García Ortiz ha hecho su trabajo

Víctor de la Serna se desplomó el lunes junto a la puerta del periódico al que dedicó su vida y con él se va una parte del corazón de esta casa, que el miércoles cumple 35 años. Acudía, tan obsesivamente puntual como siempre, a presidir el jurado de los premios Metrópoli, que desde esta edición distinguirán su galardón principal bajo el nombre de su alter ego Fernando Point.

Para nuestra generación él era un periodista queridísimo, extraordinario, con las pupilas bien abiertas al servicio de su talento cosmopolita e inquieto. De Víctor se ha destacado estos días, con todo merecimiento, su contribución revolucionaria a la transformación de nuestra gastronomía a través de la crítica periodística. Su labor pionera de divulgación en España del baloncesto norteamericano. O su conocimiento profundo del cambio irreversible en la sociedad de la comunicación provocado desde la irrupción de internet.

García Ortiz ha hecho su trabajo
Gabriel Sanz

Todo eso es así y lo es también su decisiva influencia en la evolución del lenguaje periodístico, la introducción del estilo intencionadamente directo y punzante que es una seña de identidad de EL MUNDO y que él aprendió como primer español graduado en la Escuela de Periodismo de Columbia: esa estética límpida que es la proyección de los valores editoriales con los que este periódico defiende de manera radical una concepción integral de la libertad. De la mano de esa modernidad, Víctor escribía seis valiosísimos artículos a la semana, entre ellos la newsletter de prensa internacional para suscriptores premium que es probablemente la más leída de todo el país.

Lector agudo y atento, en uno de sus Hojeando, en 2022, recogía una cita tomada del New York Times al politólogo estadounidense Richard Hasen: «Vivimos hoy en una era de partidismo exacerbado pero con partidos políticos débiles, que ya no pueden servir de influencia moderadora sobre los extremistas». Pedro Sánchez es un actor de la política disruptiva que ha entendido esta dinámica de nuestro tiempo y maneja los recursos emocionales para excitar permanentemente a esas bases fanatizadas a través de una burbuja activista a cuya vanguardia se han instalado periódicos de referencia. Así ha conseguido que los conceptos de la responsabilidad política y la ética individual hayan desaparecido de la vida pública española.

El fenómeno lo hemos vivido esta semana con toda su intensidad después de la insólita imputación del fiscal general del Estado y su negativa a dimitir, sostenido por el PSOE, los ministros en pleno y el presidente en persona. Así, uno por uno han dibujado a Álvaro García Ortiz como uno de los nuestros -«ha hecho su trabajo», y qué trabajo- y la burbuja ha entendido que tenía que salir en su auxilio como si le fuera la vida en ello. Porque le va: la caída del fiscal general tras ser imputado cuando el presidente tiene a todo su entorno bajo investigación representaría una grieta de debilidad que amenazaría con abrir en canal al Gobierno, además de una durísima derrota en la batalla existencial que Sánchez cree que mantiene con Isabel Díaz Ayuso.

El informe de la Guardia Civil que describe escandalosamente las actividades de José Luis Ábalos cuando era la mano derecha de Sánchez y el auto de la Audiencia de Madrid que blinda la investigación contra su esposa -a los que se sumó el viernes el vapuleo a la Abogacía del Estado por su infame querella contra el juez Juan Carlos Peinado- habían deshecho de un plumazo la narrativa victimista del bulo que pretendía presentar las informaciones veraces de la prensa y las actuaciones judiciales como una conspiración mentirosa de lawfare y extrema derecha. El acontecimiento que más claramente simboliza el deterioro institucional alcanzado durante su mandato ha servido a Sánchez para intentar resucitarla y así cohesionar a sus bases y mantener cautivos a sus socios. Es palmariamente mentira que el fiscal general haya sido imputado por desmentir un bulo.

No: lo que dice la resolución del Tribunal Supremo, unánime y redactada por la magistrada progresista Susana Polo, es que revelar la confesión del novio de Ayuso no es «compatible» con «la misión de información a la opinión pública» que tiene atribuida la Fiscalía, porque para hacer una precisión informativa no es necesario vulnerar la presunción de inocencia de nadie. Por más que se esfuercen en manipularla, esto es lo que dice, cristalinamente.

El auto llega hasta ahí tras recorrer la decisiva investigación de la periodista de EL MUNDO Ángela Martialay, que detalla las presiones que padeció el fiscal Julián Salto para que García Ortiz se hiciera con las comunicaciones que intercambió con el abogado de la pareja de la presidenta. No hay prueba de que ningún otro fiscal tuviese ese apasionado interés, como tampoco la hay de que ningún otro los almacenase en su correo privado: este detalle incriminatorio, que contradice Instrucciones internas del propio Ministerio Público, es el más intenso de la carga indiciaria que se completa con la publicación inmediata de la documentación y los whatsapps también aportados por este periódico que ilustran sobre la exclusiva motivación política de la operación: «Nos están ganando el relato». Sí está pendiente de resolver la pregunta que se hacía el viernes Carlos Alsina: «Declaró el fiscal Salto ante el juez que 'quien me informó de que González Amador tiene un vínculo con la presidenta de la Comunidad de Madrid fue la fiscal jefa provincial'. ¿La fiscal jefa leía Lecturas o Diez Minutos?».

No se puede desvincular esta cadena de excesos del deseo de García Ortiz de hacer méritos ante el presidente con un golpe mortal a su rival política que equilibrase la balanza de la opinión pública tras la imputación de Begoña Gómez. Durante la Junta del jueves, algunos fiscales de Sala, no precisamente reaccionarios, le advirtieron del quinario que le espera durante la instrucción de la causa: el Supremo no se mete en esto para archivarlo en 15 días. El problema no es el desprestigio que él arrastrará, sino el de la institución jerarquizada que dirige, tan debilitado que ya depende sólo del favor del poder político: ¿con qué autonomía podrá conducirse así el Ministerio Fiscal?

Aquel artículo de Víctor de la Serna concluía que «el peligro más grave no viene de los bulos o fake news, sino de la información deformada, que incluye mentiras que gusten a ciertas audiencias, les hagan ignorar la dura realidad y preferir falsas soluciones fáciles». Salve, Víctor. Ésta es tu casa.

Joaquín Manso, director de El Mundo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *