Gas y nuclear en la economía española

Las vicepresidentas socialistas primera y tercera del Gobierno, señoras Calviño y Ribera, publicaron el sábado pasado, en las páginas de EXPANSIÓN, un artículo titulado "Gas y nuclear en la taxonomía europea". Con él, trataban de argumentar la oposición de España, junto con Austria, Dinamarca y Luxemburgo, a que la energía nuclear y el gas se consideren como energías verdes por parte de la Unión Europea.

En él, no se encuentran muchos argumentos sólidos que expliquen la incomprensible posición de España contra el gas y, especialmente, contra la nuclear a la hora de ser consideradas verdes. Piden no confundirlas con aquellas energías, como las renovables, que no generan ningún residuo, llaman a no confundir a los inversores a la hora de recabar fondos para financiar las energías verdes, y, como gran argumento final, esgrimen que la UE lidera la agenda climática a nivel global y que es imprescindible que todos nos complementemos sobre la base de una taxonomía común. Eso es todo. Ni un argumento más. Si es todo lo que tienen para justificar su rechazo a la propuesta de la UE de clasificar a la nuclear y al gas como verdes, no se entiende tal rechazo.

No argumentan más en su artículo porque es muy difícil que encuentren algo sólido en lo que basarse. Antes esgrimían los accidentes de Chernóbil y de Fukushima, sin mencionar que el primero se debió a un mal mantenimiento de la central llevado a cabo por el régimen soviético, y el segundo a un tsunami. Ahora, como esos argumentos ya no tienen tanta aceptación, recurren a la taxonomía.

Los problemas energéticos de España y del conjunto de la UE no los van a arreglar la taxonomía que proponen Calviño y Ribera, sino, precisamente, otra muy distinta, donde sí se encuentren clasificadas como verdes la nuclear -cuyo tratamiento de residuos está bien previsto- y el gas. Ambas son necesarias para poder contar con una energía más barata, que permita a la industria española y europea ser competitivas. Aunque no niegan, de palabra, las vicepresidentas que dichas energías tengan un papel en la transición energética para descarbonizar la economía, al querer excluirlas sí lo hacen con los hechos, incentivando cerrar la utilización de las mismas, un elemento que, en sí mismo, dificulta la transición y mantiene cara la energía.

Es cierto que España puede ser líder en renovables, pero estas energías, como es obvio, no pueden controlarse y mantener su rendimiento en cualquier momento, sino que dependen, lógicamente, de los elementos naturales que las conforman, y eso impide que por sí mismas sean abundantes para lograr nuestra autosuficiencia. Nadie niega que se trate de captar inversores para dichas fuentes de energía, pero éstos no van a retraerse de realizar una inversión en ellas porque se clasifique como verdes a la nuclear y al gas, ya que todas serán verdes, por su menor contaminación, pero no renovables, con lo que la diferencia está clara. Los inversores saben muy bien hacer su trabajo y no van a echarse atrás por ello, pero la actitud del Gobierno dificulta la captación de inversión para la energía nuclear. Si ambas vicepresidentas admiten que la energía nuclear y el gas tienen un papel importante en la transición energética, resulta absurdo que pongan obstáculos a su impulso y financiación.

La Comisión Europea pretende incluir a la nuclear y al gas como energías verdes, cosa lógica, especialmente en el caso de la nuclear, por dos razones: es energía limpia y garantiza el suministro que ahora mismo se resiente al abandonar otras fuentes de energía, como el carbón, fiando todo a las renovables, que no conforman una oferta suficiente para la creciente demanda y para cubrir el hueco de oferta que dejan las energías descartadas.

Perjuicio a los consumidores y la industria

El Gobierno, erróneamente al perjudicar a los consumidores y al sector industrial, se opone. Error que ahora tratan de explicar las vicepresidentas, pero con argumentos sumamente flojos y superficiales, más dogmáticos que técnicos, desde ese aroma propio del intervencionismo en el que nos dicen qué tenemos que hacer, al tiempo que nos aseguran que todo es por nuestro bien. Las grandes frases vacías de contenido, los liderazgos invocados que no van más allá, los prejuicios políticos y el dogmatismo populista no van a solucionar el grave problema energético que tenemos, sino que lo empeorarán.

Al contrario, es imprescindible intensificar la participación de la energía nuclear y del gas para completar de manera abundante la oferta. Francia tiene claro que no puede depender ni de la inestabilidad ni de decisiones de terceros países, como sucede con el gas, tanto por la parte rusa y bielorrusa como por la argelina en su conflicto con Marruecos, o por la incertidumbre que rodea ahora a la crisis ucraniana, ni de la volatilidad de los precios generados por la escasez de la oferta al eliminar las fuentes menos limpias sin sustituirlas adecuadamente por otras; por eso, aunque ya es un 70% independiente en su suministro energético gracias a la energía nuclear, apostará de nuevo por ella.

Por eso, es esencial que la Unión Europea otorgue la categoría de energías verdes a la nuclear -que es limpia, que se puede generar en abundancia y que es segura si se siguen los protocolos adecuadamente- y al gas, al menos para lograr de manera razonable la transición energética. Si no, nos sumiremos en un problema importante de encarecimiento de toda la cadena de valor, a partir del mayor coste energético, y la inflación, el estancamiento y el desempleo se apoderarán de la economía.

En lugar de recurrir a términos grandilocuentes como "finanzas sostenibles", "taxonomía", o aludir a un potencial liderazgo en renovables que no termina de llegar, debería reflexionar el Gobierno y cambiar de postura, porque bajo la excusa de la conservación del medioambiente está adoptando unas decisiones que nos está empobreciendo. De seguir así, no se solucionará el problema energético, sino que se agravará, especialmente en España, tan dependiente energéticamente, y se perderá competitividad en la industria, los ciudadanos tendrán menor poder de compra y el conjunto de la economía se empobrecerá.

En lugar de preocuparse por el "gas y nuclear en la taxonomía europea", deberían preocuparse por la necesidad del gas y la energía nuclear en la economía española. Es la diferencia entre los gestos buenistas y la responsabilidad de gobernar de manera eficiente, respectivamente.

José María Rotellar, profesor en UFV.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *