'Gangsta rap', en francés

Por David Brooks, columnista de The New York Times. Traducción de News Clips. © 2005, New York Times Service (14/11/05):

Después del 11-S, todo el mundo sabía que se iba a producir un debate sobre el futuro del islam. Lo que ignorábamos es que el debate sería entre Osama Bin Laden y Tupac Shakur. Sin embargo, esos parecen ser los estilos de vida alternativos que realmente se ofrecen a los jóvenes musulmanes pobres en lugares como Francia, Reino Unido y quizá incluso en el resto del mundo. Unos pocos jóvenes muy marginados y fanáticos se comprometen con el islam radical de Bin Laden. Pero la mayoría encuentra su dignidad adoptando las poses y visiones del mundo del hip-hop y el gangsta rap estadounidenses. Uno de los aspectos sorprendentes de las escenas de Francia es la forma exhaustiva en la que los alborotadores han asimilado la cultura del hip-hop y el rap. No sólo utilizan los mismos gestos de manos que los raperos estadounidenses, llevan la misma ropa y collares, juegan a los mismos videojuegos y se sientan en el coche con los mismos equipos a todo volumen, sino que parecen haber adoptado las mismas poses de hombría exagerada, idénticas actitudes hacia las mujeres, el dinero y la policía. Parecen haber reproducido la misma clase de cultura de bandas, las mismas visiones románticas de traficantes de drogas que llevan pistola.

En una era globalizada, quizá sea inevitable que la cultura de la resistencia también se globalice. Lo que estamos viendo es lo que Mark Lilla, de la Universidad de Chicago, denomina una cultura universal de los desdichados de la Tierra. Las imágenes, modas y actitudes del hip-hop y el gangsta rap son tan poderosas que están teniendo un efecto hegemónico en todo el globo. La vida en el gueto estadounidense, al menos tal y como se retrata en los vídeos de rap, ahora define para los jóvenes, los pobres y los desafectos lo que significa estar oprimido. La resistencia gangsta es el modelo más convincente de cómo rebelarse contra esa opresión. Si quieren alzarse y luchar contra El Hombre, Notorious BIG les mostrará el camino. Esto es un recordatorio de que, a pesar de todo el debate sobre la hegemonía cultural estadounidense, la supremacía contracultural de EE UU siempre ha sido más poderosa. Los rebeldes héroes contraculturales de Estados Unidos ejercen más influencia en todo el mundo que las limpias imágenes consagradas de Disney y McDonald's. Éste es nuestro insulto final a los antiestadounidenses; nosotros definimos cómo ser antiestadounidenses, y los extranjeros que nos atacan se limitan a tomar prestados nuestros propios clichés.

Cuando el rap llegó por primera vez a Francia, los raperos estadounidenses dominaban la escena, pero ahora los barrios de inmigrantes de la periferia han creado sus propias estrellas en su propio idioma. Las letras del rap francés actual son como las del gangsta estadounidense de hace unos cinco o diez años, cuando era más habitual fantasear sobre asesinatos de policías y violaciones cometidas por bandas. La mayoría de las letras no pueden reproducirse en este periódico, pero pueden hacerse una idea de ellas, por ejemplo, a partir de un fragmento de una canción de Bitter Ministry: "Otra mujer se lleva una paliza. / Esta vez se llama Brigitte. / Es la mujer de un policía". O éste, del celebrado disco de Mr. R PolitiKment IncorreKt: "Francia es una guarra. No olvides (suprimido) hasta el agotamiento. ¡Debes tratarla como a una zorra, tío! ¡Mis negrazos y mis árabes, nuestro terreno es la calle con más pistolas!".

La pose del gangsta francés resulta familiar. Se ha creado en torno a la imagen del varón fuerte, violento e hipermacho, que reivindica en voz alta su dominación y exige respeto. El gangsta es un delincuente valiente y contracultural. No siente nada excepto rabia hacia las instituciones de la sociedad: el Estado y las escuelas. Demuestra su cruel fortaleza dominando a las mujeres. Quizá no sea casualidad que hasta los disturbios, la noticia más importante surgida de estos barrios fuera el auge de pasmosas y horrendas violaciones perpetradas por bandas.

En otras palabras, lo que estamos viendo en Francia le resultará familiar a cualquiera que haya presenciado el auge de la cultura gangsta en Estados Unidos. Cojan a una población de jóvenes oprimidos por el racismo y que se enfrentan a oportunidades limitadas, ofrézcanles una cultura que les alienta a convertirse exactamente en la clase de personas que los intolerantes creen que son, y llámenlo reafirmación con orgullo y envalentonamiento. Cojan a unos hombres que ya son sospechosos ante la policía por su color, e idealicen y fomenten la delincuencia para que realmente sean despreciados y maltratados. Díganles que desafíen la opresión adoptando la autodestrucción. Al menos en Estados Unidos, el gangsta rap es una especie de juego. El aficionado al gangsta acaba en la universidad o en la facultad de Derecho. Pero en Francia, las barreras que hay que ascender son más altas. Los prejuicios son más impermeables, y los mercados laborales más rígidos. Realmente no hay escapatoria.

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