La diversidad de lenguas ha dificultado la comunicación entre los humanos como ocurrió en la Torre de Babel. Para superar esa dificultad, los humanos siempre han anhelado encontrar una lengua común. El griego y el latín tuvieron ese papel en el mundo mediterráneo, coincidiendo con el máximo apogeo del poder político y militar griego y romano. Especial importancia para nuestra cultura tuvo el latín cuyo uso en forma escrita se prolongó hasta la Edad Moderna pese a no ser hablado por ningún pueblo. Su uso por la Iglesia aseguró esa continuidad durante siglos. Con el nacimiento de los modernos estados europeos florecieron sus propias lenguas desarrolladas en la alta Edad Media pero no consideradas cultas hasta entonces. En otras partes del mundo nacieron y florecieron otras lenguas de proyección universal como el chino mandarín y el árabe.
Dando un gran salto y situándonos en el siglo XXI, parece que tras el fracaso del esperanto, se ha desistido de crear una lengua artificial común. Algunos abogan por adoptar el inglés, el español u otros idiomas como lengua común. Sin entrar en valoraciones sobre las distintas lenguas, conviene en este punto recordar que para cada individuo la lengua que escuchó en la cuna tendrá siempre un especial valor afectivo dado que la lengua está íntimamente unida al ser. El idioma español se caracteriza por su claridad fonética, por la sencillez de su gramática y por la riqueza de su vocabulario que abarca todas las ramas del saber. Además, el español es para la mayoría de sus hablantes su lengua nativa. Sin embargo, hasta las semillas de la mejor calidad necesitan cuidado y atención. El futuro del español depende en gran medida del trato que le dispensen los hispanohablantes de todo el mundo. Su defensa debe ser asumida en primer lugar por las instituciones públicas y privadas españolas. Esa defensa no significa menoscabo u olvido de otras lenguas habladas en España y en otros países hispanos, patrimonio cultural que debe ser protegido. Sin embargo, pese a la posible desconsideración hacia el español por parte de algunos partidos políticos e incluso por algunos conciudadanos existen otros peligros muy graves para nuestra lengua. En efecto, la dejadez de muchos y la falta de sensibilidad de otros está dejando al español abandonado a su suerte sin el respeto que merece una de las pocas lenguas que pueden considerarse universales. Una falta de respeto que empieza en nuestras propias empresas donde al socaire de una supuesta proyección internacional se olvida la universalidad del español. Una falta de respeto que se traduce en la valoración desmesurada en nuestra sociedad de otras lenguas olvidando el valor de la propia. Una falta de respeto al español en las calles de nuestras de nuestras ciudades donde se hace un uso abusivo y absurdo de letreros y anuncios en lenguas extranjeras. Una falta de respeto en las conferencias internacionales celebradas en España en las que frecuentemente se relega el uso del español a un segundo plano. Por otra parte, aunque anecdótico es triste ver que los teclados de algunos equipos informáticos siguen sin la letra ñ, contraviniendo la orden ministerial al respecto.
A la extendida desconsideración hacia nuestra lengua, hay que añadir una orientación inadecuada en la enseñanza de idiomas. El aprendizaje de lenguas extranjeras fue durante décadas la cenicienta en nuestros planes de estudio. Sin embargo, ahora se está produciendo un efecto perverso: para enseñar lenguas extranjeras se reducen las horas dedicadas a la enseñanza del español y en español. Una lengua universal como la nuestra que no debe ni puede equipararse a las lenguas poco difundidas de algunos países europeos. Los ciudadanos de esos países necesitan conocer una lengua universal para poder comunicarse con el exterior. Los ciudadanos españoles ya tienen un idioma de difusión mundial y por ello en las enseñanzas primaria y secundaria se debe buscar en primer lugar alcanzar el dominio completo de ese idioma. La enseñanza de otros idiomas es también importante y debe abordarse con seriedad pero nunca en menoscabo del aprendizaje de la lengua de Cervantes.
En muchos países avanzados, el dominio de la lengua propia es imprescindible para obtener un título de grado. Con la implantación de esa exigencia en España se lograría evitar las faltas de ortografía, la pobreza de vocabulario y el desconocimiento de la sintaxis que tienen muchos universitarios españoles. Además se apoyaría indirectamente el uso del español en el mundo científico y técnico. En el marco de la confrontación cultural que hoy se está desarrollando en el mundo nuestras instituciones no pueden ser neutrales. La Real Academia y el Instituto Cervantes realizan una labor encomiable pero no suficiente. Con la contribución de todos garanticemos el futuro del español, nuestra lengua universal, nuestro patrimonio más preciado y el idioma común de 600 millones de personas.
Federico Yaniz Velasco, general de Aviación (R) y periodista.
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Me parece que el autor del artículo hace una reflexión muy serena y equilibrada sobre nuestra lengua. La lengua española ha tenido un desarrollo universal y conserva un gran potencial de desarrollo e implantación. Felicito al autor.