Ganar la Libertad

Dicen que el tiempo lo cura todo y, en parte, es verdad. Las lágrimas se secan. Nos acostumbramos a la ausencia. Y aprendemos a encauzar nuestra rabia y nuestro dolor. Incluso somos capaces de perdonar a quienes nos han hecho daño. Sin embargo, sobreponerse a una gran injusticia no significa olvidar. Y menos aún cuando se trata de un acontecimiento que nos ha marcado tanto como personas, como sociedad y como país.

Han pasado 10 largos años del secuestro y asesinato de Miguel Angel Blanco. Muchos jóvenes españoles de hoy eran todavía niños cuando ocurrió. Tendrán vagos recuerdos, que habrán ido puliendo con el tiempo gracias a las vivencias de sus mayores y las imágenes de televisión: la conmoción inicial, la incredulidad, el hilo de esperanza, las manos blancas, las velas en la noche, las gigantescas manifestaciones y, luego, la terrible noticia, el espanto y la indignación.

No voy a contar los hechos. Todos los españoles los conocen bien. Quiero ir al fondo de aquel episodio: lo que fue, lo que desencadenó y, sobre todo, el camino que marcó. Aquel secuestro fue el mayor chantaje al que jamás hayan sido sometidos España y los españoles. Una banda terrorista colocaba a un Gobierno democrático ante la más terrible disyuntiva: o cedía a sus exigencias o un concejal de Ermua de 29 años, inteligente, cariñoso, responsable, sería asesinado. ¿Cabe dilema más tremendo? ¿Cabe decisión más dolorosa y difícil? Póngase el lector por un momento en la piel de la familia de Miguel Angel, de sus compañeros de partido y del Gobierno de entonces. ¿Cómo hubiera reaccionado? ¿Qué hubiera hecho?Existían dos opciones. Lo más fácil era ceder al chantaje: negociar con los terroristas y darles lo que pedían. La otra, en cambio, requería una gran fortaleza moral. Un enorme coraje y un apego muy profundo a ese valor superior que nos distingue como seres humanos y que es la columna vertebral de nuestra democracia: la libertad.

Frente al chantaje, España eligió la libertad. Se dijo a sí misma y al mundo que, frente al terrorismo, sólo cabe una respuesta: ni negociaciones, ni cesiones, ni chalaneos; la firmeza y sólo la firmeza. Fue una decisión trascendental, un punto de inflexión en la historia de la lucha contra el terrorismo y a favor de la democracia en España.

Hasta entonces, muchas personas habían estado instaladas en la resignación. Los asesinatos se sucedían entre el silencio de unos y el desánimo de otros. Eran los años de plomo, el tiempo del miedo, cuando fue ganando adeptos la teoría de que la única manera de acabar con el terrorismo es mediante una negociación política. A esta doctrina la llamaron «final dialogado de la violencia». En realidad, es una versión más de la vieja teoría del apaciguamiento, que tantos estragos ha causado en la Historia reciente de Europa.

El secuestro de Miguel Angel actuó como un revulsivo. Obligó a los paladines del diálogo a rectificar y consiguió que el conjunto de la sociedad proclamara a una sola voz: ¡A por ellos! Este grito colectivo desencadenó una reacción que, como una inmensa ola, inundó todos los rincones de España. Desde los hogares hasta las más altas instituciones del Estado, pasando por el Parlamento, la Justicia, las Fuerzas de Seguridad, los empresarios, los sindicatos y organizaciones cívicas de todo tipo. El conjunto de la sociedad española hizo suya e impulsó lo que ahora llamamos la política de la derrota de ETA. Decidió ganar la libertad y, al hacerlo, demostró que ésta se puede ganar. Fue esta decisión colectiva de derrotar a ETA la que unió a los dos partidos mayoritarios -PP y PSOE-, en torno a una política que consiguió quitarle a ETA toda esperanza de conseguir sus objetivos a través de una negociación.

Ahora no faltan quienes, para justificarse, tergiversan las cosas. Invocan el espíritu de Ermua para hacer llamamientos vacíos a la unidad. No explican cómo se gestó esa unidad ni dicen para qué la quieren ahora. La unidad de Ermua fue posible porque había un diagnóstico común: todos estábamos de acuerdo en que con una banda de asesinos no hay nada que negociar. Sin un acuerdo básico sobre esa premisa fundamental, no hubiese existido unidad.Ésta es la gran lección de Ermua: la única política capaz de concitar la unidad de los demócratas es la política de la derrota de ETA. La política del diálogo no concita la unidad. Incluso diría que es incompatible con la unidad. La política de la negociación es una garantía de división política y social, y, por tanto, de debilidad ante el terror.

Esto es muy importante, tanto para entender lo que ha pasado en estos tres últimos años como de cara al futuro. Si estos tres años no ha habido unidad es porque el Gobierno ha decidido abandonar la política de la derrota de ETA y abrir un proceso de negociación con los terroristas. Con esta decisión, Zapatero interrumpe la dinámica generada tras el asesinato de Miguel Angel, abandona el espíritu de Ermua y devuelve la esperanza a los terroristas de conseguir sus objetivos mediante el diálogo. Donde había decisión de derrotar a ETA, introduce voluntad de negociar. Donde había fortaleza, genera debilidad. Donde había esperanza, infunde inquietud, incertidumbre y desánimo. Y donde había unidad, provoca división.

Esta división ha quedado reflejada en la decisión del Partido Socialista de excluirse del acto de homenaje a Miguel Angel Blanco organizado el martes pasado por la fundación que lleva su nombre. Todos los españoles estaban con la familia de Miguel Angel, que ha vuelto a dar una lección de dignidad. Quienes se han separado de su lado y del consenso democrático de Ermua son Zapatero y la actual dirección del PSOE. Por eso, no estuvieron con ellos en Ermua.

No voy a enumerar todos los engaños y cesiones protagonizados por Zapatero en su negociación con ETA. Me quiero detener un instante en un episodio que resume, mejor que ningún otro, su política.

Si Miguel Angel Blanco es el símbolo de la política de la derrota de ETA, De Juana Chaos es el símbolo de la política de la negociación. Su huelga de hambre puso en evidencia la profunda debilidad del Gobierno y su incapacidad para plantar cara al chantaje etarra. Y eso que en juego no estaba la vida de un joven demócrata, sino la del asesino de 25 personas, que voluntariamente había decidido dejar de comer.

Comparemos las imágenes de hace 10 años con las de ahora. De un lado, millones de manos blancas, manifestaciones unitarias en todas las ciudades de España, y el cuerpo inerme de Miguel Angel haciendo su última entrada en el hospital. Del otro, el rostro desafiante de De Juana Chaos, sus paseos con su novia bajo el sol, y su entrada entre vítores en el hospital de San Sebastián gracias a una decisión del Gobierno. Entre unas y otras media un abismo, el que separa dos maneras radicalmente diferentes de abordar la lucha contra el terrorismo.

Es verdad que De Juana Chaos ha vuelto a la cárcel. Pero eso no hace más que confirmar lo que siempre hemos dicho: ceder ante el terrorismo es, además de inmoral, inútil. No sirve para nada. No apacigua a los terroristas ni nos acerca un milímetro a nuestro objetivo de recuperar la libertad. Al contrario. Quien cede una vez se convierte en prisionero de un chantaje. Pierde su libertad. Y, en el caso de un presidente del Gobierno, pierde también su autoridad política y moral.

Ahora nos encontramos en una situación muy inquietante desde el punto de vista de la fortaleza democrática de nuestro país. El proceso de negociación del Gobierno con ETA ha fracasado porque Zapatero adquirió compromisos que no podía cumplir sin pasar por encima de las víctimas del terrorismo, los jueces y el partido político que representa a la mitad de los españoles. No es que no lo haya intentado. Ha hecho todo lo posible para desactivar a las víctimas y destruir al Partido Popular. Sin embargo, no ha conseguido ninguna de las dos cosas y su fracaso ha destapado tres años de mentiras, que han acabado por socavar su credibilidad. Como gobernante y como persona.

Hoy ya nadie se fía de Zapatero. ¿Cómo fiarse cuando, además, sus gestos contradicen sus palabras? Zapatero debería empezar por contarnos la verdad de sus negociaciones con ETA. No estamos hablando de cualquier cosa. Estamos hablando de acuerdos y compromisos entre el Gobierno de la nación y una banda terrorista. Los españoles tienen derecho a saber qué acordó Zapatero con ETA. La situación actual es insostenible. Resulta que una banda de pistoleros, un centro mediador con sede en Suiza, varios gobiernos extranjeros, la justicia francesa y hasta la dictadura castrista tienen información sobre las negociaciones del Gobierno y ETA que Zapatero hurta a los representantes democráticos del pueblo español. Es un disparate. Como lo es querer silenciar en el ámbito político lo que ya se está investigando en el ámbito judicial, donde hay dos procesos abiertos sobre este mismo asunto.

