Game Over, Puigdemont: 21 lecciones de una manifestación histórica

Game Over, Puigdemont

1. La España democrática ha vivido muchas manifestaciones

La mayoría de ellas han sido meramente declarativas. “Somos esto”. “Queremos aquello”. “Nuestra superioridad moral nos apabulla”. Placebo para las masas y poco más. Pero una de esas manifestaciones logró ir más allá de la escenificación inane y cambiar el rumbo de este país. Fue la vivida tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco y que supuso el principio del fin de ETA. La de ayer en las calles de Barcelona fue la segunda de este tipo de manifestaciones que vivimos en nuestro país. Y supone el principio del fin de la impunidad callejera del independentismo y de la superioridad moral de esa izquierda que entre el nacionalismo y el Estado de derecho ha escogido siempre al nacionalismo. ¿Sabrán verlo los partidos constitucionalistas y actuar en consecuencia?

2. 350.000 asistentes según la Guardia Urbana y 950.000 según los organizadores

Que la Guardia Urbana minimizaría la asistencia a la manifestación era fácilmente previsible. Yo estuve allí. Por la calle Aragón en su cruce con la avenida Diagonal, a 2,2 km de la cabecera de la manifestación, se caminaba con dificultades una hora antes de su comienzo. Y la calle Aragón tiene siete carriles de ancho. A seis o siete manzanas de la cabecera, ya era imposible avanzar.

3. La multitud se desbordó por las calles paralelas

Y, una vez comprobado que estas también estaban bloqueadas por la masa, avanzó hacia el punto final de la marcha, muy cerca del parque de la Ciudadela. Fue inútil. La manifestación se extendió como una mancha de aceite por el centro de Barcelona. Las calles del recorrido oficial no pudieron absorber los cientos de miles de manifestantes que hicieron acto de presencia.

4. Ada Colau hizo todo lo posible para entorpecer la movilidad

El ayuntamiento no cortó el tráfico salvo en las calles contiguas al recorrido oficial de la manifestación.Los autobuses circulaban a cuentagotas y anunciaban tiempos de espera de más de treinta minutos. Los metros brillaban por su ausencia y muchas bocas estaban cerradas. Ada Colau hizo todo lo posible por entorpecer la movilidad de los barceloneses y dificultar su acceso a la manifestación. Dio igual. La gente caminó kilómetros para llegar hasta la plaza Urquinaona de Barcelona.

5. El Ayuntamiento no prohibió el aparcamiento en las calles clave

Como suele hacer habitualmente antes de este tipo de manifestaciones, lo que provocó peligrosas aglomeraciones. Hubo decenas de desmayos y las ambulancias tuvieron que emplearse a fondo. La falta de previsión del Ayuntamiento (algunos manifestantes apostaron por la mala fe) fue una de las conversaciones más habituales entre los manifestantes.

6. El lema más coreado, con diferencia, era “Puigdemont, a prisión”

Es de suponer que el presidente de la Generalitat no tiene pensado saltarse la Constitución para consultar este punto en concreto con los ciudadanos catalanes. ¡Con lo democrático que es votar!

7. También fueron muy aplaudidos los lemas “Viva España y visca Catalunya”

“Yo soy español, español”, “Luego dirán, que somos cinco o seis”, “Estamos hasta los huevos” y, uno de los más coreados, “Viva nosotros”. Autoestima, desde luego, no faltó.

8. Abucheos a Pablo Iglesias

Lo habrán visto en las noticias. Pablo Iglesias fue visto en la estación de Sants huyendo de Barcelona poco antes de la manifestación y siendo abucheado por el pueblo hasta el punto del temblor de orejas. Y ya es raro que el cariño que el líder de Podemos dice tener por la gente no sea correspondido. Empiezo a sospechar que cuando el líder de Podemos habla de pueblo no se refiere en realidad a los ciudadanos españoles sino a otra cosa que vayan ustedes a saber qué es.

9. El PSOE es ya el partido palestino por excelencia del panorama político español

Nunca pierde una oportunidad de perder una oportunidad. Su ausencia en la manifestación de ayer le sitúa en el punto equidistante entre el golpismo y la democracia. Es decir en el golpismo.

10. Magnífico discurso de Borrell

Tuvo que ser un veterano del socialismo anterior a Zapatero, es decir el democrático, el que le devolviera la dignidad perdida a la palabra socialismo. El discurso de Borrell, magnífico, recto, aleccionador y contundente, hizo que, por contraste, Pedro Sánchez pareciera un pigmeo político indigno de ocupar la presidencia de este país. Vargas Llosa, menos ácido y más positivo, abogó por convertir Cataluña en la capital cultural de España.

