un segundo problema con la propuesta de Hensarling es que los bancos son propensos a rechazar esto mientras la política tributaria corporativa se mantenga sin cambios. Como he argumentado en comentarios previos, y en un  artículo académico que recientemente escribí con Michael Troege, requerir que los bancos tengan más capital aumenta su factura de impuestos, ya que reduce el nivel de deuda deducible de impuestos y aumenta el nivel de capital gravable. Si la legislación de impuestos no se reforma, pocos bancos considerarán la compensación atractiva, ya que una factura de impuestos más alta anularía los rendimientos de tomar la oferta que realiza Hensarling.

El tercer problema es el relativo a la logística: el plan de Hensarling conectaría directamente a la legislación  los parámetros para que los bancos tomaran una rampa de salida regulatoria, por lo tanto ataría las manos de los reguladores. Una vez que un banco alcance el 10% del capital, no se le podría impedir realizar fusiones clave, ni tampoco se podría determinar que es un banco de importancia sistémica y que representa riesgo. Debido a que las circunstancias económicas cambian rápidamente, los reguladores, quienes pueden adaptarse a nuevas condiciones más rápido que lo puede el Congreso, deben tener la libertad de fijar los requisitos de capital y los niveles en los que se compensa el riesgo de crédito. Bajo el plan de Hensarling, ellos no tendrían tal libertad.

Lo que es aún más insidioso es que mediante la derogación de gran parte de la regulación del riesgo de Dodd-Frank, la propuesta Hensarling virtualmente eliminaría los incentivos que tienen los bancos para elegir la rampa de salida. No habría suficiente regulación para que los bancos sientan la necesidad de escapar. Los bancos podrían, por lo tanto, salirse con su gusto.

A pesar de todo esto, los reguladores deberían dar las gracias a Hensarling por la diseminación del concepto de un marco flexible de compensación. Si bien los detalles de su propuesta en particular son problemáticos, por decir lo menos posible, el concepto tiene un verdadero potencial. El resultado podría llegar a ser un sistema financiero más dinámico – y también más seguro.

Mark Roe is a professor at Harvard Law School. He is the author of studies of the impact of politics on corporate organization and corporate governance in the United States and around the world. Traducción del inglés de Rocío L. Barrientos.

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