Por otra parte, si Zapatero de verdad ha cerrado para siempre la puerta al diálogo con ETA, ¿por qué mantiene la resolución de mayo de 2005, que lo autoriza? La decisión del presidente de mantener abierta esa puerta es muy inquietante. Sobre todo porque viene acompañada de hechos gravísimos, como la decisión de permitir la presencia de ANV en los ayuntamientos.

En estas circunstancias, fiarse de Zapatero es, además de imposible, una temeridad. Del Gobierno ya no podemos esperar nada: sólo propaganda, golpes de efecto y ataques al PP en un final de legislatura agónico y estéril.

Por eso, desde el Partido Popular ya hemos empezado a trabajar para el futuro. Tenemos que recuperar los espacios de libertad que hemos perdido en estos tres años y, una vez conseguido, debemos seguir avanzando hasta lograr que no haya ni un sólo rincón de España donde los ciudadanos no puedan opinar, expresarse y vivir libremente. Esto se hace defendiendo con coraje, fortaleza y compromiso los pilares fundamentales de nuestra democracia: la justicia y la libertad. Es una lucha díficil. Para qué negarlo. Hay que estar dispuesto a recibir críticas, amenazas y descalificaciones. Hay que combatir la resignación de unos y la indiferencia de otros. Y, sin embargo, es el único camino decente, el único camino legal y el único camino eficaz.

A este objetivo vamos a dedicar nuestras mejores energías a partir de ahora. En Miguel Angel Blanco tenemos un referente. No es el único. Son muchísimos los ciudadanos que trabajan cada día para que la libertad se abra paso en España. Ahí está Regina Otaola, la flamante alcaldesa de Lizartza, cuya valentía frente a las amenazas nos llena de orgullo y admiración. Y también el propio presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, que en estos tres años ha contribuido de manera decisiva a mantener viva la llama del espíritu de Ermua.

Alimentar esa llama es ahora nuestro reto y obligación. Vamos a poner en marcha una Agenda para recuperar el espíritu de Ermua:Primero. Hay que que cerrar para siempre la puerta al diálogo con ETA. La banda debe saber que ningún Gobierno volverá a cometer el error de sentarse en una mesa de negociación y que todos los gobiernos, del signo que sean, van a hacer suyo el lema de Ermua: A por ellos.

Segundo. Una vez recuperado este principio fundamental, hay que rehacer el acuerdo político entre los dos grandes partidos con opción a gobernar.

Tercero. La unidad política debe servir para poner en práctica una política antiterrorista clara y firme, en la que no quepan ambigüedades de ningún tipo.

Cuarto. Esa política antiterrorista debe materializarse en medidas legislativas, políticas y de cooperación internacional, que permitan recomponer la fortaleza del Estado de Derecho y avanzar en el objetivo de acorralar a los terroristas en todos los ámbitos.

Quinto. Junto con las medidas políticas, hay que apostar por la derrota policial de ETA. En este sentido, hoy quiero felicitar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad por las detenciones y éxitos de los últimos días.

Sexto. En línea con lo anterior, es imprescindible promover la ilegalización de todas las marcas de Batasuna, empezando por el PCTV y ANV.Séptimo. Tenemos que volver a situar a las víctimas del terrorismo en el sitio que les corresponde: como referentes morales de nuestra sociedad.

Si damos estos siete pasos, podemos ganar la libertad en España. Podemos ganarla y la vamos a ganar. Por Miguel Angel. Por todas las víctimas de ETA. Por todos los concejales que a diario se juegan la vida defendiendo la democracia. Por la democracia. Por España. Por todos los españoles. Y por las generaciones que vendrán.

El martirio de Miguel Angel Blanco sirvió para que nosotros fuésemos un poco más libres. Ahora nos toca a nosotros trabajar para que la próxima vez que rindamos tributo a su memoria, también podamos celebrar una España en libertad.

Ángel Acebes, secretario general del Partido Popular.