Fútbol y conciencia social

Pocas dudas hay de que el fútbol, ese fiel compañero que nos sigue en tantos momentos como espectadores o como practicantes, aporta un sinfín de elementos positivos a nuestra sociedad. A quienes practican este deporte les brinda mejoras en su salud física y emocional, procurándoles un modo de esparcimiento y un encuentro con iguales con los que jugar no sólo al fútbol, sino a ser futbolistas. De entre éstos, los mejores han conseguido incluso pasar a la memoria de los aficionados como los grandes héroes de nuestro tiempo.

Y es que contemplar el fútbol como espectáculo nos proporciona emoción, evasión de la cotidianeidad e identificación con otras personas. Como deporte mundialmente extendido se configura como un auténtico lenguaje universal que nos une como humanos pese a su corta existencia de poco más de un siglo.

El fútbol no sólo nos retrotrae a la infancia, se configura como un elemento biográfico que nos acompaña toda la vida, conectándonos con lugares, gentes, sabores y sensaciones. Desde la primera lección de geografía que recibimos al colocar un equipo en el mapa, hasta los innumerables vínculos compartidos con amigos, familiares y seres queridos. A modo de hilo conductor de los acontecimientos de nuestra vida, el fútbol es una herramienta que nos sirve para recordar, que nos ayuda a que el relato vital adquiera consistencia.

Por todo lo anterior, no extraña que el deporte, y el fútbol en particular, sean usados como efectivas herramientas para la visibilidad de problemas sociales. La historia del deporte y de su aplicación como tal herramienta social es relativamente reciente, de poco más de tres décadas, pero no por ello menos prolija en experiencias y en resultados satisfactorios. Encuentra sus referentes en países de nuestro entorno, como Francia, Alemania, Bélgica o Gran Bretaña.

Hoy sabemos que hay enormes retos que afrontar en términos de exclusión social, como el de las ingentes cifras de pobreza, que ya afecta a más de dos millones y medio de personas en España, la mitad de ellas, niños. O las 40.000 personas que se estima que viven en la calle, con múltiples necesidades que cubrir. Ante las dimensiones y complejidad de estas problemáticas, el lugar de las intervenciones con base en el deporte debe concebirse necesariamente precavido. Una de las principales enseñanzas que se derivan del análisis de estas experiencias de intervención social es la necesidad de encauzar las actividades deportivas, adaptándolas a los distintos contextos y necesidades de intervención, acotando sus pretensiones y evitando los maximalismos. Es un error pensar que sólo con introducir la práctica deportiva en un entorno con problemas, los resultados van a ser inmediatamente satisfactorios.

En esta reversión de las causas, cobra especial importancia la necesidad de hacer de los problemas sociales motivo de reflexión e involucración de toda la sociedad, es decir, de compartir empáticamente los problemas comunes, algo que desde los pensadores de la Revolución francesa ha estado omnipresente en nuestro ideario democrático occidental. La socialización y la empatía son aspectos difícilmente tangibles, pero cobran una dimensión esencial que debe comprometer a una pluralidad de agentes. La intervención ante la exclusión social, la pobreza o la desigualdad no es tarea de unos pocos especialistas; debe implicar también a empresas, administraciones, entidades no lucrativas y ciudadanos. Especialmente a aquellas entidades que se han configurado como agentes clave en la sociedad, que sirven de espejo a miles de jóvenes y adultos y que tienen en su mano visibilizar estos problemas ante millones de personas.

Un ejemplo de este tipo de entidades que tienen el poder y la obligación de actuar es LaLiga, en la que vemos un ejemplo reciente que ilustra esta argumentación. Como muchos sabemos, LaLiga, dentro de su Fundación, ya está familiarizada con el reto de desarrollar este tipo de labores de concienciación desde sus orígenes. Desde 1993, han llevado a cabo un sinfín de tareas de apoyo a colectivos más desfavorecidos, la última hace unos días, con motivo de la llegada de la Navidad. Se trata de su campaña #TiempoDeRecordar, con la que a través de un spot han querido dar visibilidad al problema de la pobreza en España, invitando a todos los aficionados al fútbol, expertos en recordar momentos míticos, a que durante estas fechas no se olviden de las personas que no tienen recursos. LaLiga, consciente de su presencia mediática y del impacto del fútbol español a escala planetaria, no duda en ejercer su posición de líder en una senda en la que también caminan otras grandes ligas del mundo. Como la NBA, que desde hace tiempo promueve proyectos y actividades en materia de salud, educación y deporte e involucra a jóvenes en programas de baloncesto de más de 40 países.

En resumen, el papel de la concienciación social desde el fútbol debe ser considerado en términos de escala y de sentido. De escala, porque en tiempos de sobresaturación y de tanta banalización de la información, aquellas entidades que tienen el poder de hacer llegar su mensaje a un mayor número de personas de un modo más eficiente y efectivo poseen el privilegio de poder difundir ideas que nos ayudan a construir conciencia social. Y de sentido, porque estas ideas se difunden desde entidades que también tienen otro claro privilegio: ejercer la solidaridad representando y siendo voz de un deporte como el fútbol, cemento cohesionador de nuestra sociedad. Con esta concienciación pueden ayudarnos a recordar qué problemas compartimos y quiénes somos en realidad.

Pero precisamente aquí recordar no es sólo traer algo del pasado. Que la Navidad y el cambio de año es tiempo de reflexión, de propósitos de cambio, no es sólo un lugar común, es un hecho. Aunque siempre se quede algo en el tintero, muchos hemos cambiado parte de nosotros mismos en estos días. Quizá nos ayude acudir a la etimología de esta palabra, una de las más bellas de nuestro vocabulario, por la cual recordar procede del latín re (volver hacia atrás) y cor-cordis (corazón). Recordar es, y debe ser en momentos significados como el de la Navidad, volver hacia atrás, volver a vivir con el corazón. Y ojalá que también sea cambiar lo que somos a partir del recuerdo compartido.

Mario Jordi Sánchez es profesor del Departamento de Antropología Social, Psicología Básica y Salud Pública en la Universidad Pablo de Olavide.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *