Gas y equilibrio energético

Un acalorado debate ha surgido en Estados Unidos sobre los cambios que revestirán mayor importancia, a juicio de algunos expertos, en lo concerniente a la política y la economía mundial durante muchos años. Salvo en el caso de un puñado de especialistas, Europa ha prestado escasa atención al tema. Muchos conocen aspectos concretos, por ejemplo la técnica de la fracturación o fractura hidráulica para la extracción de gas y petróleo del subsuelo ( fracking). Pero la comprensión adecuada de las consecuencias de estos cambios para la economía y la política mundial y para el equilibrio del sistema energético se halla en sus inicios.

El petróleo y el gas son caros en la actualidad y se hallan en su mayoría en manos de un pequeño grupo de países exportadores en el golfo Pérsico y en Rusia. La cuestión cambiará radicalmente en el curso de los próximos diez años gracias al descubrimiento de enormes cantidades de gas y petróleo de esquisto y, factor de igual importancia, la puesta a punto de la tecnología de extracción más barata y eficiente. Mediante la citada técnica de fracturación hidráulica, se rompe la roca del subsuelo mediante inyección de líquido, arena y aditivos en sentido horizontal para liberar el gas del depósito en cuestión. En consecuencia, el coste de la energía disminuirá considerablemente y el equilibrio del sistema energético cambiará radicalmente. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) perderá su monopolio. Los países de Oriente Medio, Rusia y Venezuela perderán su posición de fuerza.

¿Quiénes saldrán ganando? Los países con mayores reservas de gas y petróleo de esquisto descubiertas hasta la fecha son China seguida de Estados Unidos y Canadá. Otros países con importantes depósitos son Argentina, Polonia, México y Libia. China ha empezado a extraer gas con la ayuda de empresas extranjeras. Israel, que ha descubierto grandes depósitos en la cuenca oriental del Mediterráneo, trabaja en colaboración con la empresa líder rusa Rosneft. Los mayores depósitos hallados en Estados Unidos están en Pensilvania y Ohio, pero también en estados del Oeste tales como Colorado. Según las proyecciones, Estados Unidos producirá más que Arabia Saudí, el mayor productor mundial de petróleo, hacia el 2020. Ya no será un importador, sino que exportará gas a Europa a bajo precio. Estados Unidos y Canadá exportarán igualmente a Extremo Oriente.

Por consiguiente, Oriente Medio perderá buena parte de su importancia política, lo que puede redundar en beneficio de las perspectivas de paz en la región. De todas formas, habrá también demanda de petróleo de Oriente Medio, de producción barata, en el futuro. Algunos países de Oriente Medio se han enriquecido notablemente y no pasarán hambre (aunque se trata de los países pequeños y menos poblados). Irán puede verse en apuros y también Rusia, ya que dependen en gran medida de la exportación de petróleo, y a precio elevado. Venezuela puede también verse en apuros.

Los expertos decían, hace tan sólo diez años: los tiempos del petróleo barato se han terminado para siempre y los pozos se están agotando. He aquí que, de repente, surge un gran optimismo.

Naturalmente hay escépticos, sobre todo en Europa. Dicen que extraer gas será más caro en Europa que en Estados Unidos, por lo que Europa no debería optar por esta vía. Francia ha decidido no optar en ese sentido, quiere apoyarse en sus centrales nucleares. El gas tampoco será barato en China porque se halla en zonas desérticas y ha de ser transportado a las áreas habitadas, lo que encarece su precio. Debido a causas técnicas, es más barato extraer gas y petróleo del mar que de tierra firme.

Ciertos pronósticos parecen exagerados. El gas barato no solucionará todas las dificultades económicas de Estados Unidos. El ministro de Asuntos Exteriores polaco ha señalado que, como consecuencia del gas barato, Polonia será una segunda Noruega hacia el 2020. No obstante, es improbable que la renta per cápita de Polonia se sextuplique en un plazo de siete años.

No existen certezas ni apreciaciones seguras en lo concerniente al tamaño de los depósitos de gas de esquisto. Tales depósitos podrían ser más pequeños de lo que se piensa hoy día (también podrían ser mayores). Ecologistas y partidos verdes se oponen a este sistema en parte porque harán falta grandes cantidades de agua para la extracción del gas. Quieren que el mundo centre su atención en las fuentes renovables de energía, como la energía solar, la eólica y otras.

Pero las energías renovables son caras y, si Europa utiliza únicamente estas energías, sus industrias tendrán dificultades a la hora de competir en los mercados mundiales. Por otra parte, está extendida la preocupación por las emisiones de dióxido de carbono, de negativas consecuencias en nuestro clima. El hielo se fundirá en Groenlandia y en la Antártida y puede aumentar el nivel del mar además de producirse grandes olas de calor y tormentas peligrosas.

Por último, pueden surgir conflictos entre países. Israel ha descubierto grandes reservas en el Mediterráneo oriental (yacimientos Tamar y Leviatán) que harán de él un país exportador. Y, quién sabe, pueden aparecer reservas también en el Mediterráneo occidental. Israel ha alcanzado un acuerdo con Chipre y Rusia para la explotación de estos yacimientos. Pero Turquía sostiene que buena parte de los yacimientos pertenecen a su país. A menos que se alcance un acuerdo, podrían surgir graves conflictos.

Los estadounidenses muestran a veces excesivo entusiasmo y tienden a la exageración. Sin embargo, y disculpando tanto la sobrevaloración de los avances tecnológicos como la infravaloración de las dificultades y peligros en cuestión, sigue pareciendo indudable que se están produciendo cambios susceptibles de ejercer un impacto político y económico considerable.

Esta realidad podría revestir importancia para numerosos países y, en el caso de algunos, mucha importancia. Y, por lo que se refiere a Europa, no debería estar desprevenida.

Walter Laqueur, consejero del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington. Traducción: José María Puig de la Bellacasa.

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