El verano nos acaba de ofrecer un espectáculo venturoso: el campeonato del mundo de fútbol femenino, que se ha celebrado en Francia, con la victoria de Estados Unidos sobre Holanda en la final. Habrá en el planeta deporte un antes y un después de este evento.
La primera sorpresa muy positiva que ha deparado el Mundial es que la gente acudió de forma masiva a los 52 encuentros disputados, lo que demuestra el interés que al fin está empezando a despertar el fútbol femenino. Para 13 de los encuentros se agotaron las localidades y se vio poco cemento en las gradas de los restantes. Y la segunda sorpresa igualmente agradable es que las féminas juegan francamente bien. No tenían una técnica pobre, como algunos podían pensar, sino clase, velocidad, toque... Los partidos resultaron muy entretenidos y muchos muy disputados. El encuentro en semifinales de España contra la campeona, Estados Unidos, en que perdimos por 2-1 dejando una sensación formidable en el césped, fue una buena muestra.
La tercera sorpresa, más importante, es que la competición ha tenido mucha audiencia en todo el mundo, no muy distante de los 1.000 millones de espectadores. Esto cambia todo. El Inglaterra-Estados Unidos fue más seguido en el Reino Unido que la final masculina de la Champions disputada por ¡dos equipos ingleses! días antes. La televisión francesa que emitió los encuentros tuvo que pagar por los derechos 12 millones de euros, 15 veces más que en el Mundial femenino anterior, pero hizo un extraordinario negocio.
La televisión parece haber encontrado un prometedor maná. Millones de seguidores no han quedado defraudados. Es cierto que no había encuentros masculinos en las mismas fechas, pero la realidad es que se disfrutó. La televisión puede dar un paso relevante para subrayar diversas reivindicaciones femeninas.
Dicho todo lo anterior, es indudable que sigue existiendo una enorme desigualdad salarial deportiva entre hombres y mujeres, brutal en muchos países. En Estados Unidos es escandalosa, sangrante. Las futbolistas yanquis habían ganado cuatro veces el Mundial. La de Francia es su quinta Copa, conseguida merecidamente, con frecuente brillantez. Por su parte, el equipo masculino no ha pasado nunca de octavos en un campeonato. Para el de Rusia ni se clasificaron. Hay ocasiones en que lo hacen por estar en un grupo clasificatorio endeble (Centroamérica, Caribe). Y, sin embargo, los hombres siguen percibiendo cantidades muy superiores a las mujeres, un 60% más.
La situación llevó hace años a dos jugadoras de la selección norteamericana a presentar una demanda por discriminación de género que fue suscrita en el Día Internacional de la mujer por el resto de sus compañeras. La Federación estadounidense ha prometido una mediación.
El Mundial de Francia ha suscitado un enorme interés en Estados Unidos. Las campeonas desfilaron por la Quinta Avenida neoyorquina como auténticas heroínas;han tenido una considerable visibilidad, lo que socava algún cimiento de la cultura de aquel país y de otras naciones al otorgar mayor importancia a los logros masculinos que a los femeninos. Llevará a replantear la cuestión económica en la FIFA, donde la disparidad en premios está acentuada. La selección masculina ganadora del Mundial ruso, la francesa, recibió de este organismo 33 millones de euros. La estadounidense femenina por su triunfo acaba de obtener 3,5 millones. La brecha, aun teniendo en cuenta que los hombres atraen más televidentes, es desde luego excesiva.
La cuestión entra también rotundamente en la política estadounidense. El fútbol es muy practicado entre las jóvenes; el 20% de las que cursan enseñanza media lo juegan, y las fichas de jugadoras sobrepasan con creces un millón. La capitana de la selección, Megan Rapinoe, ya mediática, manifestó que no acudiría «a la puta Casa Blanca» si Trump las invitaba para felicitarlas. La frase, en un país tan patriotero, no gustó en todos los hogares pero ha tenido su eco. Las jugadoras han pasado, con su mensaje político y feminista, por todas las cadenas.
Han ido más allá en el terreno reivindicativo. Tres de ellas, Rapinoe incluida, valientes, se han fotografiado con la inscripción "Lesbianas y campeonas del mundo". La pareja de Rapinoe, una jugadora de baloncesto, se ha prodigado diciendo que la capitana de fútbol (la que nos metió los dos goles de penalty) se echa sobre los hombros "a la selección, la igualdad salarial y hasta el amor de verdad".
Lo que lleva a plantearnos la valentía femenina en este campo. Billie King y Martina Navratilova al final de su carrera hablaron de su orientación sexual. La francesa Amélie Mauresmo la confesó en activo cuando acababa de ganar un gran slam. Ahora lo repiten las futbolistas ante las cámaras. El mutismo de los hombres en este asunto es mayor. La sociedad estadounidense, como la occidental en general, ha cambiado enormemente en este aspecto. Nadie se atrevería a proferir ni siquiera en privado la humillante frase de Nixon ante sus colaboradores: "¿Sabéis el por qué del declive del imperio romano? Los últimos seis emperadores eran homosexuales". Ahora bien, ¿temen los deportistas que la salida del armario de un jugador masculino encuentre una reacción más adversa que la de las mujeres?
El triunfo de las americanas alumbra nuevos expertos. Han explicado que cuentan hasta con un asesor menstrual que aconseja a las jugadoras lo que es bueno en cuanto a alimentación y prácticas deportivas en los días premenstruales y postmenstruales. Serán imitadas porque seguro que el asesor es una figura más útil que una influencer y piensen ya en las que hay. Yo estoy a punto de intentar lo de influencer.
Por último, la emergencia de la mujer incidirá en el planeta publicitario. Es muy posible que en los anuncios que rodean un buen partido ya no aparezca sólo el tedio de las imágenes de coches. Habrá, tímidamente primero, productos que interesen a las mujeres: desde maquillaje hasta sujetadores, bañadores, motos (de consumo ascendente), y ojalá algún libro, porque ellas leen más. Será más variado.
Y si en el futuro próximo surge una Beckham femenina, es decir una goleadora que combine clase y un físico atractivo que haga tilín a hombres y mujeres, la tele se enamorará de ella, se verá más fútbol femenino y se avanzará en la igualdad salarial. Me alegraría por lo de la igualdad y no estoy de broma.
Otra agradecimiento al Mundial. Esas fechas, en la sección deportiva de los medios, no hemos tenido que leer u oír, por milésima vez, los imperativos descartes del Madrid y el fichaje de Neymar por el Barça. Qué pobreza informativa y qué empacho.
Inocencio F. Arias es diplomático y escritor.