11. La asistencia masiva a la manifestación escoció

Y mucho, entre el independentismo. La bilis se desbordó en las redes sociales y las excusas para minimizar el apabullante éxito de la convocatoria fueron varias:

A) Son pocos (esta mentira resultaba tan increíble que fue descartada rápidamente).
B) Son gente de fuera de Barcelona (no eran la mayoría, pero los había, sí, y gritaban “visca Catalunya”).
C) Son franquistas (más de un independentista perdió ayer todas sus pestañas buscando banderas con el aguilucho entre la multitud; yo no vi ni una, lo cual no quiere decir que no las hubiera en manos del descerebrado de turno; si vi a un flacucho desgreñado y desdentado con una camisa de la Legión gritándole obscenidades a los Mossos d’Esquadra: los manifestantes se reían de él, como el friki que era).
D) Son gente que odia a los catalanes (en dos horas de manifestación no oí ni una sola consigna que pudiera calificarse como anticatalana; el pasotismo respecto a este punto en concreto fue total).

12. Las únicas banderas anticonstitucionales que vi ayer fueron las esteladas

Que colgaban de algunos balcones. Cuando la multitud se cruzaba con alguna de ellas pedía con bastante gracejo que saliera su propietario a saludar. Alguno lo hizo y fue recibido con aplausos y alguna que otra saeta irónica. El español cejijunto, cabreado y permanentemente resentido que suele pintar el nacionalismo no apareció por ningún lado.

13. Habrá un antes y un después de esta manifestación

Por lo que respecta al uso de la bandera española en Barcelona y entiendo que también en el resto de España. Que haya sido el nacionalismo catalán y el resentimiento antiespañol de Pablo Iglesias, Ada Colau y el PSOE los que hayan logrado el milagro de que la bandera de España se haya despojado, definitivamente, de ese injusto marchamo de franquismo que le habían encasquetado sus enemigos tiene algo de justicia poética. No hay mal que por bien no venga.

14. Sólo eran demócratas

Si todos los presentes en la manifestación fueran verdaderamente los franquistas beligerantes que pinta la propaganda nacionalista no ya con brocha gorda, sino con fregona ciclópea, ya les avanzo yo que Zaragoza tendría a día de hoy playa. Pero sólo eran demócratas.

15. El milagro, en cualquier caso, es notable

Un millón de fachas enarbolando banderas catalanas y defendiendo la ley y el Estado de derecho. Y todo ello mérito del independentismo. ¡Y luego se quejan de que no nos quieren!

16. "Ni Rajoy ni Puigdemont"

Por cierto. No oí ni un solo viva al Gobierno pero si vi algunos carteles que rezaban “Ni Rajoy ni Puigdemont”.

17. Lo que sí oí, a mansalva, fueron vivas al Rey

Que monopolizó buena parte de las conversaciones. La mayoría coincidía. El martes pasado, a las 20:00, todo parecía perdido en Cataluña. La ruptura de España y el fin del actual Estado de derecho eran inevitables. Pero el discurso del Rey a las 21:00 fue el detonador de un movimiento de reconquista del espacio público, de la legalidad democrática y, casi más importante aún, del orgullo que proporciona la legitimidad moral. Y ese movimiento ha desbordado al nacionalismo hasta el punto de que su mayor aspiración ahora es, como en el chiste de Lourdes, quedarse como estaba antes de empezar su camino hacia la nada.

18. La leyenda negra inventada por el nacionalismo

De todas las leyendas negras que los españoles cargamos a nuestras espaldas, la más negra es la que han fabricado los nacionalismos, con la complicidad de la izquierda, para que los ciudadanos de este país sintamos vergüenza de nosotros mismos y de nuestra nación. Pero ayer, sin que nadie fuera capaz de preverlo hace apenas una semana, la bandera española se convirtió en emblema de democracia, de tolerancia, de libertad y de ley. Es decir de modernidad.

19. El cajón de banderas de la España negra

Ayer, 8 de octubre, las esteladas, las banderas republicanas y las banderas comunistas pasaron a ese cajón de la historia en el que figura, con todo merecimiento, la bandera del aguilucho. El cajón en el que los españoles guardamos las reliquias de la España negra.

20. La cobertura de los medios de comunicación catalanes fue la previsible

En el diario El Punt Avui la noticia principal del día aludía a la actuación policial del pasado domingo. En TV3 se incidió en la beligerancia de los lemas, en la petición de prisión para Puigdemont y Trapero, y en los gritos de “TV3 manipuladora”. Esto último les dolió especialmente. A mí en cambio se me suaviza el alma cuando oigo eso de “Prensa española manipuladora” o “Español el que no bote” en las manifestaciones independentistas con las que me suelo cruzar. Lo primero, por lo visto, es fascismo. Lo segundo, libertad de expresión.

21. El game over incontestable para Puigdemont

Los independentistas fingieron vivir la manifestación de ayer como una batalla perdida. Es decir como una victoria táctica del unionismo. Se equivocan. Lo de ayer no es una batalla más. Es un game over incontestable para Puigdemont y su proyecto de arrinconamiento del 50% de los catalanes. Porque una declaración de independencia unilateral no sería ahora sólo un movimiento contra España y la Constitución, sino contra cientos de miles de ciudadanos. Es decir un golpe de Estado contra los propios catalanes.

Cristian Campos, periodista.

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