Garoña y el problema energético español

Uno de los últimos hitos en el sector energético español se encuentra relacionado con el mantenimiento de la actividad de la central nuclear de Santa María de Garoña. Esta decisión coloca otra vez en el centro de atención de la actualidad al sector energético español. Sin embargo, las discusiones en este ámbito económico siguen siendo escasas, parciales y, en parte, mediatizadas por el electoralismo político. De hecho, el cuestionamiento sobre la continuidad de la central nuclear ha pasado a ocupar un lugar llamativo en el debate político, pero sin perder su papel secundario.
Al menos cuatro aspectos deberían ser considerados en cuanto al debate acerca de la prolongación en el funcionamiento de la central de Garoña. Estos se encuentran relacionados directamente con esta central nuclear, pero son el germen de la reconsideración de la cuestión nuclear en España, al tiempo que constituyen una parte del debate sobre el sistema energético español.

El primer ámbito relevante es el estrictamente técnico-energético. En la demanda de energía eléctrica se pueden distinguir dos segmentos, un consumo mínimo que es constante a lo largo del día (esencialmente suele corresponder con el nivel de consumo mínimo nocturno) y otro, que se añade al anterior y que cambia en función de la hora del día (fluctúa con la evolución de la jornada laboral). Las centrales nucleares tienen dificultades para variar la generación de energía eléctrica a muy corto plazo y, por tanto, cubrir el mencionado segmento variable de la demanda. Mientras tanto, la energía eólica, como no garantiza un suministro continuo de energía, presenta serias dificultades para cubrir el segmento constante de la demanda energética. En estas circunstancias, el cierre de la central nuclear de Garoña, aun siendo la planta más pequeña de las existentes en España, contribuye a crear problemas especiales debido a que puede dejar al descubierto parte del segmento de consumo fijo de la demanda de energía eléctrica. Si Garoña se cerrase, serían las centrales de gas las que deberían sustituir la correspondiente caída en la generación de la energía eléctrica.

El segundo aspecto relevante se refiere a los precios. La energía generada en las centrales nucleares suele ser relativamente más barata que la obtenida en centrales de gas y eólicas. Así pues, las centrales nucleares frenan el crecimiento en los costes de la energía eléctrica. El cierre de la planta burgalesa y la entrada en juego de otro tipo de centrales supondrá un incremento de las presiones alcistas en los precios de la energía eléctrica. Adicionalmente, como es previsible que el precio del gas suba en el futuro, entonces aumentarán las tensiones sobre el precio de la energía eléctrica. Esta situación es más grave cuando se considera que se está tratando de acometer la reducción en el déficit de tarifa y se vienen aumentando los precios de la energía eléctrica que se están transmitiendo a los consumidores.

El tercer tipo de elementos citados corresponde a la diversificación en el suministro energético. La energía nuclear concede un margen de maniobra en términos de seguridad en el suministro, porque transforma a España en menos dependiente de la importación de hidrocarburos. Tal y como se ha apuntado, el cierre de la central de Garoña significa importar mayor cantidad de gas y acrecentar nuestra dependencia, aspecto que deja a España en una situación peor en términos de seguridad energética.

En cuarto lugar se encuentran los aspectos ecológicos. El principal problema medioambiental mundial en la actualidad es el cambio climático derivado de la emisión de gases de efecto invernadero. Esta situación es más grave todavía cuando se tiene presente que España es líder en el incumplimiento del Protocolo de Kioto. Entre los principales instrumentos que se pretenden utilizar para resolver este preocupante problema se encuentra el desarrollo de las energías renovables y nucleares. En nuestro caso, la sustitución de nucleares por eólicas no resuelve los problemas medioambientales esenciales. Más aún, como la opción real al cierre de la central de Santa María de Garoña es el estímulo de las centrales de gas, entonces la situación española respecto a la emisión de gases de efecto invernadero empeorará más todavía.

En estas condiciones, y a pesar del relativo pequeño tamaño de la central nuclear burgalesa, no parece aconsejable su cierre. No obstante, esta recomendación no excluye la necesidad de abrir un debate profundo sobre el modelo energético de España, con el objetivo de evitar que la economía española se pueda ver estrangulada energéticamente a largo plazo. Por supuesto, esta situación requiere ampliar la perspectiva de análisis, deshacerse de los prejuicios desfasados pseudoecologistas de los años 80 y establecer unas prioridades energético-mediambientales acordes con los problemas del siglo XXI.

Antonio Sánchez Andrés, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia y experto en energía.